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Reportaje:LA PROHIBICIÓN DE FUMAR / 1 | INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS

El poder del tabaco

El Estado recauda de los fumadores 7.400 millones de euros anuales, casi el presupuesto de Defensa. Sanidad avisa de que ese consumo está provocando "la más grave epidemia"

Todo fumador alberga una presunta bomba humana que puede matarle a él y hacer daño a los que le rodean, según las advertencias sanitarias. Pero esas admoniciones han hecho poca mella en España, donde el año pasado aún hubo compradores suficientes para 4.663 millones de cajetillas de cigarrillos y cantidades diversas de otras labores, por las que se pagaron 11.000 millones de euros (el 1,3% del producto interior bruto). Las ventas cayeron sólo un 0,4% el año pasado, si bien la baja se acentúa en lo que va de 2005 (3% menos en el primer cuatrimestre, en relación con el mismo periodo de 2004).

Los datos del mercado de tabaco revelan una gestión sutil.Los impuestos sobre este producto aportaron 7.400 millones de euros a las arcas públicas en 2004, una cifra cercana al presupuesto de Defensa de ese año. De esta suma, 5.955 millones salieron del llamado "impuesto especial sobre las labores del tabaco" y un 40% de ese importe se distribuyó a las comunidades autónomas. ¿Los poderes públicos podrían renunciar a este maná? Si no, ¿habría que admitir que los fumadores juegan un papel esencial en la economía?

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Una brutal contradicción

Comprar tabaco es tan fácil como adquirir el pan. Se comercializa en 200.000 lugares: 16.000 estancos, 120.000 máquinas expendedoras, puestos en centros comerciales, quioscos, estaciones de servicio. Y, sin embargo, el Ministerio de Sanidad atribuye al tabaco no menos de 50.000 muertes por año, casi diez veces más que los fallecimientos en accidentes de tráfico. No se trata de datos estadísticos (no existen en materia de tabaquismo), sino de estudios epidemiológicos. José Ramón Banegas, catedrático de Medicina Preventiva, y otros investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid calculan en 54.233 el número de muertos por enfermedades asociadas al tabaco en 2001, el último año del que existe un estudio preciso.

Las contradicciones no pueden ser más brutales."Nos encontramos ante la más grave epidemia industrial de nuestro tiempo", asegura Fernando Lamata, de 51 años. Médico, actual secretario general del Ministerio de Sanidad y puntal político de esta lucha, dejó el tabaco hace seis años, cuando fue nombrado consejero de Sanidad en Castilla-La Mancha, pero no le costó demasiado porque fumaba cigarros. ¿Puede esperarse lo mismo de los 10 u 11 millones de fumadores habituales, consumidores de cigarrillos? "Evidentemente, no", reconoce. "Nos daríamos con un canto en los dientes si el número de fumadores se redujera en seis millones en 15 años".

Es oficial: el tabaco tiene responsabilidad en varios cánceres. A pesar de que faltan estudios clínicos de suficiente amplitud, las autoridades sanitarias están seguras de las estimaciones efectuadas con métodos internacionalmente aceptados. Las anteriores ministras de Sanidad del PP, Celia Villalobos y Ana Pastor, ya promovieron alguna medida sobre el tabaco. Pero en el texto del proyecto de ley propuesto por la actual ministra de Sanidad, Elena Salgado, es donde se afirma: "En España fallece cada año, como consecuencia del consumo de tabaco, un número de personas que representa el 16% de todas las muertes ocurridas en la población mayor de 35 años".

¿Están en su sano juicio las autoridades que permiten la venta de un producto presuntamente tan mortífero? "La adicción a la nicotina es fuerte y también hay una dependencia social", explica el doctor Lamata. "Tenemos muchos fumadores en España. El tabaco es un hábito químico y social tan arraigado que hace 30 años era normal fumar en las consultas médicas. Prohibirlo de la noche a la mañana sería negativo para nuestros objetivos, porque está demostrado que las medidas del tipo ley seca no funcionan".

"Si el tabaco se prohibiera en un país, las compañías tabacaleras cerrarían", reconoce Javier Areitio, de 50 años, director de relaciones corporativas de Philip Morris en España. Pero ni siquiera la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo recomienda; en la globalización del mercado, una barrera nacional antitabaquista duraría lo que aguantó la línea Maginot. En cambio, la OMS pide a los gobiernos que veten la publicidad del tabaco y hagan que cueste más caro.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero opta por reducir el aprovisionamiento, en parte: "Hay que limitar la oferta, prohibir tajantemente la publicidad del tabaco y cambiar el discurso social, de modo que fumar y ofrecer tabaco dejen de ser costumbres de cortesía", enumera el doctor Lamata. Se pretende que ningún menor de 18 años lo compre, bajo amenaza de sanción al vendedor.

Inhalar y expeler humo barato contribuye a explicar la persistencia de esos ¡chuapppps! constantes. La autoridad se enfrenta a ello como una versión moderna del Jano de la mitología romana: una de las dos caras, la salutífera, no ha convencido al lado recaudatorio para subir los impuestos.

"Nosotros somos favorables al aumento de precios", afirma Lamata, el secretario general de Sanidad. Pero no se ha tomado ninguna decisión sobre la fiscalidad del tabaco, según un colaborador del secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ángel Fernández Ordóñez; no sin reconocer que lleva nueve años congelada.

El lado recaudatorio de Jano (podría representarlo Pedro Solbes) se muestra circunspecto porque el erario público cuenta con unos ingresos seguros y en ascenso, gracias a su control sobre el mercado de un producto de riesgo, favorecido por la tendencia al mayor consumo de tabaco rubio, que cuesta más que el negro e incrementa la remuneración del Estado. Los que se oponen alegan incluso argumentos técnicos con influencia política: el índice de inflación (3,1% anual) notaría de inmediato una subida de los impuestos del tabaco.Las autoridades sanitarias ponen en duda que el tabaco sea tan rentable para el Estado, porque el cuidado de los afectados por tabaquismo puede suponer entre el 80% y el 100% de lo que el Estado saca del tabaco. Sin embargo, la imprecisión de los datos manejados aún es demasiado grande como para medir el verdadero coste social del tabaquismo.

Prohibir no es gratis

El equipo de la ministra de Sanidad, Elena Salgado, acepta la dificultad de cuantificar las repercusiones económicas de las restricciones previstas en el consumo de tabaco. Pero reconoce que 90.000 empleos dependen del sector que lo produce y distribuye. La Asociación Empresarial del Tabaco (AET), patronal del sector, eleva ese número a 98.000: de ellos, 30.000 en el cultivo de tabaco y primera transformación (a los que la limitación del consumo afectará mucho menos que el previsto final de la subvención europea al cultivo de este producto); 8.000, en las empresas fabricantes y comerciales; 40.000, en el circuito de distribución mayorista y minorista, y 20.000 empleos inducidos en proveedores de material necesario (papel, cartón, artes gráficas).

Prohibir el tabaco tampoco sale gratis al resto de la sociedad. Una de las medidas programadas afecta a la población laboral de este país. Habrá que escoger entre trabajar o fumar, porque las dos cosas serán imposibles al mismo tiempo. La norma en cuestión ni siquiera permite instalar narcosalas, el nombre con que se alude irónicamente a los cotos para fumadores.

Hay quien se atreve a estimar en 12.000 millones de euros anuales la caída previsible del PIB en el sector servicios, en caso de que la prohibición de fumar en el trabajo sea radical. El estudio en cuestión ha sido realizado por la empresa Aire Limpio, que se ocupa de gestionar la calidad del aire en los edificios y, por tanto, tiene interés en que se regulen los espacios para fumadores.

Los autores de ese estudio parten de la hipótesis de que la media para echar un pitillo es de 4 minutos y 30 segundos. Estiman en tres minutos el lapso necesario para dejar el puesto de trabajo y salir a la calle, más otros tantos para reincorporarse; añaden un tiempo adicional, pensando en los factores de distracción que conlleva la salida física del local de trabajo. Total: 15 minutos perdidos por trabajador cada vez que sale a fumar un pitillo, y qué menos que cuatro veces por jornada. Con espacios para fumar en el interior "se pierde menos tiempo y se ahorran factores de distracción", a juicio de Tomás Higuera, responsable de la entidad citada.

Los parias de las oficinas

Aguantarse o a la calle: esto es lo que se ve en Nueva York. Pequeños grupos de personas se encuentran en las aceras o en las terrazas de los edificios, bajo el viento racheado o un sol de justicia: son los parias de las oficinas, fumadores que roban tiempo al trabajo, a veces mal vistos por sus compañeros.

A las centrales sindicales tampoco les gusta esta ley. A su juicio la prohibición absoluta del tabaco es irreal y en todo caso sería mejor dejar que empresas y trabajadores lo pacten. La Unión General de Trabajadores (UGT) avisa del peligro de conflictos -el empresario podrá sancionar al fumador, ofreciéndole así un instrumento más para el arsenal de las disciplinas- y defiende que se permitan espacios para fumadores.

La CEOE no entra en soluciones que supongan costes adicionales a las empresas. "El metro cuadrado está muy caro", ironiza Manuel Fernández Vicario, de 50 años, estanquero de Córdoba y presidente de la Unión de Estanqueros españoles. "Hay más de 5.000 convenios colectivos en España y el tabaco nunca ha sido un problema; ¿por qué no se deja a sindicatos y empresas que lo resuelvan cuando se plantee?". Eso es justo lo que no quieren los defensores de la prevención, como el neumólogo Carlos Jiménez, experto en lucha contra el tabaquismo de la Comunidad de Madrid, que insisten para que no se acceda. Desde las trincheras sanitarias se defiende que la productividad mejora cuando no se permite fumar, porque hay menos bajas por enfermedad.

La patronal de la industria tabacalera no se plantea contestar los datos sobre la peligrosidad del producto para la salud: "No es nuestro trabajo", explica Juan Barreiro, el director de la Asociación Empresarial del Tabaco (AET), quien se acoge, simplemente, a la licitud del comercio ejercido por los socios de la entidad. Huele a humo en el lugar donde representantes de Altadis, Philip Morris y otros industriales, reunidos en torno a una gran mesa rectangular, orlada de cajetillas, contestan -sobre todo- dos puntos de la futura ley: la prohibición de vender tabaco en centros comerciales y quioscos, y el veto a la publicidad.

"El proyecto de ley me parece respetable", afirma Cándido Velázquez-Gaztelu, presidente de la AET. "Ya veníamos trabajando con algunas consejerías de Sanidad para evitar que los menores accedan al tabaco. Pero hay aspectos del proyecto de ley que tienen muchos riesgos. Prohibir la venta en los quioscos y en centros comerciales da miedo, porque los consumidores podrían buscar otras alternativas". A juicio del presidente de la AET, "la publicidad no incrementa el consumo, sino que sirve para disputar la cuota de mercado de cada marca". Y califica de "muy exagerada" la prohibición del patrocinio deportivo: "Hay una preocupación evidente en los organizadores de pruebas deportivas patrocinadas por industriales del tabaco".

85 millones menos en publicidad

Fernando Alonso corre la fórmula 1 con publicidad de una marca de tabaco en su coche, la escudería de Ferrari está patrocinada por la marca más popular de rubio estadounidense, varias marcas patrocinan el motociclismo y las regatas de vela. Todo esto se está terminando en países donde la campaña contra el humo lleva un tramo de ventaja.

La vinculación del tabaco con los deportes de aventura y competición, con el sexo y la música popular irritaron a la OMS y fue considerada como una burla al veto -ya antiguo- de la publicidad del tabaco en televisión. Después de varios años de forcejeos internos y de presiones de los diferentes lobbies, la Comisión Europea se ha dotado de una directiva contra la publicidad del tabaco que -aunque recurrida por Alemania- entra en vigor de inmediato.

La ley impulsada en España por la ministra de Sanidad, Elena Salgado, traslada el contenido de esa directiva al derecho interno. Sin embargo, la industria del tabaco protesta porque el proyecto del Gobierno va más lejos que la directiva comunitaria, ya que "cierra todas las vías posibles de publicidad y promoción" del tabaco, lo cual "podría conculcar el derecho constitucional a la libertad de información", según expertos de la AET.

Los responsables del Ministerio de Sanidad no comparten tales inquietudes. A su juicio, el patrocinio deportivo de las tabaqueras puede sustituirse por otros patrocinadores. La visión desde la industria es diferente: "Nosotros decimos: necesitamos la publicidad para competir, porque sin ella se va a favorecer la supervivencia de las marcas más conocidas y esto va a hacer el juego a la industria estadounidense; pero Sanidad se limita a decir : fuera toda la publicidad", comenta un ejecutivo del sector.

Queda en el aire la respuesta a la pregunta de lo que pueden hacer las compañías tabacaleras con el dinero que se ahorren en publicidad y promoción (se gastan unos 85 millones de euros anuales). La líder del sector, Altadis, prefiere no hacer comentarios; la segunda en cuota de mercado global, Philip Morris, espera a que exista una ley y no sólo un proyecto.

"Es obvio que el dinero que no se emplea en tabaco no se cuela por una cloaca, sino que se utilizaría en otros productos y servicios, que crearían más empleo productivo que el negocio del tabaco", argumenta el doctor Rodrigo Córdoba, médico de familia en Zaragoza y ahora al frente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo. A su juicio, la industria tabaquera internacional no ceja para impedir el progreso del debate sobre el tabaquismo y hace "esfuerzos económicos para debilitar o demorar todas las medidas legislativas orientadas a proteger la salud pública de fumadores y no fumadores".

Claro que todos los países no son iguales, ni siquiera en el llamado primer mundo. En Irlanda se prohibió fumar en 7.000 pubs hace algo más de un año y no hay noticias de revueltas en esa República (sólo del arremolinamiento de personas en la calle, con la pinta de cerveza en una mano y el cigarrillo en la otra). Pero España es un país de 300.000 bares y restaurantes. Aproximadamente el 20% de ellos caen bajo las previsiones de la futura ley, según la cual los dueños de los establecimientos de más de 100 metros cuadrados habrán de elegir entre dedicar el 70% del espacio a no fumadores (y confinar a éstos en un salón separado) o prohibir el tabaco enteramente en sus locales.

La polémica en la hostelería

"La demanda caerá drásticamente", augura José Luis Guerra, directivo de la Federación Española de Hostelería. "La prohibición de fumar no ha afectado a los servicios imprescindibles, como hospitales o aviones, pero los consumos que se hacen en hostelería son prescindibles. La costumbre de entrar a tomarse un café o una caña y de paso echarse un pitillo puede desaparecer". La demanda actual de clientes para las zonas en las que se permite fumar es muy superior a la de zonas libres de humo. Un estudio elaborado hace años por esa federación baraja una reducción del 8% del volumen de ventas, con una posible pérdida de 20.000 empleos.

Tales argumentos no impresionan al doctor Córdoba, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, quien considera "absolutamente falso" que se pierdan puestos de trabajo en la industria de restauración y hostelería. Apoya tan contundente descalificación en resultados conseguidos en lugares donde ya se aplica la prohibición. Afirma que las ventas de comidas y bebidas en Nueva York aumentaron a partir de 1996, tras el veto al tabaco, lo mismo que los beneficios de los bares de California, entre otros muchos ejemplos. La cosa no tiene duda para las entidades que forman parte del comité presidido por el doctor Córdoba, que abarca desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica a las de Cardiología, Epidemiología, Medicina Interna, Geriatría, Gerontología; pasando por los colegios de odontólogos, psicólogos, farmacéuticos. Esa asociación sólo ve beneficios para la salud y la economía en el proyecto de ley preparado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Echan de menos aspectos asistenciales y de ayuda al fumador para dejarlo, pero esperan que "esta vez vaya en serio".

Estimaciones de baja de mortalidad

El 31% de la población española fuma, según los datos que maneja la Secretaría General de Sanidad. Lo hacen más hombres (37,6% de los varones) que mujeres (24,7%), pero el ritmo de renuncias al tabaco es más rápido entre hombres que entre mujeres.

"La mortalidad atribuible al tabaco desciende por primera vez en España, aunque de forma muy ligera", sostiene José Ramón Banegas, de 50 años, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad Autónoma de Madrid. Junto con sus colegas Lucía Díez, Fernando Rodríguez Artalejo y otros, son los autores de la aplicación de un modelo de cálculo similar al usado en Estados Unidos, que permite estimar las fracciones debidas al tabaquismo en los datos reales de fallecimientos registrados en España. El trabajo, destinado a la publicación especializada Medicina Clínica, indica que el tabaquismo estuvo presente en 54.233 muertes en el año 2001, frente a las 55.613 atribuidas al tabaco en 1998 con la misma metodología.

La proporción de varones fallecidos sigue siendo mucho más alta que la de mujeres. Pero se estima que la mortalidad entre estas últimas crece deprisa (véase gráfico). "No debe interpretarse que ese número de muertes se deba exclusivamente al tabaco", explica Banegas. "El tabaco es la causa, junto con otros factores de riesgo; lo que afirmamos es que, si quitáramos el tabaco, los procesos que llevan a las enfermedades analizadas no se completarían".

Faltan estudios clínicos que proporcionen más certeza. La Junta de Andalucía los tiene, porque pleitea contra seis tabacaleras para exigirles compensaciones por la atención sanitaria a más de un centenar de afectados; curiosamente, el organismo presidido por Manuel Chaves ha denegado toda información sobre las evidencias clínicas de la responsabilidad del tabaco en esos casos, alegando que el pleito no ha sido sustanciado todavía.

Winston Churchill fumaba. La imagen de Che Guevara está unida a un cohíba; imposible imaginarse a Jean-Paul Sartre sin un cigarro, al nonagenario Santiago Carrillo sin el pitillito. Todo empezó en 1492, cuando los hombres de Cristóbal Colón descubrieron el tabaco en América, pero se consolidó con la automatización de los procedimientos de fabricación en el siglo XX. Ahora hay demasiados doblones en juego como para que resulte fácil desnicotinizar a la sociedad.

Mañana, capítulo 2: Guerra de precios

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