Adiós a unas instalaciones que sólo permitían el hacinamiento
El nuevo centro de internamiento de extranjeros (CIE) parece sacado de una película. Se trata de un edificio moderno, pintado en un vistoso color crema y con ventanas y parasoles azules. Nada tiene que ver con el paupérrimo local de la calle de La Tacona (Moratalaz), donde se han llegado a hacinar hasta 85 internos en un pequeño recinto con una capacidad máxima para 60.
Cuando uno entra en el antiguo CIE, se topa con una cruda realidad. Es necesario bajar unas escaleras que conducían a un sótano. El fuerte hedor echa para atrás al visitante. Un pequeño recinto, donde apenas cabe una pequeña mesa y un minúsculo armario, permite a los agentes vigilar la sala de estar. Los desconchones y las humedades son visibles. Los lavabos se rompen cada dos por tres y el agua sale hasta el pasillo, según han denunciado los sindicatos.
"El centro carece hasta de unas cámaras de vigilancia adecuadas que permitan controlar a los internos desde la primera planta. Desde luego, no reúne las mínimas condiciones para permanecer abierto", señaló en 2002 el secretario general de Madrid del Sindicato Unificado de Policía (SUP), José Ignacio Cervigón. Desde entonces, e incluso antes, la situación no ha cambiado. El centro fue inaugurado en noviembre de 1988 por la entonces delegada del Gobierno, Ana María de Vicente Tutor.
La falta de seguridad por no haber suficiente personal también ha sido patente. El año pasado 25 internos lograron romper las pequeñas ventanas que dan al exterior y, tras colarse por ellas, se fugaron, pese a estar en un complejo policial vigilado. En sus 17 años de existencia, ha habido diversos incendios con el consiguiente riesgo para los internos.
El CIE quedará vacío en cuatro o cinco días, cuando sean trasladados los internos. Las instalaciones permanecerán a disposición de la Jefatura Superior de Policía, que previsiblemente las destinará a la Brigada de Policía Científica.
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