Globalización a la española
Como estaba previsto -esta vez acertaron los modelos-, la inflación disminuyó cuatro décimas en mayo, hasta el 3,1%. También disminuyó el diferencial con la zona del euro, de 1,4 puntos porcentuales (pp) a 1,1, lo que es una buena noticia. La causa fundamental de esta importante reducción de la inflación anual fue el comportamiento de los productos energéticos, que en mayo de 2004 registraron un aumento mensual del 2,5%, mientras que en este año disminuyeron un 0,2%. Con ello, la tasa interanual de este grupo de productos (que, simplificando, podríamos aproximar por una suma móvil de los aumentos mensuales de los últimos 12 meses) bajó 2,8 pp, restando 0,25 pp al IPC total. También contribuyó positivamente el otro componente de la llamada inflación residual o volátil, los alimentos sin elaborar, que restaron 0,06 pp a la inflación total. En este caso, contra pronóstico, pues esperábamos que, tanto por motivos estacionales como por los efectos, primero de las heladas del invierno y después de la sequía, aumentasen significativamente. De hecho, los precios de las frutas y verduras sí aumentaron, pero ello fue contrarrestado por las bajadas de las carnes y el pescado.
Lo más positivo del dato del IPC de mayo fue la bajada de la inflación subyacente, del 2,8% al 2,6%
Lo más positivo del dato del IPC de mayo fue la bajada de la inflación subyacente, del 2,8% al 2,6%, centrada en los alimentos elaborados, el tabaco y el vestido y calzado. Parece que poco a poco -en mucha menor medida de lo que sería esperable- los consumidores vamos beneficiándonos de la globalización y de la caída de los precios de los productos importados de Asia. Éste es uno de los mecanismos por el cual deben extenderse los beneficios de la globalización, al propiciar una ganancia de poder adquisitivo de los consumidores, que de esta manera pueden consumir más de otros bienes y servicios, aumentando la producción de los mismos y el empleo, lo que a la larga acaba contrarrestando las pérdidas iniciales de puestos de trabajo por la deslocalización. Cuanto más flexibles y competitivos sean los mercados de trabajo y de bienes y servicios y cuanta más capacidad tenga una economía para innovar -parecen ser los puntos débiles de la nuestra-, antes y mejor funcionará este mecanismo, del cual podemos salir ganando todos.
Tras el dato de mayo, no cambian mucho las previsiones de inflación para lo que resta del año (gráfico izquierdo). En junio y julio debería mantenerse estable la tasa del 3,1%, bajando en los meses siguientes hasta el 2,8-2,9%, y repuntando de nuevo por encima del 3% en diciembre. Todo ello, con el permiso del petróleo y sin que los efectos de la sequía sean muy intensos.
Además del IPC, la semana pasada conocimos otra importante estadística, la Balanza de Pagos de marzo, que incluía, dentro de este proceso casi frenético de cambios estadísticos, una profunda revisión de los datos desde 1995. Ahora resulta un déficit por cuenta corriente mucho mayor, lo que era fácilmente deducible echando un vistazo a la partida de errores y omisiones (gráfico derecho), que sistemáticamente, y por una cuantía excesiva, nos decía que el superávit de la balanza financiera era superior al déficit de las balanzas corriente y de capital, lo que teóricamente es imposible. En cuanto a los datos del primer trimestre de este año, véanlos ustedes en el gráfico central. Continúa creciendo, también de forma frenética, el déficit. España atrae cantidades astronómicas de ahorro externo y, claro está, se lo gasta. Así de fácil. Es nuestra peculiar respuesta a la globalización.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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