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Reportaje:

Confort multicultural

Abre sus puertas en la avenida de América un hotel envuelto en poemas y diseñado por arquitectos de cuatro continentes

El esfuerzo y los riesgos que asume en Madrid el conjunto del sector hostelero, desde Puente de Vallecas hasta Chamartín, se vio rubricado ayer con la apertura parcial de un hotel singular. En esta ocasión se sitúa en el noreste de la capital madrileña, en el arranque mismo de la avenida de América, junto a la ruta que conecta la ciudad con el aeropuerto de Barajas, jalonado ya por otros y muy recientes recintos hoteleros. Su personalidad reside en la entidad multicultural de su aspecto exterior y de su ornamentación interior.

El hotel Puerta de América, que así se llama el flamante recinto, presenta la particularidad de haber convocado para su construcción hasta 3.000 operarios de 27 nacionalidades distintas y, entre sus arquitectos y diseñadores, una pléyade de 19 profesionales procedentes de cuatro continentes.

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Estudios de arquitectura o diseño vinculados a los nombres de la iraquí Zaha Hadid, los británicos Norman Foster y David Chipperfield, el francés Jean Nouvel, el israelí Ron Arad, el japonés Arata Isozaki o los españoles Victorio y Lucchino y Eva Castro, junto con el catalán Javier Mariscal, entre otros profesionales de nombradía, han concurrido en el diseño personalizado del nuevo edificio.

Cada uno de ellos recibió el encargo de proyectar las 30 habitaciones de cada una de sus 13 plantas, así como las zonas comunes, restaurante, bar, jardines, iluminación, garajes y estructura del nuevo hotel, cuya fachada presenta la singularidad de su llamativa policromía, visible desde muchos kilómetros de distancia. Además, en su revestimiento exterior, forrado de lienzos azules, granates, naranjas, amarillos y rojos, se ven inscritos fragmentos del poema Libertad, del surrealista francés Paul Éluard, en numerosos idiomas.

La primera impresión que recibe el visitante es un pequeño homenaje a la arquitectura rural madrileña, con un tapial hecho con piedra oscura similar a la de las casas de la sierra norte, que circunda el acceso lateral del hotel desde la avenida de América. Al poco, el visitante descubre que la entrada en rotonda consiste en un muro semicircular de piedra, cuyo ideador ha desdeñado las consabidas puertas acristaladas para emplazar dos huecos de sencillez austera.

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El primer chispazo de lujo evidente surge en el bar, proyectado por Marc Newson, que consta de un mostrador corrido de unos siete metros de longitud, tallado en una única pieza en mármol blanco de Carrara, con suntuosas vetas grises. Su peso es de siete toneladas.

Cada planta brinda una sorpresa propia. En la primera, Zaha Hadid ha suprimido cualquier tipo de arista para dar paso a caprichosas formas, casi todas bañadas de un color blanco cristalino que transparenta incluso los baños, de muros indistinguibles disueltos en el intenso blanco de sus paramentos. Eva Castro y Holger Kehne, por el contrario, han optado por las formas poliédricas de acero inoxidable y cristal, mientras Victorio y Lucchino apuestan por ornamentaciones que comprenden desde exedras egipcias hasta tapices distintivos de cada habitación. David Chipperfield se inclina por el color negro y losetas determinantes de distintos niveles, siempre en la proporción 7 por 21.

Javier Mariscal ha dejado su impronta de inocencia y colorido en la planta undécima, justo debajo de las suites surgidas del magín de Jean Nouvel, artífice de otros edificios singulares madrileños.

Desde los ascensores panorámicos, la vista de Madrid procura al huésped el gozo de saberse dentro de un fanal donde todos los espacios brindan un juego incesante de confort, amenidad y belleza.

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