"¡Rouco, Rouco!"
La llegada del cardenal y sus obispos madrileños a la manifestación fue recibida con vítores
"Mi madre no se llama Ramón", se lee en el cochecito del niño. La madre se llama María José y ha venido desde Málaga con el marido, los abuelos y el bebé de ocho meses. El crío, José María, como su padre, suda a chorros y la familia al completo intenta darle sombra y refrescarle. Van a dar las seis de la tarde y el sol cae a plomo en la plaza de la Cibeles. Pero María José da el esfuerzo por bien empleado: se trata de defender a la familia como se ha entendido siempre. Y son muchas las familias, y también los representantes de la Iglesia católica, entre ellos 19 obispos y el mismísimo cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, que han salido a hacer lo mismo que María José en esta tarde abrasadora. Gran parte ha venido desde fuera de Madrid. En la calle ondean banderas autonómicas y españolas y múltiples pancartas.
Llega el cardenal Rouco, flanqueado por todos los obispos madrileños, todos de negro. Se abre paso a duras penas hacia la cabecera. La presencia de un cardenal en una manifestación contra el Gobierno es un gesto sin precedentes. Los manifestantes más próximos tratan de acercarse a él, le vitorean y corean "¡Rouco, Rouco!". Él declina hacer declaraciones y atribuye el "éxito" de la marcha a los convocantes.
"Obispos, sed valientes, no estáis solos", se lee en muchas pancartas. Pero el de Burgos, Francisco Gil Hellín, no ha encontrado a sus feligreses, que venían "en 10 o 12 autobuses". "Esta es una manifestación para defender a la persona, porque la familia es el fundamento de la sociedad", explica el prelado, de negro riguroso y con gorra de visera blanquinegra. Tiende el anillo pastoral a una mujer que se acerca a besarlo y prosigue: "Estamos en momentos de confusión. Se habla de derechos para todos pero eso es como si decimos leche para todos, así que echémosle agua a la leche". A juicio del obispo de Burgos, la legalización del matrimonio homosexual "es más grave que el divorcio y el aborto, aunque en ese caso esté en juego la vida de una persona, porque se desestructura la vida de donde puede nacer".
En otra parte de la manifestación, el prelado de Castellón, Juan Antonio Reig, que estuvo cantando canciones a la Virgen María parte del recorrido, se muestra "muy eufórico" por "el seguimiento masivo", informa Efe, y el portavoz del Episcopado, Juan Antonio Martínez Camino, dice que "el Gobierno está obligado a reflexionar".
Algún sacerdote ha renunciado al alzacuellos para abrirse algo la camisa. Como el párroco de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada de Alcorcón (Madrid), Inocente García de Andrés. "Si todo es igual, se pierde el sentido de la familia y sin familia no hay sociedad. Es respetable que hagan una ley que reconozca los derechos que haya que reconocer a otras uniones, pero no el matrimonio", dice. "Aquí estamos sudando, pero merece la pena", afirma el párroco de la iglesia alicantina de San Blas, Ricardo Bonmatí.
Un poco más allá, la treintena de monjas del colegio madrileño Mater Salvatoris caminan enfundadas en el hábito. También hay representantes de otras confesiones, como José Luis Mira, al frente de un templo anglicano en Alicante. Ha venido "a defender la racionalidad y el sentido común" junto al profesor de religión evanglélica Carlos Bloise.
En esta manifestación cuajada de cochecitos de niño y con personas de todas las edades, padres y madres se afanan con los biberones de agua para sus hijos. Hay quien se acerca a los soportes que desprenden agua pulverizada en la calle de Alcalá para refrescarse. Cerca de ahí, el administrador de la diócesis de Jaén, Rafael Higueras, vestido de negro, suda a chorros y confiesa que ésta es "la primera vez" que se manifiesta por motivos religiosos.
"Ocho horas y media para venir y esta noche, otro tanto, porque mañana hay que ir a votar", dice Eduardo Máiz, que ha viajado desde Ferrol (A Coruña). Pero da el esfuerzo por bien empleado. Jesús de Castro ha venido de Valladolid con su mujer, sus ocho hijos "y un australiano que tenemos de intercambio". "Creo que es nuestro deber defender nuestra posición", afirma. Una chica de Vigo desfila con una pancarta con una foto de su familia -"somos más de 40"- y los miembros de una hermandad asturiana caminan con hábito morado.
A la altura del Ministerio de Educación, pitada. Entre las pancartas en defensa de la familia o con citas evangélicas se deslizan otras como "sodomía, no con mi dinero" y "Gobierno dimisión por aberración". El sonido de la cadena Cope llega por los altavoces. Varios voluntarios pasan la hucha para afrontar los gastos de la organización. Por fin se nubla. "Es la Divina Providencia", bromea un sacerdote. A las 19.25, Mariano, Isabel y su bebé, llegados de Valencia, siguen en Cibeles, en la cola de la marcha cuyo manifiesto se lee en la Puerta del Sol. "Apenas hemos podido avanzar", dicen. La manifestación comienza a deshacerse. Llegan los vendedores de globos, alentados por tanto público infantil.
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