Ana Noguera o el rayo que no cesa
Cuentan que Máximo Caturla, el veterano secretario autonómico de Educación y consejero delegado de Ciegsa -la empresa pública que gestiona la construcción de centros escolares-, se descompone cada vez que le anuncian la visita de la diputada Ana Noguera. De ser así, el mencionado dirigente debe vigilar sus nervios o deshidratación porque resulta evidente que la inquisitiva parlamentaria ha hincado el diente en esa compañía y lleva trazas de no soltar la presa hasta destripar sus balances y entretelas financieras, un búnquer informativo que se creía a salvo de las pesquisas, pero que ha tenido que ir cediendo ante el implacable acoso de su fiscalizadora. Esta resistencia a la luz y taquígrafos ha sido, precisamente, el mejor estímulo para que la representante socialista insistiese en el desvelamiento de los posibles y verificados entuertos.
La historia viene rodando desde el otoño de 2003, cuando la diputada no encontró una explicación coherente al hecho de que las adjudicaciones de obras se efectuasen por un precio superior al de licitación. Sigue sin saberse. Y lo que era más sospechoso: la renuencia de los responsables a dar razón de la anomalía, poniendo todos los obstáculos posibles -legalistas y formales- a la consulta de la documentación. Por este hilo de los indicios y conjeturas se fue llegando parcialmente al embrollado ovillo, alumbrándose datos chocantes como las crecidas nóminas laborales y de ejecutivos, los relevos precipitados de dirigentes que siguen percibiendo sus haberes y, siempre, la contumaz negativa a la transparencia de las cuentas.
Esta semana hemos asistido al clímax de esta relación basada en la desconfianza y los gestores de la referida promotora escolar e inmobiliaria nos han obsequiado con un espectáculo en el que tan sólo ha faltado que un piquete de guardias impidiese la entrada de la diputada y sus asesores a las dependencias de la entidad. La secuencia de los hechos, al decir de los informadores, no ha podido ser más surrealista o esperpéntica, con la comisión investigadora y sus asesores pugnando ante una turba de periodistas por entrar en las oficinas de la empresa, siendo frenados por el encargado de las relaciones institucionales -¿será por falta de cargos y prebendas?-, que decidía o imponía a su aire, sin ningún fundamento reglamentario, quién estaba autorizado o acreditado para consultar lo que, en definitiva, sólo fue el libro mayor de contabilidad.
La contabilidad, bien, gracias. Faltaría más que no cuadrase. Otra cosa es que la empresa pusiera a disposición de sus consultores la documentación correspondiente, y especialmente las facturas. Eso había que instarlo aparte, por escrito y por vía parlamentaria. Ya se ve: dando facilidades, como es propio de quien administra los dineros públicos con la nitidez de un vaso de agua clara. Los auditores dirán misa en su día, pero los indicios son alarmantes. Los indicios y algunos asientos, como los divulgados en punto a los pagos efectuados al despacho de abogados Broseta, que sólo en 2004 percibió 115.000 euros, lo que avala la reciente noticia de prensa sobre la prosperidad de dicho bufete.
Hay otros detalles chocantes como el importe de los alquileres del domicilio social o los 130.000 euros percibidos por el Valencia CF, quizá por su contribución al deporte infantil, o vaya usted a saber. En todo caso, habrá que esperar a que la diputada que encabeza este comentario vaya abriendo esta caja de Pandora que nos ocupa, labor en la que, por cierto, se ha labrado un justo crédito. No sólo saca de sus casillas, como queda dicho, al consejero delegado del tinglado, sino que también alienta las expectativas de sectores sociales damnificados, que bien buscan mejorar sus aulas escolares, o hallar satisfacción por su condición de damnificados, cual es el caso de los expropiados por la ampliación del IVAM, el Instituto Valenciano de Arte Moderno.
Si nos hemos demorado en el caso de Ana Noguera se debe, además de por su labor escudriñadora, cual le corresponde como diputada de la oposición, es porque resulta insólito que sus revelaciones vayan por delante de las averiguaciones periodísticas, y no al revés, como es habitual. Esto es, que los políticos chupen rueda de los informadores.
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