Turquía, del Kurdistán a Estambul
En los meses de julio y agosto coinciden en Cartagena, de la mano del Festival La Mar de Músicas, y en León, en el MUSAC, tres exposiciones que nos acercan de modo muy diverso a Turquía. En Cartagena se pueden ver dos trabajos fotográficos, el de Djan Seylan, fotógrafo nacido en Suiza de padre turco, sobre la ciudad de Estambul, y el de Tevfik Ataman, fotógrafo nacido en Turquía pero afincado en Francia, con un trabajo de recreación de la iconografía y las fábulas orientales. Estos dos trabajos se sitúan claramente en esa tendencia que tiene Occidente a consumir las culturas que le resultan extrañas o por decirlo más claramente exóticas. El arte ha mostrado una capacidad extraordinaria para explorar/explotar ese exotismo ligado al otro y la fotografía tiene una larga tradición en dicho sentido.
TEVFIK ATAMAN
'Los Otomanos'
Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Cartagena
Hasta el 31 de agosto
DJAN SEYLAN
'Estambul y vuelta'
Muralla Bizantina. Cartagena
Hasta el 31 de agosto
FIKRET ATAY
'Sonidos lejanos'
MUSAC. Avenida de los Reyes
Leoneses, 24. León
Hasta el 21 de agosto
Una de las manifestaciones más claras de esa tradición es la del fotógrafo viajero, y ahí es donde se sitúa la obra de Djan Seylan. Muy influenciado por Cartier-Bresson, Seylan es un fotógrafo viajero que consciente y explícitamente necesita el viaje y el encuentro con el otro para realizar su trabajo, una obra teñida de romanticismo, en la que las imágenes se construyen a partir de una estetización de la realidad. Y esto es así hasta el punto de que en esta exposición, en la que se agrupan fotografías realizadas en sucesivos viajes del autor a Estambul desde 1957 a 2004, lo que vemos es una ciudad que parece detenida en el tiempo y en la que apenas percibimos cambios entre imágenes que se han tomado con más de cuarenta años de diferencia.
Tevfik Ataman presenta una exposición que titula Los Otomanos y que agrupa tres series realizadas sobre la misma temática: 'La medida del tiempo', 'Composiciones' y 'Los Otomanos'. El procedimiento que sigue Ataman es realizar montajes, a manera de pequeños decorados, en los que combina documentos, fotos y grabados antiguos, postales, elementos naturales, objetos o signos abstractos que luego fotografía. El comisario de la exposición, Bernard Plossu, otro destacado fotógrafo viajero, llama a estas imágenes fotofábulas. Se trata de una recombinación de elementos básicos, y hasta cierto punto recurrentes, de la iconografía turco-oriental, con referencias a la tradición narrativa y a sus personajes, en fotografías de tonos sepias o coloreadas llamativamente que remiten a un ejercicio de recreación nostálgica de la tradición.
En unas coordenadas totalmente distintas se sitúa el trabajo en vídeo de Fikret Atay, un artista con una importante trayectoria en los últimos años y cuyo trabajo también ha podido verse el pasado mes de junio en la sala Rekalde. A diferencia de los dos fotógrafos anteriores, Atay no aborda las diferencias culturales desde la contemplación sino desde la tensión y la dialéctica, con un trabajo tremendamente interesante y complejo en su percepción de la realidad socio-cultural de un territorio. Dicho territorio es Batman, una ciudad kurda en la frontera entre Turquía e Irak, sometida a una fuerte tensión política y militar, y afectada además por los intereses económicos que se derivan de la extracción de petróleo en la zona. Fikret Atay nació en Batman y ha elegido seguir viviendo allí y realizar todo su trabajo artístico a partir de la realidad de esta ciudad. Como él mismo afirma, "vivo en una ciudad donde es prácticamente imposible hacer arte", y es precisamente la profundización en esas condiciones de vida la que nutre su trabajo creativo.
En el MUSAC se presentan cuatro de sus vídeos: Bang, Bang (2003), Fast & Best (2002), Rebels of the Dance (2002) y Tinica (2004). Todas sus obras presentan una puesta en escena aparentemente sencilla y con un estilo cercano al de un amateur, pero están construidos a partir de una elaborada elección del encuadre y de una planificación austera pero muy trabajada que resuelve mediante un único plano secuencia.
En Bang, Bang cuatro niños
juegan a dispararse entre dos trenes estacionados. El vídeo está realizado cámara en mano siguiendo los movimientos de los niños como si se tratara del trabajo de un reportero de televisión. El realismo de las acciones de los niños está remarcado así por la referencia visual al reportaje de guerra, transmitiendo una tensión violenta donde el juego de estos niños y la realidad que los rodea parecen confundirse. En Rebels of the dance vemos a dos jóvenes dentro de un cajero automático interpretando una canción apenas comprensible mientras ejecutan algunos movimientos de una danza tradicional. La presión del proceso de globalización sobre la cultura local, específica, se ve reforzada en este espacio cerrado, que parece una celda, por la presencia silenciosa del cajero y por el plano elegido que se asimila al de una cámara de vigilancia. En Fast & Best vemos a un grupo de jóvenes en un entrenamiento preparatorio para una competición de danza tradicional kurda. El plano de la cámara sólo capta a los jóvenes de cintura para abajo. La elección de este encuadre, que recalca la uniformidad con que van vestidos los bailarines y centra la atención sobre el ritmo rápido y repetitivo de los pies, nos transmite la sensación de estar ante un desfile militar más que ante un baile tradicional. En Tinica un joven toca una batería que ha montado con materiales de desecho como un cubo, tapaderas y varias latas. Está situado al borde de un barranco desde el que hay una vista panorámica de los bloques de viviendas de la ciudad. La cámara gira en torno al joven mostrando al fondo los edificios. Al acabar de tocar arroja los materiales que constituían la batería por el barranco. Aparecen condensadas en este trabajo las referencias al desecho industrial, a la música de consumo, a la violencia del proceso de mundialización y al sueño occidental.
Los vídeos de Fikret Atay tienen un sentido de autenticidad e inmediatez con respecto a la realidad de la que parten que los convierte en particularmente eficaces a la hora de registrar e identificar los elementos que conforman una cultura local, tanto como para reflejar las estrategias de transformación, resistencia y expansión de las formas culturales como expresión de conflictos más globales.
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