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Reportaje:FÚTBOL | Betis-Osasuna, mañana, final de la Copa del Rey

La conexión uruguaya

Morales, Webó y Pablo García triunfan ahora en Osasuna tras haber tenido carreras azarosas

Ni Morales ni Pablo García ni Webó habrían podido imaginar hace un par de años su cuento de hadas en Osasuna. Los tres protagonizan historias de pobreza y decepciones, de saltos buscando alguna oportunidad. Y todos tienen el mismo redentor: Javier Aguirre. El técnico mexicano les ha convertido en la referencia ofensiva de un equipo que no estaba acostumbrado a ver el gol con facilidad. La conexión uruguaya ha explotado en El Sadar.

El trío ha sido tocado esta temporada por ese genio futbolístico que les había abandonado. Morales ha sido el pichichi del equipo con nueve tantos. Desde su llegada, en enero de 2003, hasta su primer gol rojillo pasaron 15 meses. El fichaje más caro de la historia del club navarro no podía salir de Pamplona porque nadie le quería, ni regalado, por su alta ficha. No le valió ni ser el jugador de mayor estatura (1,96 metros) de la Liga, ni contar con ocasiones, ni el apoyo de la afición, que se encariñó con el gigante torpón, divertido y arrabalero que había pasado dos veces por las prisiones uruguayas por sendas peleas y que también había tenido que subirse a un andamio para vivir. "Sin el gol, no eres nadie. Eso es lo que me ha ocurrido", comentar al reencontrarse con la red.

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El Nacional, del que procedía Morales, y el representante Pablo Casal quisieron hacer una operación redonda con la venta del delantero charrúa. Así, en el paquete incorporaron a Webó, un camerunés al que los ojeadores del club llevaron a Montevideo con apenas 17 años. O los dos o ninguno. Y fueron los dos porque el interés de Osasuna por Morales era enorme.

El camerunés, ya con 19 años, fue cedido al Leganés, en el que apenas jugó. Cuando volvió, Osasuna ni le quiso presentar con sus compañeros a la espera de venderlo y traerse a otro futbolista consagrado. Aguirre, para que no perdiese la forma, le permitió entrenarse con el primer equipo y, de repente, halló a un jugador eléctrico, luchador incansable y complemento de Morales, con el que había jugado en el Nacional.

Entonces, contra la opinión de la directiva, apostó por él. Este curso, en el que había comenzado de suplente, ha sido el de su consagración por su velocidad, sus seis goles y sus otros seis pases decisivos. El club no ha dudado, pues, en desembolsar casi un millón de euros para comprarle al Nacional todos sus derechos sobre él.

Pero es en el centro del campo pamplonés donde ha nacido una estrella que tienta a varios clubes. Se llama Pablo García y combina la técnica delicada de su zurda con un carácter levantisco. Ha sido un chico que trabajaba de panadero para pagarse las botas y los billetes de autobús para ir a los entrenamientos. También, un jugador obstinado y tenaz rechazado por el Atlético B; fichado por el Milan, en el que jugó sólo cinco encuentros, y cedido al Venecia, en el que se peleó con el entrenador. Le ha recuperado la psicología de Aguirre, que, eso sí, no ha logrado cambiarle el talante.

Sobre el césped, Pablo García es un volcán. "Nunca quito el pie", afirma. Las estadísticas lo confirman al ser el más amonestado del campeonato: 18 tarjetas amarillas. En la calle, en cambio, es un joven tímido y familiar que no deja de sonreír y bromear.

Los tres forman una horizontal de garra. "Debe de ser nuestro carácter uruguayo", resume Pablo García, tocado ante la cita de mañana, "porque no nos gusta perder nunca".

Morales, Webó y Pablo García.
Morales, Webó y Pablo García.SCIAMMARELLA

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