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ELECCIONES GALLEGAS | Evolución del voto popular

El poder rural mantiene a flote al PP, que se desplomó en los municipios más poblados

La coalición PSdeG-BNG conquista las 24 localidades con más de 15.000 electores

El poder rural salvó al Partido Popular de una catástrofe electoral en las elecciones del pasado domingo en Galicia. El PP perdió claramente el voto urbano frente a la coalición PSdeG-BNG y sólo el fuerte arraigo de los conservadores en las zonas rurales les permitió, en los resultados de conjunto, neutralizar su profunda caída en las ciudades. Esta circunstancia habrá de tener una importante incidencia en la inmediata organización del partido en Galicia, dentro de la notoria pugna entre los grupos de boinas y birretes que lo dividen orgánicamente.

En la capital de Ourense el PP se quedó lejos de la mayoría absoluta
En Lalín, bastión de la 'boina' en Pontevedra, el PP obtuvo el 58,7% de los votos
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El PP fue la fuerza más votada en casi todas las ciudades. Pero en ninguna obtuvo mayoría absoluta, en su caso condicionante primordial para seguir gobernando. El cómputo global de los votos en unidades de demarcación provincial y las singularidades introducidas por la aplicación matemática de la ley D'Hont evitaron que esos resultados tengan una incidencia directa sobre el reparto de escaños, pero no esconden la clara decantación del voto urbano por la coalición.

La mitad del censo electoral de Galicia está radicada en los 24 municipios con más de 15.000 electores. Aquí, y no sólo en las grandes ciudades, podría señalarse el voto de carácter urbano. En el conjunto de esos municipios, el PP sólo consiguió el 39,5% de los votos emitidos, frente al 56,9% que suma la coalición de socialistas y nacionalistas. Hace cuatro años, en las elecciones de 2001, los populares consiguieron el 45% de ese voto urbano y el 55% del voto rural. Ahora también pierde cinco puntos de voto rural, pero aumenta el peso relativo de este voto como contenedor de la más significativa caída en las ciudades. La tantas veces invocada, por unos y por otros, Galicia de dos velocidades encuentra en esos datos un referente añadido de doble comportamiento electoral, como una brecha que diferencia el voto rural y el urbano.

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Esos mismos datos cuestionan los laureles impuestos por Manuel Fraga al presidente nacional del partido, Mariano Rajoy, como principal impulsor de un éxito electoral que contradicen los resultados en esas áreas urbanas, que a su vez fueron el escenario donde más a fondo se emplearon los adscritos a la corriente de los birretes o urbanitas, con el propio Rajoy al frente, que multiplicó sus esfuerzos personales en la última semana junto a seguidores tan significados como Alberto Núñez Feijoo, vicepresidente de la Xunta y cabeza de lista por Pontevedra. El sector de la boina, en cambio, cumplió e incluso mejoró, pese a la citada pérdida de cinco puntos, las expectativas de resultados en su ámbito.

Para empezar, la participación fue mayor en las zonas rurales. En esa demarcación supraprovincial que componen los citados 24 municipios con más de 15.000 electores la participación fue del 64,3%; en el resto, del 71,9%, lo que invita a pensar que, efectivamente, como reclamaban en los mítines los dirigentes de la boina, esta corriente acabó realizando un fructífero trabajo del voto en su área de influencia.

Un ejemplo lo ofrece Ourense, donde la única ciudad con más de 15.000 electores es la capital, y en ella el PP se quedó lejos de la mayoría absoluta: obtuvo el 40% de los votos, frente al 57% que sumó la coalición PSdeG-BNG. En el resto de la provincia sucedió al revés: el 55,82% de los votos se fueron para el PP, lo que, independientemente de los juicios que merezcan sus maneras políticas, refrenda el liderazgo de José Luis Baltar, presidente de la Diputación Provincial y una de las cabezas más visibles del ruralismo conservador gallego.

Otro caso revelador lo expone Pontevedra. El trabajo de campaña del PP en las ciudades, y singularmente en Vigo, fue intensísimo, con un Mariano Rajoy en primera línea de combate hasta relegar la presencia de Manuel Fraga y reclamar los votos para sí como si él mismo fuera el candidato a presidir la Xunta. Motivos de diversa índole, pero coincidentes en el objetivo final, amparan la hiperactividad popular en la provincia durante la campaña. Los motivos personales, de un lado, por actuar Rajoy en su patria chica, por la que, a mayor abundancia, se presentaba como cabeza de lista el principal adversario a batir, el candidato socialista a la presidencia de la Xunta, Emilio Pérez Touriño. Por otro lado, el reparto de funciones de las dos corrientes populares -el birrete, centrado en dar la batalla en las ciudades, y la boina, en el rural- como un reto tácito entre ambas, para posteriores lecturas internas. Y los motivos objetivos, en fin, de Vigo como principal población de Galicia y a su vez, por los avatares de su política municipal, para el PP un espléndido modelo de lo que cabía esperar de una coalición de socialistas y nacionalistas (en Vigo gobierna el PP en minoría, después de una agria ruptura de la coalición municipal).

Pues bien, en Vigo el PP obtuvo el 38% de los votos, con 549 papeletas más que el PSdeG, que consiguió el 37%, más el 20% el BNG. Esto es, la población más grande y políticamente más conflictiva de Galicia volvía a decantar el triunfo, a nivel autonómico, de la fracasada coalición municipal. No fueron adelante, por tanto, las expectativas populares de aprovechar el desencanto del electorado con los partidos de izquierda. Pero tampoco en la ciudad de Pontevedra, donde el BNG gobierna en coalición con el PSdeG y donde el PP apenas obtuvo 1.300 votos más que el PSdeG; en porcentajes, el 39,7% del PP resulta insuficiente frente al 56% que suman socialistas y nacionalistas.

Por contraste, en el principal bastión de la boina en Pontevedra, Lalín, patria chica de Xosé Cuiña, el PP obtuvo el 58,7% de los votos. La tónica de esos porcentajes se hace constante en los municipios con menos de 15.000 electores y se rompe en los de mayor censo. En todo caso, aquí sí, el PP consiguió en la provincia una mayoría absoluta, con el 50,7% de los votos.

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