Ochocientos iraquíes mueren cada mes por los atentados de la insurgencia

Si la posguerra de Irak está resultando extremadamente dura, los últimos tres meses han sido de los más sangrientos. Sólo de mayo a julio han perecido una media mensual de 800 civiles y policías locales, según datos suministrados ayer por el Ministerio del Interior. En los seis primeros meses de 2005 han muerto 2.157 iraquíes. El número de atentados suicidas desde el 1 de enero se eleva a 136, incluido el triple ocurrido ayer cerca de la zona verde (donde se hallan las oficinas gubernamentales y la Embajada de EE UU) y en el que murieron dos personas.

El número de soldados estadounidenses muertos en ataques de la insurgencia se eleva a 306 en lo que va de año, incluido el fallecido el miércoles en un ataque contra una patrulla que repartía golosinas a unos niños en Nuevo Bagdad. El ministro del Interior iraquí, Bayan Jabr, calcula que los insurgentes han matado a 12.000 iraquíes desde que comenzó la ocupación, un dato que el propio Jabr considera aproximado.

La cifra de civiles muertos es un asunto delicado. Algunos critican a Estados Unidos por minimizar las cifras para no dar argumentos a los contrarios a la guerra. Algunas ONG elevan a 100.000 los muertos desde el inicio de las hostilidades. "Cualquiera de estos datos demuestran que son los civiles los que están pagando el precio", asegura Marc Garlasco, analista de Human Rights Watch.

El segundo problema del país es la escasez de electricidad y combustible, relacionado con la actividad insurgente, que impide la mejora de las infraestructuras y el aumento de las exportaciones petroleras. El primer ministro de Irak, el chií Ibrahim al Yafari, firmará la próxima semana un acuerdo energético con Irán para garantizar el suministro y sus exportaciones. Ese acuerdo con Irán, un país que Estados Unidos considera promotor del terrorismo, incluye la construcción de un oleoducto de 40 kilómetros entre Basora y el puerto iraní de Abadan.