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La última primavera de Fraga

Eduardo Madina

Dicen que suelen ser principalmente dos, las razones por las que los partidos políticos comienzan a extremizar su discurso. La primera, parece que se desarrolla cuando un partido o un gobierno cuenta con un gran apoyo popular y cree que tiene carta blanca para hacer lo que considere sin importarle lo que opine la ciudadanía. Ejemplos de este tipo los encontramos muy a menudo en nuestro país. Sin ir más lejos, me viene a la memoria este Partido Nacionalista Vasco que, con su plan Ibarretxe, creyó que podía alargar el recorrido de su famoso "péndulo patriótico" y terminó por escorarse tanto en sus posiciones que perdió apoyo por todos los lados; por las zonas tranquilas del nacionalismo autonomista, pragmático e inteligente y por esas otras aguas oscuras y profundas del independentismo que también optó por votar a otras formaciones. Aunque todavía no lo reconocen, perder más de 140.000 votos de golpe, es una tremenda bofetada de realidad.

No hay propuestas por parte del PP, sólo hay una activación de lo que suele donominarse "voto del miedo"
Un político que ningún partido se atrevería a presentar en ningún país europeo que haya sufrido dictaduras fascistas

Otro ejemplo puede ser aquel Aznar embebido de poder, que terminó metiendo a España en una ridícula guerra en Irak, ilegal, injusta, sujetada por mentiras y por oscuros intereses petrolíferos y geopolíticos de Estados Unidos y que, en vez de rectificar a tiempo, acabó despreciando e insultando a quienes no le daban la razón y se manifestaban para expresarlo. Algún tiempo después de aquellas manifestaciones, continuó la arrogancia y la mentira tras los trágicos atentados de Atocha y la gente terminó harta de aquella forma de hacer política. Aunque parece que todavía no lo sabe, Aznar perdió las elecciones.

La segunda razón suele ser justamente la contraria; cuando un partido o un gobierno ya no tiene ni discurso ni proyecto político y empieza a ser consciente de que está perdiendo apoyo popular también termina por dejarse seducir con los cantos de sirena del radicalismo. La experiencia histórica española suele indicar que cuando esto empieza a suceder, el resultado es siempre el mismo; la perdida de, todavía, más apoyo popular.

Si buscamos un ejemplo actual para este último supuesto, lo encontramos muy fácilmente en Galicia. El Partido Popular gobierna allí con mayoría desde hace 16 años. El candidato que presentan es Presidente de la Xunta desde hace cuatro legislaturas y se llama Manuel Fraga; un político que ningún partido se atrevería a presentar a nada en ningún país europeo que haya sufrido dictaduras fascistas en su pasado reciente. En cualquier caso, resulta difícil hablar de Don Manuel porque ya está todo dicho, qué decir de Fraga que no dijeran ya nuestros padres y nuestros abuelos, todas esas generaciones de españoles que vivieron y murieron en la dictadura franquista.

Con todo, la radicalización del Partido Popular es perfectamente visible ante un seguimiento, siquiera mínimo, de la campaña electoral en Galicia. La ausencia de proyecto de país para los próximos cuatro años es palpable con la estrategia que el partido de Rajoy está siguiendo en esas elecciones. No hay propuestas por parte del PP, sólo hay una pretendida activación de lo que suele denominarse "voto del miedo" ante el más que probable cambio de gobierno en la comunidad autónoma. Es seguro que esa ausencia de proyecto y esa tendencia a buscar el miedo como motor del voto en Galicia es perfectamente coherente con la estrategia que el Partido Popular desarrolla a nivel nacional. Así, nada bueno dicen de sí mismos, pero es seguro también que están deteriorando muchísimo la calidad del debate político al que tiene derecho la ciudadanía gallega.

Las aportaciones más famosas del Partido Popular para la próxima legislatura son premoniciones catastróficas de sobra conocidas; los asquerosos homosexuales, la Galicia llena de terroristas, los votos robados si no se consiguen democráticamente y el desprestigio constante de los otros dos partidos como actores capacitados para gobernar. Miedo al cambio y nada más.

Ante este panorama, todas las encuestas indican que un 60% de los gallegos quiere un cambio, que más de la mitad de la ciudadanía considera que Fraga no se debiera haber presentado a estas elecciones y que el Partido Popular perderá la mayoría absoluta. Los porcentajes de los sondeos otorgan al PP entre 34 y 36 escaños (la mayoría absoluta está en 38) con un 42% de los votos. El PSdeG obtendría entre 24 y 25 escaños con un 35% y el BNG entre 15 y 17 con un 19% de las papeletas.

Las dos incógnitas que flotan en el aire son la orientación del voto por correo de los inmigrantes (la quinta provincia) que será especialmente elevado y la capacidad real que Fraga haya tenido en la activación de voto con su estrategia del miedo.

En cualquier caso, creo que los indicadores fiables de derrota del PP vienen de su radicalismo y no de las encuestas porque dicen que de éstas no hay que fiarse ya que no siempre aciertan. Don Manuel lo explica a su manera; dice que cuando a una mujer le preguntan con cuantos hombres se acuesta, ésta no suele dar una respuesta certera.

Yo digo que, ojalá la respuesta certera la dé Galicia para que, en otoño, el último ministro de Franco cumpla los 83 años en casa.

Eduardo Madina es secretario general de Juventudes Socialistas de Euskadi.

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