Chispeante e irresistible Rossini
El director de escena checo David Radok (Praga, 1954) ha encontrado la solución a la eterna disputa sobre si El barbero de Sevilla debe tratarse como una comedia elegante o como una ópera bufa. Su acercamiento parte del sentido del humor que posee la música de Rossini. Piensa además que una de las bazas excepcionales del maestro de Pesaro es su capacidad de generar emociones y a la vez hacer reír.
Ha encontrado Radok un aliado de oro con el director musical Daniele Gatti y así mientras éste hace una lectura refinadísima, inventiva, ligera y hermosísima de la partitura rossiniana desde el hedonismo sonoro, Radok somete al espectador a una teatralización vitalista, marchosa, bailona, con ecos de comedia musical americana, divertida y chispeante, en que lo propiamente bufo -el personaje de Don Bartolo y, en menor escala, en de Don Basilio- son tratados desde la comicidad absoluta y el resto única y llanamente desde la alegría de vivir.
El barbero de Sevilla
De Rossini. Orquesta del Teatro Comunal de Bolonia. Director musical: Daniele Gatti. Director de escena: David Radok. Con Peter Mattei, Camilla Tilling, Luigi Petroni, John del Carlo, Alex Esposito y Giovanna Donadini, entre otros. Teatro Grand Saint-Jean. Aix-en-Provence, 11 de julio.
La locura organizada, que decía Stendhal, encuentra en espectáculos como éste su explicación más plausible. El ritmo de la representación es frenético, con vértigo pero sin desbordamientos. Deja boquiabierto al espectador el movimiento y uno comprende su precisión técnica cuando se entera que está detrás asesorando Hakan Mayer, el que fuera colaborador de Jiri Kylian antes de lanzarse al estrellato. Los figurantes son graciosísimos. Ya la obertura, con la presentación pintada y en vivo de los principales personajes, es imaginativa a la par que graciosa. La stretta del final del primer acto, con sus imágenes colectivas congeladas y cambiantes, es desternillante y no digamos escenas como la de pace e gioia del comienzo de la segunda parte, o la de después de la tormenta con un frenesí bailable de cantantes y figurantes realmente contagioso. Rossini así representado es, filologías aparte, divertidísimo, porque esa palpitación vital viene totalmente de la música.
Magnífica la composición del personaje de Fígaro a cargo del barítono Peter Mattei y de mucha clase la Rosina de Camilla Tilling. Contagiosa la comicidad de Luigi Petroni como Lindero y burlón el Bartolo de John del Carlo. Entre los secundarios Giovanna Donadini pasó por la ópera como un huracán.
Fue una representación endiablada en la escena, pero dulcificada, o complementaria si se quiere, con el trabajo magistral de Daniele Gatti al frente de una orquesta de Bolonia primorosa, que supo combinar con presteza el rigor con la agilidad, la ternura con el juego. Con unas y otras cosas, una noche inolvidable. Además, con temperatura agradable en el espacio campestre y mágico del Grand Saint-Jean a unos 20 kilómetros de Aix.
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