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La liposucción de Berlusconi compite con Rothko

HAY UN DATO que dice mucho acerca de lo que significa ArtBasel para el mercado del arte. El pasado sábado se encontraban en el aeropuerto de Basilea hasta 86 aviones privados, propiedad de coleccionistas llegados de todas partes del mundo en busca de la obra deseada. Compradores que no dudan en desembolsar hasta un millón de euros. Samuel Keller, director de ArtBasel, comenta que "compras por valor de uno o dos millones de dólares son aquí cosa de todos los días".

De hecho, el veredicto es unánime hasta un punto difícil de creer y, en otras circunstancias, debería mover a sano escepticismo. Los superlativos y halagos parecen faltar a los galeristas invitados: "mejor que una bienal", "insuperable", "el mejor encuentro artístico del mundo" son sólo algunos de los comentarios recogidos en los pasillos de la feria. El regocijo generalizado no es ajeno a una fuerte reactivación de las ventas. El galerista valenciano Tomás March comentaba que "la mejora del sector desde 1998 es notable". A su vez, Eugènia Obiols, de la galería Joan Prats, agregaba que "en más de 20 años viniendo a Basilea, éste ha sido sin duda el mejor, tanto en calidad de obra como de coleccionistas". Es legítimo preguntarse cuál es el motivo de esta calidad excepcional. Puede que la respuesta sea que cada mañana, un equipo del comité directivo realiza un recorrido entre los expositores. La insatisfacción del comité puede generar que cualquier galería, por antigua y prestigiosa que sea, no vuelva a Basilea el año que viene. Nada está garantizado en ArtBasel. Los veteranos afirman sentirse "como en una fortaleza asediada" por los jóvenes aspirantes a un muy codiciado espacio en la feria.

Para Samuel Keller, la respuesta es simple: "El secreto de la excelencia es la independencia". ArtBasel no recibe dinero público. El 80% del presupuesto viene de los expositores y el resto de patrocinadores privados, venta de entradas y catálogos". Esta solvencia garantiza su independencia, tanto a nivel político como económico, y permite que "no se seleccione a los artistas en función del gusto del público, sino de estrictos criterios de interés de la obra".

Isabela Mora, encargada de España y América Latina, agrega que "es notable la afluencia de artistas que vienen a Basilea, hasta el punto de que llega a haber más creadores aquí que en la Bienal de Venecia" y resalta también la "impresionante afluencia de coleccionistas españoles" junto a dos mil rusos o quinientos chinos y coreanos que se suman a la ya tradicional clientela americana, inglesa, suiza o alemana.

Entre las tendencias, numerosos invitados notan "una vuelta a la pintura narrativa" y a la pintura en general como medio y soporte, aunque la abstracción, las instalaciones y el videoarte están ya sólidamente anclados. Hans Ulrich Obrist, del Museo de Arte Moderno de París, considera que "ninguna ciudad puede ya aspirar al título de centro mundial del arte, como antaño fueran Nueva York o París", sino que hoy asistimos a "una polifonía de centros". Por primera vez en la historia, los lugares donde el arte se produce, se expone y se vende no son los mismos.

Y hablando de "nuevos centros de creación", llega la hora de China. En las ArtBasel Conversations, el gigante asiático fue el huésped de honor. El debate, de más de tres horas de duración y con récord de público, se centró en el presente y futuro del arte chino. El Gobierno de Pekín ha anunciado la apertura de hasta cien museos, sólo en Shanghai, de aquí al 2015. Sin duda, hay con qué hacer soñar despiertos a promotores, arquitectos y galeristas occidentales. De hecho, numerosas son las galerías europeas o americanas que abren sucursales en Shanghai o Pekín.

En cuanto a la tecnología, Jan Torpus, artista suizo y profesor, considera que "el futuro pasa por la unión de creadores y científicos. El arte hoy surge de la colaboración estrecha entre matemáticos, físicos, programadores y creadores". Keller añade que "nos encontramos ante un nuevo Renacimiento, una nueva alianza entre científicos y artistas" a la que ha ayudado enormemente la expansión del ordenador como herramienta de trabajo.

Pero, ¿qué compran los coleccionistas exactamente? "Todo", comenta risueño Samuel Keller, "desde un Rothko hasta un jabón hecho a partir de una liposucción de Berlusconi". Se compran desde instalaciones sonoras hasta vídeos de jóvenes creadores. Diferentes soportes y precios que van desde 1 euro hasta una tela de Edward Hopper valorada en 1.975.000 euros. La próxima cita, el 1 de diciembre en ArtBasel Miami, la versión americana de la feria de ferias.

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