El poder de la franquicia Al Qaeda
La organización terrorista se ha visto mermada, pero goza de un verdadero poder de resistencia
Desde el 11 de septiembre de 2001, los esfuerzos internacionales coordinados para detener a terroristas han descalabrado considerablemente a la organización Al Qaeda. Gran parte de sus dirigentes conocidos han sido capturados o asesinados. Las pruebas indican que la capacidad de Al Qaeda para traficar con dinero y armas se ha visto bruscamente mermada. El número de Estados dispuestos a albergar sus actividades (e incluso su presencia) está disminuyendo. Algunos incluso han empezado a hablar de los "vestigios" de la organización de Bin Laden. Pero la capacidad de Al Qaeda para inspirar a jóvenes musulmanes airados para que cometan atentados terroristas con el sello de la organización ha demostrado ser sorprendentemente sólida. Tal y como nos recuerda la inesperada violencia del jueves en Londres, la franquicia global de Al Qaeda goza de un verdadero poder de resistencia. Hasta las iniciativas más sofisticadas y decididas para abordar esa amenaza han tenido un éxito limitado, y los radicales islámicos -ya sea en Oriente Próximo, el sur de Asia, Europa u otros lugares- siguen planeando y perpetrando ataques.
No debe menospreciarse la sofisticación técnica de individuos altamente motivados
Desde Bali a Madrid, pasando por Londres, cada vez parece más probable que los jóvenes que no se entrenaron con Bin Laden en Afganistán y que carecen de una posición establecida en la jerarquía de Al Qaeda estén cometiendo atentados de cosecha propia bajo la bandera de Al Qaeda. Tras una serie de prominentes detenciones relacionadas con el terrorismo, las autoridades británicas acababan de bajar el nivel de amenaza terrorista de "grave general" a "sustancial". Sea justo o no, ahora esa decisión será analizada. La relajada valoración de la amenaza indica que las autoridades británicas no estaban escuchando la cháchara transnacional de larga distancia que (nos gusta creer) nos advierte de un próximo ataque. Pero es bastante posible que un grupo de islamistas que ya se encontraba en Gran Bretaña no necesitara la autorización de nadie fuera del país. Tal vez intentaran imitar o impresionar a Al Qaeda, más que actuar en su nombre. Los responsables de la lucha antiterrorista de Gran Bretaña serán el blanco de las críticas, pero últimamente han disfrutado de un éxito al que se ha dado mucha publicidad. En 2004 frustraron varios atentados en potencia contra objetivos británicos, inspirados tanto fuera como dentro del país, y capturaron literalmente a cientos de sospechosos. En marzo de 2004, la policía detuvo a ocho hombres en Londres y sus alrededores, y se incautó de media tonelada de nitrato de amonio para la fabricación de bombas, en lo que se definió como la mayor operación antiterrorista de su historia. Todos y cada uno de los detenidos eran ciudadanos británicos de ascendencia paquistaní.
Las empresas estadounidenses extremaron la seguridad en sus oficinas londinenses en agosto de 2004, tras las advertencias oficiales de la existencia de una trama de Al Qaeda para atacar instituciones financieras de la ciudad. Los bancos y empresas de Londres ya llevaban varios meses en alerta en respuesta a los avisos de que durmientes de Al-Qaeda que vivían en Gran Bretaña podían atacar objetivos económicos con coches bomba. El centro de Londres y el distrito financiero de Canary Wharf fueron identificados como los dos principales objetivos de los terroristas para intentar perjudicar al comercio británico. Esos atentados todavía no se han materializado. Los servicios de seguridad británicos revelaron en noviembre de 2004 que habían destapado una trama para perpetrar "un atentado terrorista similar al del 11-S", con aviones dirigidos al aeropuerto de Heathrow y al distrito de Canary Wharf de Londres. Se descubrieron unos elaborados planes para dicho asalto en un manual en un campo de entrenamiento de Al Qaeda en Kandahar, Afganistán. En el documento se describía cómo construir una furgoneta bomba dirigida por control remoto; incluía una nota garabateada que insinuaba que el objetivo era Moorgate, en el centro del distrito financiero de Londres.
Hasta el siete de julio de 2005, esas detenciones y esos atentados frustrados parecían un impresionante historial de lucha antiterrorista eficaz. Pero aunque su éxito da muestra de una extraordinaria labor policial, también nos recuerda que un elevado número de radicales islámicos dentro de Gran Bretaña han estado ocupados planeando mortíferos ataques en el corazón de una de las ciudades más abarrotadas del mundo. Las detenciones también revelan que a los funcionarios antiterroristas se les da mejor descubrir a terroristas con una conexión directa con el extranjero. El erradicar a los yihadistas locales que planean atentados por su cuenta es un desafío mucho más complejo. ¿Por qué apuntan los atentados de Londres a que los responsables podrían ser grupos locales? Esta serie de ataques sincronizados indica un grado de planificación que concuerda con una prolongada estancia en Gran Bretaña. Y los funcionarios británicos, que controlan las comunicaciones internacionales de los sospechosos de terrorismo, no parecían haber recibido ningún aviso previo sobre la violencia que se avecinaba. La declaración de autoría de los atentados por parte de este grupo antes desconocido carecía de la habitual sofisticación retórica de Al Qaeda.
Pero no debe menospreciarse la sofisticación técnica de un pequeño grupo de individuos altamente motivados, y tampoco los retos logísticos y obstáculos legales que comporta realizar un seguimiento de algunos supuestos terroristas integrados en la gran comunidad musulmana de Londres. No obstante, ése es precisamente el desafío al que siguen enfrentándose los funcionarios de Londres y docenas de grandes ciudades de todo el mundo. Y ésa es la fuente constante del poder de resistencia de Al Qaeda: su capacidad para motivar a otros para que hagan lo que a su base tradicional cada vez le resulta más difícil conseguir. Es difícil culpar a las autoridades británicas por su historial de lucha tras el terror del 11-S. En la actualidad, Al Qaeda posee una capacidad considerablemente menor que hace cuatro años, y los funcionarios antiterroristas británicos merecen un gran reconocimiento por ello. Pero en las grandes ciudades de todo el mundo (Londres, París, Moscú, Washington, Nueva York y otras) las autoridades están descubriendo que el daño infligido a "Al Qaeda, la organización", no ha aminorado el crecimiento de "Al Qaeda, la idea".
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