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Crítica:POP | Miguel Bosé
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Frío

Rayando la cincuentena, una edad siempre peligrosa para quien se dedica a un negocio diseñado para jóvenes artistas y joven público, Miguel Bosé ha decidido reinventarse a sí mismo con un disco, Velvetina, en el que la electrónica y el baile envuelven ese tono habitual de Miguel en el que, a fuerza de querer ser extremadamente personal, resulta enormemente críptico y casi inaccesible a base de mensajes cortos, pasionales y enigmáticos.

Con algo más de medio aforo lleno y gente muy conocida en las primeras filas de asientos, Bosé presentó su espectáculo, basado en su mayor parte en el disco citado, en medio de unas claves tan frías que, aunque se agradecía con el calor reinante, realmente no contribuyó excesivamente a comunicar todo lo que el cantante hubiera deseado.

Miguel Bosé

Miguel Bosé (voz), Mikel Irazoki (bajo y dirección musical), Pedro Andrea y David Palau (guitarras), Yuri Nogueira (percusión), Alfonso Pérez (teclados y coros), Fernando Ortí (teclados y programaciones) y Hellen de Quiroga (coros). Palacio de los Deportes de la Comunidad. Madrid, 30 de junio.

La escenografía en grises recordaba tanto un invernadero como una mampara de ducha o un muro de pavés. Dentro, los músicos, que combinaban sus esfuerzos instrumentales con gran número de pregrabados, daban soporte musical a un Miguel en vaqueros -qué bien le siguen quedando- que bailó de modo extraño y esquemático a lo largo de todo el concierto.

Una primera tanda de canciones -Tu mano dirá, Ojalá ojalá, Gulliver y Mirarte- marcó el tono de la actuación y, a partir de ahí, fue muy difícil introducir en él otros colores o matices más cálidos. Habló Bosé de que numerosas claves quedarían descifradas merced a las canciones a lo largo del concierto y dedicó una andanada de antibelicismo a los sones de La tropa del rey, que fue completada con Mientras respire y la extraña Hey Max. Tras ellas, narró Bosé la anécdota de cuando su padre quiso hacerle perder la virginidad y transformóse la historia en una loa a los libros del Capitán Trueno.

Bambu y Morena mía, también referida esta última a una relación del cantante con una mujer por la que les tacharon a ambos de perversos, sirvieron para estrechar puentes con el material antiguo y conocido de Miguel, pero ambas canciones también venían teñidas del frío que mandaba sobre todo el espectáculo.

Tras ellas, May day y Si tú no vuelves dieron pie a presentar a la banda e introducir los temas Nena y Sevilla, quizá este último el momento más cálido de una velada que habría de concluir con Te comería el corazón, Olvídame tú y Nada particular. Después llegarían los bises, entre los que cabe distinguir Bandido y Te amaré, con la que el cantante se despidió.

Miguel Bosé, durante su actuación el jueves en Madrid.
Miguel Bosé, durante su actuación el jueves en Madrid.EFE
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