Las sacas
En los trazos de nuestra letra está lo que somos. Siempre hay huecos en las altas paredes de las consonantes, escondrijos en los pontones de la eme o zonas secretas en las cuatro aes de alcantarilla. Al escribir, en la caligrafía, como reza un poema de exilio de Lorenzo Varela, aramos sobre nuestros huesos. Por eso, por muy poco que se escriba, aunque sea sólo un nombre, una dirección, y un remite en un sobre, ese sobre nos lleva dentro. Así que miles de personas permanecen metidas en sacas de Correos en las dependencias de la Audiencia de Pontevedra hasta ser liberadas el lunes.
Todos sabemos que había formas mucho más razonables para que los emigrantes gallegos ejercieran el derecho a voto que, por ley, les corresponde. No es ese derecho lo que debería ponerse en cuestión. ¡Qué moda caníbal la de comerse los derechos de los demás! La votación directa en consulados o lugares habilitados, constituida mesa electoral y mediante urna, el mismo día que se votó en Galicia, nos habría ahorrado todo este tiempo de sospecha. Pero los que se negaron al mejor procedimiento democrático son los que ahora andan sembrando cizaña en las líneas postales. Ya lo han insinuado. Si se confirma la pérdida por la derecha del escaño de Pontevedra, que decide la mayoría parlamentaria, la culpa no será de los votos. ¡Será de Hugo Chávez! Ya me parecía que había algo raro en los resultados electorales en Galicia. ¿A qué responde esa insólita caída de votos en Vilalba, patria chica de Fraga? ¿Qué ocurrió en la mítica Muxía, que Aznar había sacado del rincón de la historia para situarla en las Azores? Es más. ¿Dónde estuvo el susodicho Chávez entre el 3 y el 19 de junio del presente mes? ¿Y cuál era el paradero de su colega Simón Bolívar?
Agotada la anterior conspiración, que tuvo al inverosímil Zaplana por narrador, por fin viene algo potente en la parrilla. Atención. La conspiración de Chávez relatada por Fraga y comentada por Trillo, cuya anunciada presencia en Pontevedra ha disparado el aprovisionamiento de ajos. Me temo que hay gente que si para mantenerse en el poder tiene que convertir Galicia en Poisonville (Ciudad Veneno), el inescrupuloso escenario donde Hammet sitúa alguna de sus mejores tramas de denuncia, lo intentará. Ahora confiemos en los justos que han de contar los sobres y las almas.
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