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FÚTBOL | La cara y la cruz de la final de Copa

Un pícaro forjado en la lucha contra su destino

"¿Qué rodilla es la mala, la izquierda o la derecha?", así recibieron Pablo Alfaro y Javi Navarro a Daniel Martín Alexandre, Dani (Sevilla, 1981), cuando saltó al terreno de juego en un derby en Heliópolis. El joven jugador de Triana se tragó el anzuelo y saltó como un salmón cada vez que se acercaba uno de los defensas. Por una vez, su táctica favorita le salió mal y acabó sancionado por fingir un sinfín de agresiones que nunca sufrió.

Dani es un delantero tenso, de los que siempre tienen la mandíbula crispada y la mirada peligrosamente perdida. Su fútbol es de verdad de calle. Comenzó a patear la pelota en las calles de Triana y en campos de albero donde recibía decenas de patadas en sus desesperados intentos de meter gol.

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Llegó a las categorías inferiores del Betis gracias a ese ansia por ganar. Ese ánimo guerrero, como si no existiera el mañana es lo mejor y lo peor que tiene. Con el Betis fue una de los aprendices de estrella verdiblancos que se merecieron los elogios de Louis Van Gaal cuando ganaron la Copa del Rey de juveniles en 1999.

La vida no ha sido fácil para él en casi ningún aspecto. Todo ha sido lucha y no pocos contratiempos tanto en lo personal como en lo profesional. Tras llegar a la primera plantilla del Betis, en 2001, la fatalidad pareció cebarse en él de nuevo. En 2002, le saltaron los ligamentos de una rodilla y a los de los tobillos les tocó el turno en 2003 y 2004. Hasta cinco intervenciones quirúrgicas ha tenido que pasar para volver a ser futbolista. Y hasta eso parece que no está aún tan claro hace apenas un mes sintió un pinchazo en un entrenamiento en el tobillo dañado y se creyó que se le había roto de nuevo. Sólo fue un esguince por lo que, a la postre, pudo seguir entrenando para culminar el año con el gol que daba el triunfo en la Copa del Rey a su equipo del alma.

Y es que en los pocos minutos que jugó, Dani fue él en esencia. Tras controlar con la derecha un buen pase de Varela y chutar hasta la red primorosamente con la izquierda, se dedico a enredar. En una jugada que ya parece patentada bajo su nombre se fue al suelo como si lo hubiera fulminado un obús. Nadie le tocó a pesar de cómo se retorcía en el suelo. El partido se rompió, se afeó hasta el extremo con una larga tangana motivada por el teatro del trianero y por una verdadera coz de Pablo García sobre Joaquín.

Un delantero que ha pasado penurias como persona y como futbolista que es de los que dicen "yo soy así", y que ha hecho historia para el Betis.

Dani celebra su gol en la final de Copa.
Dani celebra su gol en la final de Copa.EFE

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