¿Qué piensan los musulmanes?
¿QUÉ PIENSAN realmente los ciudadanos de los países de mayoría musulmana del terrorismo islamista? Los partidarios del discurso del choque de civilizaciones evitan esta pregunta por miedo a que les estropee el argumento. Forma parte de aquellas omisiones que permiten pasar de una lucha antiterrorista racional al uso ideológico del terrorismo para implantar una estrategia concreta de seguridad. Por la misma razón pocas veces se recuerda que el terrorismo islamista ha causado muchas más víctimas en los países musulmanes que en Occidente. Si resulta que el enemigo es sólo una minoría de grupos radicales, altamente peligrosa pero cada vez más aislada, las estrategias belicistas de respuesta al terrorismo se hacen muy difíciles de justificar. Al mismo tiempo, ante la dificultad de entender un terrorismo-espectáculo, que suelta sus energías en acontecimientos que en realidad se agotan en sí mismos, la explicación en términos de diferencias de civilización y cultura puede ser confortante para algunos: la tranquilidad que da refugiarse en la eterna oposición entre nosotros y los otros.
No es fácil saber qué piensan los musulmanes, entre otras cosas porque muchos de los países en que viven carecen de algo tan elemental como es la libertad de expresión. Pero esta semana se ha presentado el informe del Pew Research Center de Washington sobre la percepción del extremismo islamista en la opinión pública de algunos países musulmanes -concretamente, Marruecos, Pakistán, Turquía, Indonesia, Líbano y Jordania- y occidentales, que puede ofrecer algunas pistas. Quizá la principal de todas ellas es que el apoyo al terrorismo suicida ha disminuido muy sensiblemente excepto en Jordania. En Marruecos, por ejemplo, en un año los que no encuentran ninguna justificación al terrorismo contra civiles ha pasado del 38% al 79%. En el mismo sentido la figura de Bin Laden está perdiendo carisma, aunque en Jordania y Pakistán todavía crece el número de sus adeptos. Y en todos estos países, menos en Jordania y entre musulmanes de Líbano, el extremismo islamista es visto, cada vez más, como una amenaza. Algo se mueve en el llamado mundo islámico.
Los cambios tienen también clave generacional y de género: los menores de 35 años tienen mejor opinión de Estados Unidos que sus mayores y las mujeres, que los hombres. En Marruecos, por ejemplo, el 53% de los jóvenes ve bien a los norteamericanos, por sólo el 45% de los mayores y el 52% de las mujeres, frente al 42% de los hombres. El diferencial de edad es mayor todavía en Pakistán -28% frente a 18%- y en Turquía -29% frente a 17%-. Lo mismo ocurre en Pakistán entre mujeres y hombres -28% frente a 17%-. La falta de expectativas que en algunos casos induce a comportamientos radicales, explica, en parte, que los jóvenes miren más a América. Probablemente, la subordinación de la mujer explique también su más positiva mirada al exterior. O sea que Estados Unidos sigue siendo odiado, pero menos.
Es interesante también la mirada entre las tres religiones del libro. En los países occidentales son mayoritarios los que piensan que unas religiones son más violentas que otras. Y entre estos hay unanimidad en considerar al islam como la más violenta. En los países musulmanes, evidentemente el violento es el judío. Sólo en Pakistán hay otra religión que compite en la reputación de violencia con el judaísmo: el hinduismo. El cristianismo en cambio sólo es visto como la religión más violenta en Turquía. Pero la fuerza del islam la expresa un dato: en Pakistán, en Marruecos, en Jordania e incluso en Turquía, la gente coloca la condición religiosa por delante de la condición nacional.
En cuanto a las causas de la violencia, la opinión se divide: en Líbano y Jordania se atribuyen principalmente a las políticas de Estados Unidos, en Marruecos y Pakistán, a la pobreza y falta de trabajo, y en Indonesia a la inmoralidad creciente en las conductas de los ciudadanos. Sólo en Turquía se destaca la importancia de la falta de educación.
En la diversidad y complejidad de estos países sigue habiendo rechazo y resentimiento contra Occidente pero la evolución de la opinión, lentamente, la acerca a los referentes de la democracia liberal y cunde la idea de que la democracia no sólo es deseable sino perfectamente posible en estos países (así lo ven, por ejemplo, el 80% de lo jordanos y el 83% de los marroquíes). Pero los pasos en falso de Estados Unidos pesan en las opiniones públicas: la guerra de Irak es el principal factor de apoyo al terrorismo suicida. El terrorismo islamista no ha agrandado la brecha entre Occidente y Oriente, no la ampliemos nosotros.
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