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Columna
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Batallas y motines

Menos mal que Rouco Varela ha llamado a los fieles madrileños a una gran oración para pedir que llueva. El cardenal sabe que aquí las cosas se hacen de forma masiva (ya lo advirtió: "En Madrid se peca masivamente") y quiere aprovechar ese enorme potencial. Dios le oiga y se convierta en torrencial. Aunque, por si Dios no oye, podría empezar por oírle su amiga Esperanza Aguirre, que por suerte no está en todas partes porque, por desgracia, está aquí. Dedicada a la concienciación ciudadana, única medida frente a la sequía adoptada hasta el momento por su Gobierno. A pesar de que nuestros pantanos están al 51% de su capacidad, la presidenta de la Comunidad no considera aún otra medida que la de concienciar. Siendo como es la concienciación una muy noble actividad a la que, por cierto, se dedican precisamente, y a tiempo completo, las organizaciones ecologistas que, como Greenpeace o Ecologistas en Acción, están alertando de la que la situación comienza a ser crítica y pidiendo que se tomen medidas restrictivas en el suministro de agua (por ejemplo, para empezar, prohibir el uso de agua potable para regar campos de golf, parques y jardines o para llenar piscinas), no parece, sin embargo, que los ciudadanos hagan ningún caso, así que a la presidenta le queda mucho proselitismo por delante, al cardenal mucho rezo y a nosotros poca agua. Vamos apañados, pues, entre todos. Porque si lamentable es que un Gobierno no gobierne, vergonzoso fue el espectáculo que nos ofrecieron el otro día algunos ciudadanos vallekanos.

Resulta que, desde hace 24 años, en el Valle del Kas se celebra algo así como una batalla naval, consistente en tirarse agua unos a otros y a mogollón. Acaba la calle llena de charcos y todo el mundo empapao. Pues vale. El caso es que este año, hay que fastidiarse, la batallita estaba restringida a causa de la sequía: los propios organizadores advirtieron de que se usaría el 90% menos de agua que en ocasiones anteriores y la Junta de Distrito y el Ayuntamiento acordaron con los vecinos no hacer uso de las bocas de riego. Para su solaz, no obstante, se les proporcionaron seis camiones cisterna con 8.000 litros de agua cada uno. Pero, no, amigos, restricciones, a nosotros no; encendemos la barbacoa y nos comemos el chorizo donde nos da la gana, faltaría más. A ciertos ciudadanos vallekanos, seis camiones cisterna, 48.000 litros de agua, les parecieron poco, y se pasaron las restricciones por el forro del bañador: abrieron las bocas de riego. Okey. Pero atención a sus argumentos: "El Ayuntamiento dijo que iba a cortar el agua de las bocas de riego y no lo ha hecho, así que...". ¿Así que qué, compañero vallekano? Que qué gran ciudadano: no basta con tu palabra, necesitas represión. Y otra: "Habrá batalla naval mientras no cierren las piscinas privadas y rieguen los campos de golf". Ole, di que sí, pa bruto, yo. Y la mejor: "¿No hacen tomatada en Valencia mientras muere gente de hambre en el mundo?". Pues claro, mujer, a capullos, que no nos gane nadie. Y así.

Personalmente, me resultó muy triste que en el despilfarro acuático participara la portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Inés Sabanés, en calidad, además, de presidenta de honor de la batalla. Comprendo que es vecina del barrio de Vallecas, y que, por tanto, le tira lo de "Vallekas, puerto de mar". Pero también tira la cabra al monte: siempre y cuando el de la barbacoa no se lo haya destruido. "Nadie debería dar lecciones de solidaridad a este barrio", señaló Sabanés. Pero de ella, y de todo su barrio, esperaba este año un gesto, aun simbólico, que demostrara a los del campo de golf y a la presidenta de la Comunidad lo que es conciencia ciudadana. Que la lección la hubieran dado ellos. Pues me consta la admirable implicación de Inés Sabanés en la vida madrileña. Sin ir más lejos, el miércoles fue arrastrada en volandas por miembros de la Policía Municipal, que además la han denunciado por desobediencia a la autoridad, junto a los concejales socialistas Óscar Iglesias y José Manuel Rodríguez Martínez. Su delito: participar en la protesta vecinal contra la tala de 140 acacias del paseo Virgen del Puerto por las obras de la M-30. Los medios la denominan motín. Pues ésos son los políticos que necesitamos: los que se amotinan en defensa de los árboles. Y necesitamos tantos ciudadanos concienciados que el motín se convierta en batalla. Pacífica, si la Policía Municipal lo permite.

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