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Columna
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Cultura y propaganda

Me encuentro entre los valencianos a los que el nombramiento de Lorin Maazel como director del Palau de les Arts no les ha producido ninguna alegría. Es más, creo que la firma de este contrato supone una mala noticia para la Comunidad, pues confirma los peores temores que albergábamos sobre la insensatez de nuestros gobernantes. Es probable, sin embargo, que para las personas, amantes de la música, el hecho suponga un motivo de satisfacción e, incluso, por qué no, de orgullo. El indudable prestigio de Maazel podría convertir el Palau de les Arts y la propia ciudad de Valencia en un espacio musical de referencia, como se ha dicho con reiteración al comunicar el nombramiento. Pero deberíamos preguntarnos si ello, en los actuales momentos, es una necesidad para los valencianos.

La designación de Maazel confirma que la política cultural de la Comunidad Valenciana no ha variado un ápice desde la época en que gobernaba Eduardo Zaplana. Es decir, la Comunidad Valenciana continúa, al día de hoy, sin tener una política cultural. En este sentido, no hemos avanzado nada y, lo que resulta más preocupante, no existe el menor indicio de que esta línea vaya a cambiar. Está claro que, para el Gobierno valenciano la cultura no es más que un elemento de propaganda, donde, en ocasiones, confluyen ciertas apetencias de carácter personal. La contratación de Maazel, como el anuncio del festival que dirigirá Zubin Metha, caminan en la misma dirección. Se promueven los grandes espectáculos para crear, a través de ellos, una idea ilusoria del estado cultural de la Comunidad. En este aspecto, vivimos una ficción que contrasta, pongamos por caso, con la realidad del presupuesto que cada año se dedica a la música valenciana. La ineficacia, enorme, del consejero Font de Mora para enfrentarse a los problemas de la cultura no es sólo una cuestión personal, sino que responde a un planteamiento del Gobierno.

Pero hay más. En las circunstancias económicas que vive la Generalidad actualmente, la firma del contrato de Maazel -del que, por cierto, aún no se conoce su cuantía- es una noticia que nos debería preocupar. La sensación de que los valencianos vivimos por encima de nuestras posibilidades se hace cada vez más evidente. No tenemos dinero y nuestra deuda aumenta sin cesar: en el primer trimestre del año, se ha incrementado en 193 millones de euros, como se dijo hace unos días. En estos momentos, somos la región más endeudada del país en relación con el Producto Interior Bruto. Estamos financiando el gasto corriente con deuda pública a largo plazo. Y es en esas circunstancias que contratamos a Lorin Maazel o nos gastamos 300.000 euros en una gira del Ballet Nacional de Cuba.

Creer que esta política no tiene un precio, sería una ingenuidad. Lo tiene y muy elevado. Cuando las inversiones que se realizan no son de carácter productivo, sino que se destinan a la propaganda, el coste de ésta es muy elevado. Y alguien debe pagarlo en algún momento, pues la propaganda, aunque pueda parecerlo, nunca es gratis. Por ejemplo, deben pagarlo los fabricantes de calzado, para quienes se diseñan excelentes planes de competitividad... que no pueden ejecutarse por falta de dinero.

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