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ELECCIONES GALLEGAS | La jornada de reflexión

Galicia vota sobre el cambio

Las elecciones gallegas más disputadas y trascendentales marcarán hoy el futuro político de Fraga

Xosé Hermida

En Santiago de Compostela, la capital política de Galicia, hervían ayer las piedras y los rumores, en víspera de la elección del nuevo Parlamento autónomo. Cada poco llegaban noticias del último sondeo apócrifo, se susurraban confidencias dudosas y se delataban las tácticas de la guerra psicológica aplicada a la política. Nadie recuerda tal inquietud y tal expectación en el día anterior de unos comicios autonómicos gallegos.

Decidan lo que decidan hoy los 2,3 millones de electores, las consecuencias serán más trascendentales que en cualquiera otra elección anterior. Si triunfa el cambio que abanderan el PSdeG y el BNG, como vaticinaban las encuestas hasta el pasado martes, se enterrará para algún tiempo la leyenda del pueblo irremediablemente conservador. Pero si Manuel Fraga es capaz de resistir la ola a los 82 años, la izquierda y el nacionalismo, con los sectores sociales que los respaldan, se hundirán en la desmoralización más profunda.

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El eco que propaguen hoy los gallegos hacia el resto de España también será más sonoro que nunca. La fotografía del cierre de campaña ilustró perfectamente lo que está en juego para el principal partido de la oposición: allí comparecían juntos el hombre que fundó el PP, Manuel Fraga, y su actual líder, otro gallego, Mariano Rajoy. Para Fraga, las elecciones están teñidas de un cierto dramatismo, ya que con su decisión de concurrir de nuevo, a despecho de los inconvenientes de la edad, ha sometido al veredicto de los ciudadanos el modo en que clausurará toda su carrera política. Rajoy afronta un ensayo crucial que pondrá a prueba la solidez de su liderazgo. Y él lo ha asumido con todas las consecuencias. Se instaló en Galicia en la segunda semana de campaña, arrinconó poco a poco a Fraga y acabó postulándose como una suerte de candidato ausente al pedir el voto para él, "para Mariano Rajoy", como enfatizó en los dos últimos mítines.

La presencia de Rajoy marcó una ruptura en el desarrollo de la campaña, que en su primera mitad estuvo acaparada por las hipérboles de Fraga. El presidente de la Xunta vaticinó la implantación del terrorismo en Galicia si vencen sus rivales, calificó de "asquerosa" la ley que permite el matrimonio entre homosexuales y hasta sostuvo que antes de que él gobernase los campesinos gallegos no comían más que "caldo y leche con castañas". La desesperación cundió en sus asesores cuando se permitió la broma de comparar a los votantes indecisos con las mujeres que no dicen con cuántos hombres se han acostado.

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Tras la aparición de Rajoy, el presidente de la Xunta fue asumiendo un papel secundario y acabó ciñéndose estrictamente al guión, hasta el punto de que en su última entrevista en Televisión de Galicia leyó algunas respuestas escritas que le mostraban a través de una pantalla, según informó ayer el diario digital Vieiros. Pronósticos interesados al margen, los analistas de los principales partidos coinciden en algo: la primera semana fue un desastre para el PP, que, sin embargo, ofreció síntomas de recuperación en la recta final de la campaña, con Rajoy en el centro del foco. Uno de los nombres más citados en los discursos populares -desde Rajoy hasta el último candidato popular- ha sido el del líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Josep Lluís Carod Rovira, esgrimido como la amenaza a la que se enfrentarían los gallegos si el PSdeG gobernase en la Xunta con los nacionalistas.

Los rivales de Fraga se han esforzado en hacer una campaña tranquila. El socialista Emilio Pérez Touriño, el favorito para lograr la presidencia de la Xunta, ha puesto todo el cuidado en no despertar a los votantes desencantados del PP que se advierten en las encuestas. Algunos de los ataques más mordaces contra Fraga provinieron curiosamente del secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, quien también se ha implicado en la refriega, aunque en grado menor que Rajoy.

El nacionalista Anxo Quintana, líder del BNG, fue elevando el tono con el transcurrir de los días, pero ha querido ofrecer la imagen de un hombre sosegado, casi el reverso de su antecesor, el temperamental Xosé Manuel Beiras, y ha puesto más énfasis en los problemas concretos que en cuestiones ideológicas. Por primera vez desde que Fraga gobierna la Xunta, PSdeG y BNG han expresado con pocos rodeos su voluntad de gobernar juntos y han cumplido el acuerdo de ignorarse mutuamente durante la campaña. La esperanza de ambos es que se produzca una movilización sin precedentes en las ciudades y las zonas semiurbanas. Sus analistas sostienen que la derrota de Fraga será segura si la participación en esos lugares supera el 65%.

Las urnas competirán con la playa en una jornada en la que se esperan temperaturas de más de 30 grados en el sur de la comunidad. El dispositivo previsto por la Xunta movilizará a 25.000 personas y se anuncian los primeros datos del escrutinio, a través de Internet, para una hora después de que hayan cerrado las 4.069 mesas. Nunca tantos miles de gallegos habían aguardado ese momento con la incertidumbre que se palpa en este sofocante fin de semana. Y que, en caso de un desenlace muy apretado, podría prolongarse una semana más hasta que se haga el recuento de los votos de los emigrantes, el 12% del censo.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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