Gallardón y el agua
Una de las ventajas que tiene ser alcalde de Madrid, frente a las limitaciones de ser ciudadano raso, es que, cuando te inspira el cielo, y todos sabemos que, además, el cielo madrileño tiene una máxima potencia de aura influyente, puedes dar esta orden: que los ediles presenten, en un par de horas, un plan de 18 medidas para afrontar la nefasta sequía durante los próximos meses. Y los concejales se lanzan a la acción y le presentan al alcalde un texto de redacción impecable y muy beneficioso para el vecindario. Hace ya un par de décadas -dado que la precipitación de los acontecimientos hace que el chupinazo de los sanfermines y la designación de Londres como sede olímpica, el 6 de julio, nos parezcan ya hechos prehistóricos-, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que, como todos los alcaldes, es un hombre inquisitivo, cuando Londres desbancó a Madrid en Singapur, tras soltar unas lagrimillas del más auténtico duelo, se preguntó en la escalerilla del avión que le traía de regreso a Madrid: "¿Qué he hecho para merecer esto?". Una preguntita, por cierto, que aquí creemos que es de Almodóvar, por su célebre película, pero que el manchego tomó prestada del título de la canción de una banda británica cuyo nombre, ay, el calor de julio ha borrado, hasta el próximo septiembre, de mi cerebro.
Gallardón se hizo la pregunta y la voz de la conciencia, que el alcalde troqueló cuando estudió en su adolescencia con los jesuitas, le respondió impertérrita: "Hijo, comienza por el principio si quieres que en el futuro Madrid sea designado sede olímpica, comienza por el principio porque ya escribió el poeta Eliot que 'en mi principio está mi fin', y lee de una vez a Píndaro, el mayor cantor de los Juegos Olímpicos. Vuestro plan de Madrid 2012 era fantástico pero, ay, todos os olvidasteis de las raíces: hasta la reina doña Sofía dijo aquello de sas periménume sti Madriti (les esperamos en Madrid), pero ni siquiera ella mencionó en Singapur a Píndaro". Y como este alcalde, a veces, es sumiso y le gusta leer, abrió el primer libro de las odas pindáricas y se encontró con este primer verso: "El agua es lo mejor" o, como se dice en griego en el programa televisivo El diario de Patricia, "áriston men hídor". Y aquí se vio una vez más la diferencia que hay entre un poeta y un alcalde.
El poeta que lee el primer verso de una oda de Píndaro lee a continuación el segundo y, después, sin saltarse ninguno, lee el último verso de la oda. Y luego sigue leyendo más odas y, al cabo de los días, lee al poeta latino Horacio, discípulo de Píndaro, y al semestre siguiente lee a Góngora y, con gran asombro, descubre que, tras 20 siglos, hay coincidencia de estirpe y de procedimientos poéticos entre el poeta griego y el genial poeta cordobés. Pero un alcalde cuando lee, piensa, sobre todo en rendimientos prácticos instantáneos. Gallardón leyó "el agua es lo mejor", se le encendió la bombilla de la virgen de la Almudena -que, en eficacia, nada tiene que envidiar a esa virgen tan famosa de Zaragoza- y, aparcando para mejor momento las odas de Píndaro, se fue al Ayuntamiento y puso a currar a los munícipes. Los concejales, que suelen seguir las noticias de los telediarios, ya estaban informados de que hay un gravísimo problema de agua. Y centrándose en la tierra que les ha tocado gobernar también sabían que las reservas de agua en Madrid descienden segundo a segundo de forma alarmante. Para hacernos más conscientes de la crudeza de la situación, el Instituto Nacional de Meteorología anunció que no lloverá en cantidades apreciables hasta noviembre.
Siguiendo al maestro Stendhal en su sana práctica de leer prosa jurídica como remedio contra los excesos del lirismo, adjunto, como si fuera un archivo, al menos, los títulos de algunas de estas medidas del Ayuntamiento que, por ser de hace ya una semana, las considera neolíticas: control de consumos, control de bocas de riego, uso de agua reciclada, control de fugas en bocas de riego e hidrantes, creación del teléfono del agua y mi medida favorita, la 13, que dice nada menos que esto: barrido mixto con soplante. Lamento que no haya aquí espacio para explicar en qué consiste. Recomiendo vivamente la lectura de esta medida. Y del mismo modo que los 10 mandamientos se reducían a dos -amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo-, las 18 medidas del alcalde se reducen a una: ahorra agua de día, de noche, en Alcalá, en Alcorcón y en Asturias, patria querida.
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