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Columna
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Fiestas en Euskadi

Las fiestas no van a ser las mismas. Con la de fiestas que hay ahora -levantas una piedra o cortas un tronco y te salen por lo menos tres-, va y resulta que ya no se puede tocar el pasodoble Pakito el Txokolatero. Lo ha prohibido ETA. Y todo porque al bueno de Pakito (es un decir) se le ocurrió plantarle cara a quien hasta entonces le daba el txokolate. Con lo que molaba eso de sentarse en el suelo y hacer como se remaba o algo peor... Hombre, las quejas no se han hecho esperar. Por ejemplo, el consejero de Interior, Balza, declara no entender que se prohíba una canción aunque sea un pasodoble, quiero decir, que no puede asimilar que ETA haya expulsado a Pakito cuando todo parece indicar que dentro de la organización terrorista corren vientos similares a los que predicaba el Txokolatero: abandonar la lucha armada.

Hombre, al señor Balza no debería extrañarle que haya quien se extrañe de su extrañeza, porque la propia ETA ha dejado bien claro que su pretendida apuesta por dejar las armas pasa por no dejarlas, como siguen demostrando las bombas que pone por ahí, esta vez en Boroa. Pero es que además ETA tenía que expulsar a Pakito para dejar bien claro que sólo ella desde la cima de su poder está capacitada para decidir si hay o no que abandonar las armas, aun cuando estuviese pensando en, por lo menos, arrinconarlas (que tampoco). Todo ello sin mencionar que ETA necesita presentarse como un bloque en el que no cabe la fisura contestataria. Esté en la fase que esté y que, según parece, sólo a Zapatero le es dado saber cuál es, ETA necesitaría presentar su eventual abandono de la lucha armada no como una derrota -que era el pasodoble de Pakito: nos están dando y no podemos dar-, sino como una victoria; es decir, como la culminación de un proceso en el que la entrega de las armas representaría el acto simbólico de cierre de una etapa que ha concluido con la consecución de los objetivos por los que se luchaba.

Precisamente esta es la madre del cordero, por no decir del bolero (¿recuerdan el titulado Lo dudo?), ya que ETA para esfumarse necesita haber conseguido algo, a menos que el mago Zapatero sepa que tampoco quiere conseguir nada, lo que significaría que seguiría lanzando bombas como quien lanza cohetes para que no decaiga la fiesta. Absurdo, ¿verdad? Pues esa es la cara que se les ha quedado también a los de Elkarri. Elkarri ha pedido constantemente el cese de la violencia de ETA, pero a lo largo de su trayectoria no ha hecho sino acercarse a la llamada izquierda abertzale para sentarla en una mesa o en un folio, gracias a que manifestaba una comprensión muy amplia de las reivindicaciones políticas del conglomerado más o menos batasuno, algunas de las cuales incluso hacía más o menos suyas (el fuerte de Elkarri ha sido siempre la indefinición). Elkarri hizo del acercamiento entre todos -mesa para todos, folio para todos, o sea también para Batasuna- su razón de ser y ahora coge Batasuna y se la arrebata, me refiero a su razón de ser, al decirle que no cuenta con Elkarri para dialogar porque encuentra a Jonan Fernandez y a los suyos excesivamente sesgados. ¿Sesgado Fernandez con esa cara que tiene de no haber roto nunca un plato, por lo menos abertzale?

La culpa la van a tener estas fiestas en que anda suelto el kalimotxo y toda una juventud crecida, que a buen seguro revitalizará los festejos con bonitos fuegos de cajero y los no menos socorridos molótov mientras explican con toda la educación y buenos modales de los que son capaces que por orden de la autoridad competente queda prohibido hasta nuevo aviso tatarear el Txokolatero. Todo ello bajo la supervisión, como quien dice, de esas manolas de las Tierras Vascas que observan los toros desde la barrera (de sombra, son de sombra) y se abanican la pechuga con aires de superioridad y la comprensión de nuestro consejero de Justicia Azkarraga, que afirma no entender que se les investigue con la cara de buena salud y paz que ostentan. Pero, ¿cuándo ha entendido Azkarraga algo?

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