Decisión olímpica

Lo que no debería ser nada más que un acontecimiento deportivo, hace tiempo que se convirtió en un cruce de intrigas que tienen que ver con cualquier cosa menos con el deporte. Se levantan expectativas ciudadanas que acaban en desilusiones masivas por culpa de un proceso en el que intervienen algunos jefes de Estado cuya aportación al mundo del deporte se encuentra en batir el récord de apariciones en la prensa del corazón. Los comentarios y editoriales posteriores a la decisión acusan del resultado final a la política internacional de nuestro Gobierno por un tema, la guerra de Irak, que un día sí y otro también no es nada más que causa de sonrojo para cualquier persona civilizada.

El caso es que uno termina por contagiarse del mundillo que precede a la decisión y se entusiasma por la candidatura de su ciudad. Si se ha perdido por sacar a las tropas de Irak, como llegan a insinuar algunos, yo me siento completamente satisfecho, y espero que lo mismo ocurra a muchos otros. Para niño bueno ya tenemos a San Bob Geldof.