Dios: ¿la solución o el problema?
Durante mucho tiempo, la figura de Hermann Cohen (1842-1918) ha venido asociada casi en exclusiva al movimiento neokantiano de la llamada "escuela de Marburgo" (en la que figurarían también autores de la talla de Paul Natorp o del propio Ernst Cassirer). A esta dimensión de su trabajo filosófico pertenecerían algunas de sus obras más conocidas, como La teoría de la experiencia pura de Kant (1871), De la influencia de Kant en la cultura alemana (1883), Ética de la voluntad pura (1902) o Estética del sentimiento puro (1912).
Pero Cohen también se ha hecho merecedor al recuerdo de los historiadores del pensamiento en cuanto inspirador de esa particular corriente del marxismo alemán y austriaco conocida como "socialismo ético". Entre nosotros, Virgilio Zapatero, el actual rector de la Universidad de Alcalá de Henares, publicó hace años en la revista Sistema un temprano y esclarecedor análisis de los contornos y la importancia de la mencionada corriente.
Ambos registros filosóficos se encuentran profundamente conectados, hasta el punto de que podría interpretarse que el resultado, la consecuencia, de esa específica conexión se expresa con claridad en un texto como La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo, su gran y póstuma obra. En efecto, según señala con acierto Reyes Mate en su muy útil presentación, las "astillas mesiánicas" que habían ido apareciendo en los márgenes de su sistema son colocadas en dicho libro en el centro de su reflexión para pensar desde ellas sobre los viejos problemas de la filosofía.
Hay que decir, antes de continuar, que alguna de las consideraciones de esas etapas anteriores posee, a pesar de su carácter fragmentario, un notable interés para el lector de hoy. Tal es el caso de su escrito El prójimo, originariamente concebido como dictamen de experto para un juicio por antisemitismo que tuvo lugar en Marburgo en 1886. Consultado acerca de la cuestión de si la ley de los judíos, el Talmud, restringía la moralidad al trato entre judíos, autorizando el todo vale en la relación con los no judíos (afirmación pública por la que era juzgado el acusado), Cohen desarrollaba la tesis, en un cierto sentido opuesta, de que es precisamente en el monoteísmo judío donde surge el concepto moral de universalidad.
En modo alguno debe pensarse que exista contradicción entre la idea de pueblo escogido y la de salvación de toda la humanidad. Más bien al contrario, como se señalaba de manera literal en el dictamen: "El amor al que es extraño por su nacionalidad y su fe, es un mandamiento del judaísmo". Acertará quien crea encontrar huellas de este tipo de afirmaciones en autores bien próximos a nosotros, como, por ejemplo, el desaparecido filósofo Jacques Derrida.
Pero es ciertamente en
La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo donde Cohen se esfuerza, de manera sistemática y articulada, por dar salida a las limitaciones de la ética kantiana, introduciendo en lo que considera el liberalismo originario de ésta (en el que la universalidad es una proyección del individuo, el cual debe legislar de forma que lo que vale para él valga para todos) una serie de correcciones que permiten desplazar la soberanía ética desde el sujeto particular a lo que propone denominar la "comunidad de seres autónomos". Para que el desplazamiento quede debidamente justificado, para que no consista en una mera operación voluntarista, para soldar, en fin, amor y justicia, es para lo que Cohen hace intervenir en su esquema la idea de Dios.
Sin Dios, nada nos garantiza que el hombre vaya a ser compasivo, esto es, vaya a reaccionar activamente ante el sufrimiento ajeno para aliviarlo. Dios constituye la instancia que nos convierte en responsables del mal en el mundo, porque no responder moralmente a los padecimientos del prójimo constituye un pecado ante Deo.
¿Resulta convincente semejante operación? No parece muy arriesgado suponer que, a pesar de estas argumentaciones, a los agnósticos recalcitrantes siempre les quedará la duda de si Dios es la solución, la necesaria clave de bóveda de cualquier sistema de pensamiento que se precie (como postulan los creyentes con veleidades especulativas) o de si constituye más bien el problema mismo, disfrazado ladinamente de solución. Sea como fuere, para quien desee seguir discutiendo acerca de tales asuntos estos dos textos de Cohen le habrán de resultar estrictamente indispensables, en la medida en que representan una de las versiones más elaboradas, consistentes y atractivas de la perspectiva religiosa. Eso sí.
Hermann Cohen. La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo. Traducción de Andrés Ancona. Anthropos. Barcelona, 2004. XXIV+ 389 páginas. 25 euros. El prójimo. Prefacio y posfacio de Martin Buber. Traducción de Andrés Ancona. Anthropos. Barcelona, 2005. 89 páginas. 6,50 euros.
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