Morir con dignidad
Durante los últimos días de este mes de junio he visto morir a un familiar en la planta 12 del hospital de la Seguridad Social La Paz, siguiendo minuto a minuto su agonía en una habitación compartida con otros dos enfermos.
En ningún momento se ha respetado su intimidad, ni la de sus familiares, ni la de los otros dos enfermos, situados a su derecha e izquierda, ni siquiera en las últimas horas cuando su final se acercaba, con los familiares velando sus últimos momentos, en medio de las melodías de los móviles, de las conversaciones de los otros familiares, del ruido de los cubiertos de la cena... En medio de la indignidad más absoluta.
Jamás he contemplado una falta de delicadeza tan inmensa ni había experimentado una indignación tan grande. Facilitar una muerte digna es lo mínimo que se le debe exigir a una Seguridad Social a la que este ser humano, por supuesto un trabajador de a pie, ha estado cotizando toda su vida.
Este viejo monstruo hospitalario con muchas de sus instalaciones desfasadas, y algunas de ellas tercermundistas como las Urgencias, carece, nos dijeron, de habitaciones donde pueda pasar sus últimas horas un ser humano rodeado de sus seres queridos. Me niego a creerlo y, si es así, me resisto a aceptar semejante falta de respeto.
Quiero dejar muy claro que los trabajadores, tanto enfermeras/os como el personal médico, tuvieron en todo momento un comportamiento y una delicadeza intachables y en ningún momento les puedo hacer, ni lo son, responsables de esta situación.
Hay que apuntar bastante más alto para encontrar a los culpables de estas situaciones.
La Comunidad de Madrid tiene asignadas las competencias en materia de sanidad, por lo que es a ellos a quienes hago responsables de su falta de humanidad y de respeto ante un acontecimiento tan trascendente en la vida de un ser humano como es la muerte.
No acepto de ninguna manera que me digan que esto es normal. Esto es brutal y denota una falta absoluta de sentimientos y una intolerable deshumanización del sistema sanitario.
Si algún responsable llega a leer esta carta y piensa responder con excusas o con las inaceptables justificaciones de siempre, que no lo haga, que se las ahorre y de inmediato tome las medidas necesarias para que nunca jamás, en ningún hospital, nadie viva de esta manera sus últimas horas y pueda morir con dignidad.
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