El renacer del general Michel Aoun
Después de 14 años en el exilio, el líder cristiano se presenta como un serio candidato a la presidencia de Líbano
Catorce años de exilio en Francia tras la humillante derrota frente a sus odiados militares sirios no han restado un ápice a la pasión que los cristianos maronitas de Líbano profesan al principal de sus caudillos: el ex general Michel Aoun. El otrora señor de la guerra logró, el pasado domingo en las elecciones legislativas celebradas en las regiones de Monte Líbano y Bekaa, una cosecha de votos que nadie supo pronosticar. Aoun, de 70 años, dispone ya de 21 de los 128 escaños del Parlamento, y todavía resta la última jornada electoral, en la región norte, el domingo, en la que se elegirán los últimos 28 diputados.
Sólo dos semanas atrás, varios analistas libaneses no otorgaban a Aoun más de una decena de asientos en la Cámara. Hoy es evidente que está dispuesto a dar la batalla política hasta el final. Aunque se enfrenta al bloque opositor antisirio dirigido por el suní Saad Hariri y por el druso Walid Yumblatt -que gozaron de un baño de popularidad tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, en febrero, y después de la retirada siria en abril-, Aoun está ahora convencido de que no se podrá prescindir de él en el futuro más inmediato. Y no esconde sus pretensiones: "Estoy dispuesto a asumir las funciones de jefe de Estado y a un consenso sobre un programa político y sobre la renuncia del presidente, Emile Lahoud...", declaró el miércoles.
Con el retorno de Aoun, el Parlamento estará dominado por los mismos clanes
Para este objetivo, no parece que vaya a hacer ascos a nadie que esté dispuesto a apoyarle. Lo que tampoco resulta extraño en Líbano, país en el que las alianzas políticas verosímiles son tantas como las opciones estadísticas. Aoun acaba de pactar listas electorales para la región norte con el ministro del Interior, Suleiman Frangie, y ha recibido el respaldo público del ex primer ministro Omar Karamé, miembros del régimen prosirio, detestado por el jefe del clan maronita.
No obstante, en el avispero libanés, quien declarara la guerra a Siria en marzo de 1989, cuenta con enemigos en todos los bandos. De "extremista y fanático" le tildan sus rivales, entre ellos el líder druso Yumblatt, quien estos días trata de golpear donde más duele: "Aoun regresó gracias al apoyo de Bachar El Asad para dañar a la oposición". Pero entre las filas cristianas tampoco faltan críticos acérrimos. "Aoun premeditó apartar a los jefes cristianos para convertirse en el único interlocutor con los musulmanes", afirmó Samir Frangie, fundador de Qornet Shehwan, un movimiento cristiano moderado inspirado por el patriarca maronita, Nasralla Sfeir, y aliado con los partidos de Hariri y Yumblatt y con las Fuerzas Libanesas, el otro gran partido cristiano, antes milicia, cuyo jefe, Samir Geagea, está encarcelado desde hace más de una década.
¿Cómo pudo conseguir semejante apoyo el ex general y ex primer ministro que regresó a Beirut el 7 de mayo? Es la pregunta que flota estos días entre muchos dirigentes libaneses, sorprendidos por la escasa cosecha de votos de otros políticos cristianos aliados de la oposición antisiria. A diferencia de las demás confesiones, que sí han dispuesto de liderazgos indiscutibles, los maronitas no han contado durante década y media con una cabeza visible capaz de arrastrar a las masas. Con Aoun en el exilio y Geagea encarcelado, el movimiento del patriarca Sfeir no caló entre sus fieles. Quince de las 16 circunscripciones en las que Aoun compitió con los políticos de Qornet Shehwan cayeron en manos del ex jefe del Ejército. El presidente, Emile Lahoud, ni puede asumir ese papel por razón de su cargo ni permitió que otro cristiano asumiera el relevo de los dos caudillos defenestrados.
Aoun, formado en academias militares de EE UU y Francia, promete en su programa político una serie de reformas políticas, económicas y administrativas para modernizar el Estado. Pero se muestra mucho menos preciso y muy cauto cuando se trata de abordar dos de las cuestiones cruciales que deberá abordar el nuevo Parlamento y el próximo Gobierno: la renuncia de Lahoud, cuyo mandato prolongó el Legislativo tres años en septiembre pasado después de que el Consejo de Seguridad de la ONU exigiera en la resolución 1.559 el repliegue de los 14.000 soldados sirios y el desarme de Hezbolá, aunque disfruta de un consistente prestigio entre los libaneses. Tras mostrar su disposición a asumir la presidencia en el caso de un eventual consenso sobre la renuncia de Lahoud, Aoun añadió la coletilla: "A condición de que se garantice una salida honrosa a todo el mundo". Sobre la entrega de las armas de Hezbolá, puntualizó: "Debe hacerse mediante el diálogo en función de las prioridades libanesas, y no de una agenda dictada desde el exterior. El desarme debe ser objeto de consenso en el Consejo de Ministros, que es donde se deciden las grandes decisiones del país".
Con el retorno de Aoun, el Parlamento estará dominado por los mismos apellidos que han acaparado la vida política del país, y en varios casos la vida bélica, en los últimos 20 años: los Yumblatt, Aoun, Hariri y el líder de Hezbolá, Hassan Nasralla. El desasosiego de muchos libaneses crece al observar que el sectarismo religioso y los intereses de los clanes todavía va a perdurar.
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