_
_
_
_
_
Crónica:TOUR 2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un hombre de otro planeta

Armstrong pone la primera piedra de su séptimo Tour al doblar a Ullrich en una contrarreloj vertiginosa ganada por Zabriskie

Carlos Arribas

Estaba Ivan Basso, hermoso, sensible, derrotado, desgranando una lista: "Botero, Vinokúrov, Ullrich, Mayo... ¿Cómo ha quedado Mayo?..." Estaba buscando un consuelo, dónde agarrarse: "Tengo que comparar mi tiempo con el de otros que lucharán por la clasificación general", decía; "en ese sentido, estoy contento".

Dijo muchos nombres. No citó a Lance Armstrong.

"¿Qué pasa?", le preguntó un bruto; "¿es Armstrong de otro planeta?".

Basso, sonriente, amable, empezó a pedalear despacio hacia su autobús. "Ya veremos, ya veremos", repetía, evasivo; "ya veremos".

"Es de otro planeta, sí o no?, insistió el bruto, ahora impaciente.

Acosado, Basso miró a los ojos al interrogador y, por fin, concedió: "Sí, Armstrong es de otro planeta".

Más información
"El Tourmalet huele a oxígeno"
Unas gafas en el paso del Gois
¡Zabriskie!
El belga Tom Boonen gana al sprint la segunda etapa del Tour

Sólo hicieron falta 19 kilómetros del Tour de 2005 para que Basso, quizá el ciclista con más posibilidades de rivalizar con Armstrong por el triunfo final, llegara a tan desalentadora conclusión; 19 kilómetros que son más que un prólogo y menos que una contrarreloj típica, recorridos a velocidad récord por la llanura del Oeste francés, junto al Atlántico, viento de espaldas; 19 kilómetros en los que Armstrong encontró tiempo para doblar a Jan Ullrich, el alemán tremendo, un mazacote cuadrado, hinchado, casi amorfo, partido un minuto antes, pero no para ganar la etapa, que por dos segundos fue cosa de otro norteamericano, David Zabriskie, especialista de Salt Lake City, compañero de equipo de Basso, ex compañero de Armstrong. Entre los dos y el pelotón, un océano.

Armstrong puso con grave solidez la primera piedra de su séptimo Tour o, como dijo Laurent Jalabert, más torero, comentando la jugada en televisión: "Clavó la primera banderilla a la competencia". Pero, sorprendentemente, no ganó la contrarreloj más rápida de la historia del Tour -Zabriskie se marcó una media de 54,676 kilómetros por hora y borró de la lista una marca mítica: los 54,540-, ni, por lo tanto, consiguió el maillot amarillo. Dos logros que, quizá, se le escaparon por culpa de un pedal resbaladizo.

"Sí, creo que sí. Creo que allí se nos fue la victoria de etapa", concedió Johan Bruyneel, el director del Discovery, el belga tranquilo que sigue a Armstrong manejando el coche, susurrándole por el pinganillo tiempos, referencias, sensaciones...

Fue un incidente mínimo. Le ocurrió a Armstrong nada más descender la rampa de lanzamiento, empujado por los pulgares elevados y la sonrisa radiante con que su Sheryl Crow le dio los últimos ánimos desde la barrera. Fogoso salió Armstrong y, a la cuarta pedalada, ¡zas!, el pie derecho, tan fuertemente apoyado sobre el pedal, salió disparado hacia atrás. Rumor de sillas removidas en la sala de prensa. ¿Presagio? ¿Señal divina? No hubo periodista que inmediatamente no diese con su titular: algo así como "Armstrong parte con mal pie a la conquista del séptimo" o peor. Pero... no, no era eso. Inmediatamente, Armstrong recuperó el pulso, hincó otra vez la hendidura de su cala en la cuña del pedal e, inmutable, puso en marcha el molinillo. A 110 pedaladas por minuto, recorrió rectas infinitas trazadas entre campos de ostras, salinas artesanales, campos de patatas de las marismas saladas, entre miles de aficionados que convirtieron los apacibles lugares en improvisado salón de la caravana. Y, a su frente, en su punto de mira, un punto magenta, el pobre Ullrich.

Faltaban cuatro kilómetros. El plano aéreo de la televisión ofrecía una visión terrorífica, la caza del zorro por lo menos. Ullrich, solo, delante. Detrás, a 50, 30, 20 metros, Armstrong. Y, pegados a su espalda, como una jauría, no menos de 12 motos de fotógrafos y cámaras, dos o tres coches también. Y en el suyo, con el corazón al borde de los labios, pero intentando hablar tranquilo, Bruyneel. Susurraba: "Tranquilo Lance; no te aceleres, no sprintes, no cambies el ritmo. Lo tienes ahí. Lo vas a doblar, seguro. Calma, es tuyo".

"He vivido esos momentos gloriosos antes", explicó Bruyneel luego con una sonrisa; "y sé lo que se siente. Y sabía que tenía que decirle eso a Lance, que tenía que doblarle a la perfección".

A Xabier Zandio, de Pamplona, que corre en el Illes Balears, le dobló Zabriskie. "Fue como si yo fuera en un 600 y él en un Ferrari", contaba. No muy lejana a esa descripción debió de ser la sensación padecida por Ullrich, quien, cuando le pasó Armstrong, giró la cabeza dolorosamente ante el hombre de otro planeta.

El mejor español fue Igor González de Galdeano, décimo, a 1m 6s de Zabriskie. El último, Mayo, 175º, a 3m 15s.

El estadounidense David Zabriskie, primer líder del Tour, en el momento de efectuar su salida en la contrarreloj inicial.
El estadounidense David Zabriskie, primer líder del Tour, en el momento de efectuar su salida en la contrarreloj inicial.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_