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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fuerza

"EL VERDADERO héroe, el verdadero tema, el centro de la Ilíada, es la fuerza". Así se inicia el ensayo que premonitoriamente escribió Simone Weil (19091943) durante 1939 y 1940, justo en vísperas de la ofensiva alemana, lo que obligó a que su publicación fuera en Marsella y con seudónimo. Desde luego, la dura y trágica década de 1930 tuvo, desde su arranque, vestigios amenazadores de odio y violencia que no podían sino terminar en la destrucción colectiva, que lo es más por la destrucción de los valores que por el número espantoso de víctimas, porque el verdadero problema para el hombre no es que muera, sino que no encuentre sentido a vivir. En este contexto, Simone Weil vuelve su mirada al genio épico, insuperado en el poema de Homero, pero lo hace para encarar el lado vulnerable de la explosión de energía que enloquece, aprisiona, al alma humana. Aun en unas circunstancias tan lejanas a las descritas en la Ilíada y a las del momento en que redactó Weil su texto, titulado 'La Ilíada o el poema de la fuerza', ahora incluido en el libro La fuente griega (Trotta), esa gran obra homérica y el comentario de la escritora francesa no han perdido, en su respectiva escala, su conmovedora frescura.

"La fuerza es lo que hace una cosa de cualquiera que le esté sometido. Cuando se ejerce hasta el extremo, hace del hombre una cosa en el sentido más literal, pues hace de él un cadáver". No se refiere Simone Weil sólo al hecho de que la fuerza nos lleve a matar a un semejante, sino a convertirlo, estando incluso vivo, en cosa, a esclavizarlo. Y, sin embargo, nos sigue diciendo la misma autora, "el alma no está hecha para habitar una cosa; cuando se la obliga a hacerlo no hay ya nada en ella que no sufra violencia". Estamos, pues, ante el meollo trágico de la historia humana, ayer y hoy, que no es capaz de plantear la relación con el otro sino mediante dominación. En este sentido, las brutales violencias narradas en la Ilíada son meros juegos infantiles en comparación con las perpetradas en nuestra época, insisto, no tanto por mayor capacidad mortífera de nuestras armas, sino por la perversión de los valores que nos convierte en irresponsables.

En realidad, para Weil, el supremo arte homérico que redime la catástrofe de la matanza que narra consiste en la sinceridad, cuya sustancia ética y estética se basa en la "pureza" y la "simplicidad". Semejante grado de lucidez y fortaleza hacen de la Ilíada un poema épico irrepetible, no porque el ser humano no haya dado muestras posteriores de genio artístico, sino porque su calidad existencial ha empeorado. Que se empeore progresando es una de las paradojas más lacerantes del hombre contemporáneo y, en cualquier caso, lo que le hace incapaz para esa forma suprema de creación literaria que es el poema épico. Al término de su texto, Weil apunta que quizá podríamos recuperar ese don cuando supiéramos no confiar en la suerte, no admirar la fuerza, no odiar a nuestros enemigos y no despreciar a los desdichados; pero, añade, "es dudoso que esto suceda pronto".

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