Esencias gallegas en la ría de Ferrol
Del núcleo ilustrado de la ciudad coruñesa a las playas salvajes que la rodean
Galicia es el finisterre (el fin de la tierra) de España, y Ferrol, uno de los finisterres de Galicia. Quizá por eso es una ciudad poco conocida por el turismo, por allí no se pasa, hay que ir expresamente y pocos van. Pero merece la pena. El pueblo de pescadores y marineros que pasó a ser villa con el Fuero de Alfonso VII es hoy una ciudad de 85.000 habitantes, construida al abrigo de uno de los puertos naturales mejores del mundo, su ría. La ría de Ferrol es como una espada de agua de más de 12 kilómetros de largo clavada en la tierra, en la parte norte del llamado golfo Ártabro, descrito ya por los historiadores romanos.
A la altura de su empuñadura tiene un estrechamiento, entre los castillos de San Felipe y de La Palma -de uno a otro se tendía por la noche una cadena- que la hacía inexpugnable desde el mar. Desde que en 1726 el rey Fernando VI decidiera construir aquí la mayor base naval en su época, esta ría gallega asistió a un proceso de desarrollo ejemplar.Durante 40 años, de 1739 a 1779, brillantes arquitectos construyeron un gran arsenal, una ciudad y numerosas fortificaciones.
Los ingleses pretendieron en varias ocasiones conquistar la ciudad. El intento más importante fue el de 1800. La Armada inglesa, con cien navíos, desembarcó en la playa de Domiños -donde hoy los jóvenes exhiben sus cuerpos enfundados en neopreno sobre una tabla de surf, cabalgando sobre olas increíbles- a casi 15.000 soldados que pretendían rodear la ciudad. La exigua guarnición militar salió a campo abierto y, gracias al auxilio de los obreros de los astilleros y el arsenal -que fueron inmediatamente militarizados y armados- y de los paisanos del entorno rural, conocedores del terreno, hostigaron día y noche a las tropas inglesas en guerra de guerrillas en el monte Brión. Al tercer día, los británicos tuvieron que reembarcar, sin lograr tomar el castillo de San Felipe, su gran objetivo.
Como fruto de esta historia que une lo militar con la mano de obra, la ciudad conserva una gran tradición militar, marinera y obrera, y ha estado muchas veces en la vanguardia política de Galicia (sublevaciones republicanas en el siglo XIX y tradición de voto progresista). La ciudad, que es la octava en población de Galicia, encabeza el territorio Ferrol Metrópoli, que une las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal, con 22 municipios y 200.000 habitantes. Toda la zona se recupera de las heridas económicas causadas por la crisis del sector naval y uno de los objetivos es incrementar el turismo, sobre todo el turismo cultural. Desde hace poco, la Fundación Caixa Galicia ha abierto en Ferrol una nueva sede, que se ha inaugurado con la exposición Tierras, de Antoni Tàpies. La galería Sargadelos también tiene una nueva sede, que incluye sala de exposiciones. Y en diciembre se celebra un Concurso Internacional de Piano, que ya va por su 19ª edición.
Ciudad
¿Cómo puede el viajero conquistar Ferrol? Para empezar, con un simple paseo por las calles en cuadrícula del centro, el Ferrol de la Ilustración. Desde la plaza de Armas, donde está el Ayuntamiento y una poco conocida escultura taurina de Alberto, hasta la bella plaza de Amboaxe, siguiendo las calles de Dolores, Real, Magdalena, Sol o Igrexa, algunas de las cuales son sólo peatonales. Impresiona el perfecto trazado urbanístico; los edificios de cantería del siglo XVIII, provistos de galerías, y hasta 25 edificios catalogados de estilo modernista, a cada cual más original, junto a algunas casonas de indianos. Modernista es también la plaza de abastos de la Magdalena, conocida como la Pescadería, que merece visitarse, así como la vecina concatedral de San Julián y el teatro Jofre. Dominando los jardines de la alameda de Suances, propiedad de la Armada pero abiertos al público, está el Gobierno Militar y el parador. Se puede reponer fuerzas en el restaurante Pataquiña, uno de los mejores, o en encantadores cafés como el Cervantes, decorado con imágenes de veleros, o la cafetería del modernista hotel El Suizo, todos en la calle de Dolores. Otros edificios memorables son el Casino, la Casa Pereira o la Casa Mariño.
Ría
Desde el muelle comercial o de Curuxeiras salen cada media hora las lanchas que cruzan la ría hasta Mugardos, localidad marinera famosa por sus pescadores de pulpos. La travesía dura poco más de un cuarto de hora, pero merece la pena ir descubriendo la perspectiva de la ciudad según uno se aleja o se acerca a Ferrol. En verano, los catamaranes o golondrinas amplían su crucero a otras dos rutas: navegando por la ría, desde la bocana de cabo Prioriño Chico a Fene (de dos horas de duración), o la ruta de los Ingenieros del Rey, que avista todas las fortificaciones de defensa de la ría (de hora y media). Hace unos pocos veranos, esta ruta podía hacerse a toda vela en una goleta danesa construida en 1897. Es una pena que uno de los barcos emblemáticos de Ferrol, el Galatea, un velero que fue de 1922 a 1982 escuela de suboficiales de la Armada española, sea ahora la atracción principal del Museo Naval de Glasgow, en Escocia, donde lo han rebautizado como Glenlee. Durante 60 años, y siempre con base en Ferrol, el Galatea hizo más de 4.000 singladuras a vela y formó a miles de suboficiales españoles. Su mejor sitio de reposo hubiera sido el muelle turístico de Ferrol.
Playas
Además de las calas y playitas solitarias que hay en los mil recodos de la ría, a unos seis kilómetros de Ferrol hay una costa abierta, salvaje, batida por los vientos y las olas. La primera de las grandes playas es Domiños, con más de dos kilómetros de blanca arena y olas que son objeto de deseo de los amantes del surf. Esta bellísima playa cuenta con un pinar donde comer y sestear tras el baño. Pegada a Domiños, hacia el este, está otra playa hermosísima, la de San Xurxo, muy frecuentada por los pescadores deportivos -que tientan entre las olas a las lubinas-, y poco más allá, la playa de Covas, donde también se dan cita los surferos. El mar bravío hace que todo esté limpio e intocado.
Si seguimos hacia el este, llegaremos a la playa de Valdoviño y a los puertos marisqueros de Cedeira y Cariño. Cerca de Cariño, en el flanco oeste del cabo Ortegal, está el santuario de San Andrés de Teixido, donde una ermita cristiana santifica un lugar, un paisaje esplendoroso con acantilados de más de cien metros de altura, que ya fue venerado por los celtas, que arrojaban a la espuma eterna de las olas las cenizas de sus antepasados. En toda la zona abrupta que rodea el santuario, en la sierra de la Capelada, es costumbre no matar ningún animal. Dice la tradición que al menos una vez en la vida hay que peregrinar aquí, y que A San Andrés de Teixido va de muerto el que no fue de vivo. Los que no fueron de vivos van ahora en forma de pequeñas criaturas, a las que hay que respetar. Quienes van ahora ya tienen el trabajo hecho y de recuerdo pueden comprar una de las curiosas esculturas que hacen las paisanas con miga de pan coloreada con anilinas. Una, que parece un repollo, simboliza un buen pensamiento, y es que en Galicia, la realidad y la fantasía son muchas veces una misma cosa.
GUÍA PRÁCTICA
- Parador de Ferrol (981 35 67 20; www.parador.es). Almirante Fernández Martín, s/n. Habitación doble, desde 100 euros; en julio, agosto y septiembre, desde 135 euros.
- Hotel El Suizo (981 30 04 00). Dolores, 67. Ferrol. Bello edificio modernista obra del arquitecto Rodolfo Ucha. La doble en temporada alta, 66,10 euros.
Comer
- Pataquiña (981 35 23 11). Dolores, 35. Ferrol. Pescados y mariscos. Cocina gallega. Unos 20 euros.
- O Parrulo (981 31 86 53). Carretera de Catabois, 401. Ferrol. Unos 35 euros.
- En Mugardos, Cedeira o Cariño se pueden degustar el pulpo y otros mariscos en los muchos bares con los que cuentan estos puertos.
Información
- Turismo de Ferrol (981 31 11 79 y 981 33 71 31; www.ferrol-concello.es).
- www.turgalicia.es
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