Los extremos no se juntaron

A las ocho, en Cádiz; a las diez, en Oslo; son varios miles de kilómetros de distancia, los mismos que separan al gaditano Chano Domínguez de la noruega Rebekka Bakken. Dos formas de entender el hecho musical reunidas en una misma velada: el arrebato frente al legatto. De primeras, un Chano mejorando lo inmejorable, con la incorporación a su sexteto de Mario Rossy, al contrabajo, y Marc Miralta, al batería: dos excelentísimos improvisadores que saben del flamenco lo que hay que saber. Y El Piraña, a las congas y el cajón, y Blas Córdoba, cantaor de muchos quilates, que siguen con él, y Tomasito, que también: todo el genio flamenco reunido en este hombrecito que se catapulta al centro del escenario, como accionado por algún resorte interior, y, entonces, viene el arremangarse la camisa y esos desplantes tan suyos, entre toreros y surrealistas. Todo el arte del mundo condensado en un gesto: Tomasito es el acabóse. Y Chano, más sabio, más osado que nunca, integrando a flamencos y jazzistas en un tótum revolútum magnífico donde nada está fuera de lugar y nadie debe callarse porque estén sus contrarios tocando su género de música. En la fusión milagrosa de Chano cada cosa tiene su porqué y los diversos elementos penetran dulcemente unos en otros hasta fundirse y confundirse. Lo que queda después de todo es la emoción en estado puro. Y la audiencia, colmando el aforo del recinto, llegando al delirio.

Alejamiento

Salió luego Rebekka Bakken y ya es lástima que, a la más guapa, le tocara bailar con la más fea. ¿Qué podía esperar el respetable tras lo anterior?: desde luego, no un recital íntimo a cargo de quien, más que una cantante de jazz, podría definirse como una cantautora pop de nuevo cuño. Si alguna vez Rebekka fue una intérprete de jazz, esos días quedan muy lejos. En su regreso a los escenarios españoles, tras un año de ausencia, la Bakken se aferró al férreo hermetismo de las/os divas/os del pop por donde, quien canta, manda, y los que escuchan, están ahí para aplaudir. De participar en el asunto, más bien nada. Esto se aplica al grupo de acompañamiento, músicos de raíz pop, y no de los mejores, con la excepción del guitarrista Wolfgang Muthspiel. Si se le hubiera dejado al fenomenal guitarrista austriaco tocar algo de jazz, eso que habríamos salido ganando todos.

Abandonada cuan larga es al duro respaldo de su taburete ubicado al borde mismo del escenario, la Bakken se empeñó en deshacer lo andado por Chano, alejándose de la audiencia hasta perderse en la distancia de su lejanía nórdica. Cantó algunas de las piezas que componen su último disco, Is that you?, melodías escritas en primera persona e interpretadas a la manera personal de la noruega, llamada a ser la réplica europea a Norah Jones, aunque no se le parezca en nada.