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Reportaje:

A Sócrates no le tiembla el pulso 100 días después

El nuevo primer ministro de Portugal mantiene la popularidad pese a las primeras medidas para recortar el déficit público

El aniversario de los primeros 100 días del Gobierno del socialista portugués José Sócrates coincidirá el próximo lunes con el fin del estado de gracia en que ha logrado mantenerse hasta ahora. Una sabia gestión de la información (la regla es el silencio; sólo habla cuando hay algo nuevo para revelar) y el anuncio de algunas medidas, más bien simbólicas, para intentar acabar con intereses corporativos, parecen haber producido los efectos esperados: Sócrates construyó una imagen de seriedad, reunió algún capital de confianza y, hace pocas semanas, superó su primera prueba de fuego, al adoptar un duro paquete de medidas para controlar el disparado déficit público que recibió más elogios que críticas. Los sondeos dicen que tanto el primer ministro como su equipo mantienen una gran popularidad, del 61% según la última encuesta del Expresso, el 4 de junio, un punto más que el mes anterior. Pero algunas polémicas relacionadas con su equipo y las primeras huelgas y manifestaciones, convocadas para estos días, empiezan a dañar su imagen.

Los sindicatos del sector público han iniciado movilizaciones contra el Ejecutivo
Tras estimarse el déficit en el 6,83%, el primer ministro anunció un aumento de impuestos

Después de tres Gobiernos en tres años -el último de ellos, del conservador Pedro Santana Lopes, marcado por sucesivas polémicas- los portugueses necesitan y desean tranquilidad. Esto explica los primeros meses de "estado de gracia absoluto". Pero esto "era menos la ilusión con la excelencia del Gobierno que el deseo de que todo funcionara bien", dice el comentarista estrella de la televisión lusa, Marcelo Rebelo de Sousa, ex líder del conservador Partido Social Demócrata.

Sócrates aprovechó la ola para estar callado y capitalizar ese sentimiento. No dijo una palabra en público durante más de un mes al frente del Ejecutivo y sus primeros anuncios fueron el fin del monopolio de las farmacias en la venta de medicamentos, la disminución de las vacaciones de los jueces y la limitación de los mandatos de cargos políticos. Sobre asuntos más serios, trascendió la idea de que los estaba estudiando.

Hasta que a finales de mayo el Banco de Portugal, por encargo del Gobierno, estimó el déficit público en un 6,83% del producto interior bruto y dramatizó el discurso: la crisis financiera está en una situación límite. Sócrates, respaldado por este discurso, anunció una subida de impuestos (rompiendo así con una de sus mayores promesas electorales) y varias medidas para recortar el gasto público.

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Entre las medidas anunciadas destacan el fin de las promociones automáticas (por antigüedad) de los funcionarios, el aumento de la edad de jubilación en el sector público -de 60 a 65 años- y el fin de regímenes diferentes de Seguridad Social y sanidad para los trabajadores del Estado. Los sindicatos de la Administración pública han respondido con un calendario de movilizaciones que tienen el objetivo de frenar los planes del Ejecutivo. Ayer, 50.000 personas se manifestaron en Lisboa convocados por los sindicatos de los funcionarios.

Una vez más, Sócrates sumó a su programa medidas simbólicas (o demagógicas, para algunos críticos) como el fin del oscurantismo fiscal y acabar con subvenciones vitalicias para altos cargos políticos. Y aquí tropezó por primera vez: días después, la prensa denunciaba que dos de sus ministros, uno de ellos, el de Finanzas, mentor del programa de control de gastos, sumaban a sus salarios subvenciones por el ejercicio de cargos públicos anteriores. Sócrates se apresuró a modificar la normativa y acabó con estos beneficios, pero los primeros daños estaban hechos.

Pese a los buenos resultados en los barómetros de popularidad, los analistas consultados coinciden en afirmar que el estado de gracia se va diluyendo. "Hay un descontento larvado", ilustra el subdirector del diario Público, Eduardo Dâmaso. Los portugueses pueden comprender que la situación financiera es difícil, pero eso no es novedad y Sócrates había prometido dar prioridad a la economía, estancada desde hace tres años.

"Este Gobierno volvió a plantear el problema del déficit de las cuentas públicas como el problema de los problemas del país, fundamentando la idea de la inevitabilidad de sacrificios. Y eso es un equívoco", afirma Manuel Carvalho da Silva, secretario general de la mayor central sindical lusa, CGTP, cercana al Partido Comunista. El sindicalista reconoce que la Administración pública -considerada un monstruo ineficiente y gastador- necesita "reformas estructurales", pero afirma que las medidas anunciadas no tienen como objetivo mejorar la utilización de los medios, sino que se tratan de meros recortes de derechos sociales.

Para Rebelo de Sousa, un grave error de Sócrates fue no presentar su programa económico de inversión para la legislatura (previsto para finales de este mes) el mismo día en que hizo público el duro programa financiero, para dar confianza a los agentes económicos. Y critica la falta de ambición en el ataque al gasto público en el corto plazo, por miedo a los efectos de esas medidas en los resultados de las elecciones municipales de octubre.

Y es que el calendario electoral es complicado: después de las municipales, están las presidenciales, en enero, lo que hace temblar a algunos sectores que apoyaron las medidas para controlar el déficit: "Todo lo anunciado fue bastante positivo, esperamos que las medidas sigan en el mismo sentido y que no haya muchos compromisos de retroceso en las negociaciones con los sindicatos", afirma João Mendes de Almeida, vicepresidente de la Confederación de la Industria Portuguesa, una de las mayores patronales del país. Es común decir que en Portugal nadie gana elecciones contra la función pública, formada por 750.000 personas y sus familias, un fragmento significativo del electorado. ¿Tendrá Sócrates valor suficiente?

"Hasta ahora, ha tenido coraje", defiende José Gomes Ferreira, subdirector de información de la cadena privada de televisión SIC Noticias y analista de temas económicos. Dâmaso considera que hubo también valentía en las intenciones manifestadas, pero destaca que es ahora cuando se acercan las grandes pruebas: en su opinión, no vacilar en el combate al gasto público, dinamizar la economía y llevar a cabo políticas sociales en un país con más desigualdades que sus vecinos europeos.

El líder del Partido Socialista de Portugal, José Sócrates, durante un mitin en Lisboa el pasado febrero.
El líder del Partido Socialista de Portugal, José Sócrates, durante un mitin en Lisboa el pasado febrero.AFP

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