La historieta sube a Montjuïc
El Salón Internacional del Cómic de Barcelona supera con nota el cambio de ubicación
Lo primero que se ve al entrar son las casetas de las casi omnipotentes Planeta De Agostini y Norma, altísimos, decorados con grandes dibujos de superhéroes y otros personajes populares del cómic. Pero justo al lado, a la derecha, otra caseta, mucho más bajita, de una tienda de tebeos de segunda mano ambienta la primera hora con las canciones de las viejas series de dibujos animados Dartacán y los tres mosqueperros y la Abeja Maya. Así es el Salón Internacional del Cómic de Barcelona, que inició ayer su 23ª edición con cambio de sede. La inauguración se saldó con buena nota, algunas colas y éxito de público.
Editores, comerciantes, autores, visitantes... El comentario era casi unánime. Con el cambio de ubicación -de la estación de Francia al Palau 2 de la Fira de Barcelona- el salón ha ganado. En la estación de Francia, un escenario indudablemente más bello y céntrico, había corrientes de aire, entraban las palomas, que más de una vez habían arruinado algún paquete de libros, y se oía regularmente la megafonía de Renfe. En la Fira, las casetas cuentan con más espacio y los pasillos son mucho más anchos. A pesar del incremento de metros cuadrados, ayer por la mañana se apreciaba una considerable afluencia de visitantes. Este año hay una promoción por la que con cada entrada (seis euros) acceden dos personas. El objetivo es superar las 92.000 visitas del año pasado.
Ayer llegaron los primeros autores invitados: Bernie Wrightson (Feria de monstruos, Planeta De Agostini), Manu Larcenet, autor prolífico y seguidor de una línea humorística y popular no reñida con reflexiones de orden moral y social (Los combates cotidianos, La línea de fuego, Norma); Jason Lutes, un norteamericano deudor de la línea clara europea (Berlín, Astiberri); Ed Brubaker, uno de los guionistas estrella de la mítica Marvel, que para distanciarse de tanto superhéroe se dedica de vez en cuando a las historias de misterio con fondo social y al cómic indie (The Fall, con Lutes, Planeta De Agostini).En este Salón renovado se ha habilitado un espacio para encuentros profesionales. La organización ha invitado a cuatro editoriales -las francesas Dargaud y Delcourt y las estadounidenses DC y Marvel- para que conozcan la obra de autores españoles. Otros sellos europeos acuden a Barcelona a vender su catálogo.
Los editores españoles inventan estrategias para alcanzar nuevos lectores frente a la sempiterna situación de crisis del sector: los editores de la revista semestral NSLM, Max y Pere Joan -es decir, el sello mallorquín Inrevés-, han llegado a un acuerdo con el madrileño Sins entido para distribuir la revista y hacerla llegar a librerías generalistas: "Estábamos hartos de encontrar gente que nos dice que hacemos una muy buena revista pero que jamás se acerca a una tienda de cómics", explicó Max. El acuerdo, efectivo a partir del próximo número, implicará un aumento de la tirada: de los 1.500 ejemplares actuales a 2.000.
El espacio de exposiciones también ha salido ganando. Diseñadas por el Centro Cultural Sant Cugat y comisariadas por Raúl García, las casetas muestran páginas originales de la obra de los autores Fermín Solís (Extremadura, 1972), Manel Fontdevila (Manresa, 1965) y Horacio Altuna (Córdoba, Argentina, 1941) y del fanzine Cretino. La más chocante es quizá la dedicada a Altuna, titulada Imaginario. La escenografía reproduce unos retretes sumamente sucios, pintarrajeados de un color marrón al que sólo le falta oler un poco mal para herir según qué sensibilidades. Grupos de adolescentes se carcajeaban ayer ante un maniquí demasiado realista que vomita en uno de los lavabos. Las viñetas del autor argentino se pierden un poco en el entorno.
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