Prohibir las conductas incívicas

Quizás las imprentas y los diseñadores gráficos sean los motores de la economía; si no es así, no entiendo por qué ante la contaminación acústica de motos sin silenciador y coches con música a todo volumen, o el destrozo de mobiliario urbano y el orinar en las calles o ensuciar playas y jardines, a nuestras autoridades sólo se les ocurre editar folletos para repartir entre los jóvenes o insertar anuncios de diseño en los diarios y las farolas de la ciudad.

¿De verdad se creen que esto es efectivo, de verdad se creen que estos mensajes llegan a las personas que deben cambiar sus hábitos de conducta? ¿No será que lo único que les importa es justificar su gestión, sin preocuparse de los resultados?, ¿tienen miedo a recibir alguna crítica por parte de personas o colectivos para quienes el civismo es ajeno a sus costumbres? Lo que podamos pensar o sufrir las personas que creemos que la democracia no es sólo un sistema político, sino que se basa en el civismo, parece que les trae sin cuidado.

Comprendo que algunas personas pueden sentirse molestas si se les penaliza por algo que han hecho siempre. ¿Qué problema hay en iniciar una buena campaña publicitaria en TV y radio indicando que en un plazo de X tiempo quien ensucie, orine o contamine acústicamente será multado? Prohibir las conductas incívicas no resta autoridad, al contrario. No dudo que muchos sentirán que se les priva de su libertad, pero no hay que tener miedo a decir que sí, que el buen funcionamiento de la sociedad necesita unas reglas, las hay en el mundo laboral, en el código de la circulación, en cualquier contrato, y todos las cumplimos y no pasa nada. Nada.

A muchas personas nos entristece profundamente ver cómo los proyectos urbanísticos, las discusiones sobre arquitectura y género o los discursos sobre el respeto por el entorno se ven ensombrecidos por el vandalismo.

Si verdaderamente hay voluntad política, mejorar el estado de nuestras calles no es especialmente difícil.