Fraga ha comunicado a Rajoy que quiere continuar incluso como líder de la oposición
La dirección del PP pretende una "sucesión ordenada y sin prisas" de su presidente fundador
Manuel Fraga ha comunicado a Mariano Rajoy, presidente nacional del PP, su intención de mantener el liderazgo de ese partido en Galicia y en su Parlamento autónomo, aunque -como ayer ocurrió y como reconoció Federico Trillo poco después de la medianoche- los votos de los emigrantes le dejen en la oposición. Poco antes, el propio Fraga aseguró que estará "siempre al servicio de Galicia". Donde le "toque". Rajoy ha asumido esa voluntad de Fraga como la mejor solución y da por hecho que su presidente fundador quedará como portavoz del PP en la oposición. A partir de ahí, la dirección del PP desearía una "sucesión ordenada y sin prisas" de Fraga para situar las urgencias en las elecciones municipales de 2007.
Ahora lo urgente es esperar. Ésa parece ser, una vez más, la estrategia de Mariano Rajoy al encarar el futuro del PP gallego. Ayer tocó esperar a que el escrutinio fuera definitivo. A partir de hoy tocará esperar a la formación del Gobierno de coalición entre el PSdeG y el BNG que presidirá Emilio Pérez Touriño. Después habrá que esperar (o desear) que el reparto de carteras entre los dos socios no sea pacífico y luego esperar que la cohabitación sea difícil. Y, finalmente, esperar que Manuel Fraga, que cumplirá 83 años en noviembre, ejerza como líder de la oposición en plena forma y muestre su rechazo, sobre todo, a aquello que signifique un avance hacia el nacionalismo por parte del Bloque.
En esa espera pueden surgir, como mínimo, dos imprevistos. El primero es que estallen ya las discrepancias entre los dos sectores del PP gallego en busca de mejorar posiciones para la siempre pospuesta sucesión de Fraga. El segundo, que el nuevo Gobierno de la Xunta encuentre algún trapo sucio en la ejecución de 15 años de mayoría absoluta. Este imprevisto puede, además, agravar la explosión del primero.
En todo caso, Fraga quiere seguir y pilotar, a su modo, la sucesión. El mejor método, según la dirección nacional del PP, es que del ejercicio de la oposición vayan surgiendo los mejor situados para la sucesión de Fraga y que toda la organización se vuelque en minar la acción del nuevo Gobierno de la Xunta y en preparar las elecciones municipales.
Eso es lo que ocurriría en el mejor de los mundos, según admiten en el PP, ése en el que habitan los deseos. En el de la realidad crecen las voces, en Galicia y en Madrid, a favor de un congreso extraordinario que zanje ya la sucesión de Fraga. Y que ese congreso se haga ya para que todas las discrepancias surjan y se solventen cuanto antes.
Tal solución quirúrgica fue desechada por Rajoy el verano pasado, cuando Fraga le planteó que quería presentarse como candidato a la reelección. Y ha sido, de nuevo, rechazada ahora.
El lunes 20, tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP, Rajoy sólo dejó una puerta abierta a hablar de la sucesión a corto plazo: que el escaño 38 cambiara de manos y diera, de nuevo, la mayoría absoluta a Fraga. Si no, en ningún caso. En la oposición, según su criterio, hay que mostrar un PP unido y decidido a ganar en 2007 más ayuntamientos gallegos que en 2003. Embarcarse en un congreso extraordinario, según la dirección nacional del PP, sólo facilitaría el arranque del Gobierno de coalición al situar el foco informativo en la nueva oposición popular y en sus peleas de familia.
Los que creen, por encima de todo, en la capacidad de Fraga mantienen que, en el Parlamento gallego, puede resultar especialmente incómodo a Emilio Pérez Touriño. Si no hubiera un agitado mar de fondo en el PP gallego, en esa hipótesis ideal Fraga se ocuparía de los principales cara a cara con el nuevo presidente y sus hasta ahora dos vicepresidentes, Alberto Núñez Feijoo y Xosé Manuel Barreiro, de coordinar todas las tareas de oposición. En ese esquema idílico podría ser de ayuda externa Xosé Manuel Beiras, el anterior líder del BNG, con quien Fraga llegó a trabar cierta amistad y quien tiene además alguna diferencia que saldar con Anxo Quintana, probable vicepresidente de la Xunta.
Otro escenario menos idílico, tal como cuentan diversos dirigentes del PP, permite vislumbrar a un Fraga malherido por la pérdida del poder, con un partido abierto en guerra cainita entre el birrete y la boina, y con el riesgo de que la inacción de Rajoy le pase factura por no haber puesto orden en Galicia a tiempo.
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