"Las causas perdidas siempre me han atraído"
Pregunta. Acaba de dejar la presidencia del Club Jaume I. ¿Era necesario?
Respuesta. No lo era, pero cada uno en su vida tiene varias etapas, y las entidades también. Convenía. Acabo de cumplir setenta años y de repente me encuentro enfadado con el mundo. La vida me está pasando factura.
P. ¿Qué clase de club es éste que admite a obispos y a masones?
R. Es un club muy pluralista, muy libre y liberal. Todas las opiniones con un mínimo de educación tienen cabida. Con la muerte de Vicente Rodríguez, que fue su fundador, languideció. Hace unos años me obligaron a hacerme cargo. Lo amplié bastante. Vino gente de derechas, de izquierdas, y con mucha educación y paciencia hemos conseguido que en una misma mesa se sienten amigos irreconciliables.
P. Usted estuvo en la cárcel. Por rojo.
R. Sí, y estoy contento. Mi adolescencia transcurrió en un chalet enorme de Marchalenes, un barrio pobre y obrero. Eso te marca. Ver la necesidad, ver el hambre. Yo era muy cristiano. Entonces o eras del Frente de Juventudes o eras de la Acción Católica. Y como no me iban las marchas militares, decidí ser de la Acción Católica. Conviví con todos aquellos tipos avanzados que no podían entrar en el PCE, porque si no estarían en la cárcel, y estaban en la HOAC [Hermandad Obrera de Acción Católica]. Al poco, Tomás Llorens, Vicente García y otros fundamos el Partido Socialista Universitario, y caímos.
P. ¿Dónde lo llevaron?
R. A Carabanchel. Fue mi universidad. Conviví con Julio Cerón, Antonio Amat Maíz, Luis Martín Santos, Simón Sánchez Montero, Luis Solana,... Eso me despertó. Salí de la cárcel, pero el coronel Aimar, el vengador del franquismo atroz y salvaje, me reclamó. Amenacé con huelga de hambre, pero como era hijo de papá no lo podían permitir. Me sacaron en libertad provisional a expensas del juicio. Y hasta la fecha. No sé si estoy en libertad de verdad o en libertad provisional.
P. No siguió en la política. ¿No lo tentaron?
R. Muchas veces, pero se me hacía la vida muy dura y muy difícil. Y me puse a trabajar en la construcción. El arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, me pidió que le controlara una promoción de viviendas sociales de Caritas, y ya me quedé en la construcción. Y luego llegó la democracia y fue muy bonito. Entré en el PSOE y me propusieron para puestos muy importantes, pero no acepté. Tenía que hacer mítines en contra, en parte, de lo que estaba comiendo. Pero sí entré en la Junta Central Fallera, donde cambiamos el reglamento e hicimos que las falleras mayores dejaran de ser elegidas a dedo. Años después dejé el PSOE. Cuando Felipe González defendió a Alfonso Guerra ante la corrupción de su hermano. La inmoralidad no se perdona a la gente de izquierdas.
P. Usted es un burgués culto. ¿Se lo ha perdonado la burguesía?
R. La burguesía no perdona nunca la traición. Aunque yo siempre he sido muy radical como cristiano y como político. Si tengo que decir algo, lo digo. Por ejemplo, una vez en el aeropuerto Manuel Fraga iba dando la mano a todos y yo no se la di. Luego me preguntó en el avión y le dije: no doy la mano a quien ha firmado sentencias de muerte.
P. ¿Se siente más libre ahora?
R. Me siento menos obligado. Ya no tengo que hacer concesiones a nadie. Me permito el lujo de rechazar. Amo la lectura, tengo hijos y nietos, disfruto con la música, la naturaleza y las puestas de sol.
P. ¿Y con el Levante UD?
R. Es una ilusión. Las causas perdidas siempre me han atraído.
EN DOS TRAZOS
Vicente Lluch de Juan (Valencia, 1935) es el único constructor valenciano que ha leído y traducido a Jean Paul Sartre. Su temperamento y su trayectoria rompen la leyenda negra de la burguesía valenciana. Siempre ha mantenido un hondo compromiso con su entorno y eso le llevó a la cárcel y a apoyar diversas iniciativas culturales como la editorial Prometeo. Aunque renunció a la política, nunca dejó su compromiso cívico, que encauzó en el Club Jaume I, del que ha dejado su presidencia con un emotivo homenaje. El hijo del abogado y escritor Luis Lluch Garín, ya ha rebasado la edad de la prudencia, aunque todavía calla más que habla.
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