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Crítica:FESTIVAL DE AIX-EN-PROVENCE | 'Julie'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oficio e intensidad

Insiste, afortunadamente, el Festival de Aix-en-Provence en programar un título operístico del año, bien con honores de estreno como en los casos de Hozokawa o Eötvös en recientes ediciones, bien con el privilegio de la inauguración como en esta ocasión. El montaje de Luc Bondy para Julie es, en cualquier caso, una coproducción de La Monnaie de Bruselas (donde tuvo lugar el estreno absoluto el pasado 2 de marzo), las Wiener Festwochen (donde se podrá ver en 2006) y el propio festival de Aix, que acoge ahora media docena de representaciones. Entre Bruselas y Aix-en-Provence los repartos vocales y musicales han sido asimismo idénticos y coinciden con los del recién aparecido disco de esta ópera editado en el sello Cypres. La idea de alternar el repertorio tradicional con la última música escrita enriquece de una manera contundente la filosofía global y el alcance artístico y sociológico del festival que dirige Stéphane Lissner.

Julie

De Philippe Boesmans. Libreto de Luc Bondy y Marie-Louise Bischofberger, a partir de Señorita Julia, de Strindberg. Con Malena Ernman, Garry Magee y Kerstin Avemo. Orquesta de Cámara de La Monnaie. Director: Kazushi Ono. Director de escena: Luc Bondy. Escenografía: Richard Peduzzi. Festival de Aix-en-Provence, 8 de julio.

El eje de colaboración en los costes Bruselas-Viena-Aix no solamente facilita sino que en gran medida hace factible un proyecto de estas características. Otra cuestión es qué tipo de ópera, o de compositor, o de equipo de realización, hay que escoger para que una operación como ésta tenga un nivel suficiente de repercusión cultural. En este caso, las bazas que se han jugado parten del oficio y conocimiento de la música teatral del belga Philippe Boesmans (1936), que ya desde 1985 (la época de Mortier) es compositor residente de La Monnaie y cuya experiencia operística se eleva ya a cuatro títulos, uno de los cuales (Cuento de invierno, de 1999, en la época de Foccroulle) es incluso conocido en España, pues abrió temporada en el Liceo de Barcelona y se difundió por Internet de alta velocidad en bastantes universidades. En Julie, como entonces en Cuento de invierno, la adaptación y la dirección escénica son de Luc Bondy, cuya compenetración con el creador musical está fuera de dudas.

Conflictos

En Julie la atmósfera es dramática y concentrada desde el punto de vista de la evolución de los sentimientos. El texto de Strindberg se presta a una exploración profunda a través de la música: pocas situaciones, intensidad en el desarrollo de las mismas, carga trágica interiorizada. Boesmans reduce la anécdota al mínimo y se centra en la evolución de los conflictos personales, con todos sus perfiles entre el deseo, la duda y la angustia, para lo que se sirve de una orquesta de cámara dirigida magistralmente por Kazushi Ono, un maestro que siempre busca el camino más recto para desentrañar los abismos más escabrosos. Bondy prepara una atmósfera en la que la cotidianidad de los objetos domésticos o de los animales -un perro, un pájaro en su jaula- es bañada por un inquietante aire de misterio tan escalofriante como poético.

Deja Bondy el momento de la verdad a los cantantes-actores. Las dos mujeres -Malena Ernman, Kerstin Avemo: suecas por más señas- son fabulosas y se meten hasta las cejas en la ópera inspirada por su compatriota August Strindberg. El criado, Garry Magee, aporta la perversión de la escuela teatral inglesa. La tensión se mantiene en la hora y cuarto de duración de la ópera (otro punto importante en las creaciones contemporáneas: la duración. Los tiempos que vivimos no son los del Romanticismo o el Barroco). El lenguaje musical tiene sus fuentes en la continuación de la tradición: un pos-Berg, quizás un pos-Zimerman. No es Boesmans un investigador de sonidos pero sí un magnífico arquitecto teatral.

Con todas estas premisas, era lógico esperar que el espectáculo fluyese con naturalidad, como así fue, sin más pretensiones que las puramente dramáticas desde la música, sin necesidad de redimir el planeta desde la trascendencia. El público agradeció esta contención y aplaudió larga, muy largamente, deleitándose en la complicidad con los creadores.

Escena de la ópera <i>Julie,</i> de Philippe Boesmans, en el Festival de Aix-en-Provence.
Escena de la ópera Julie, de Philippe Boesmans, en el Festival de Aix-en-Provence.

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