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Columna
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Escaleras

Hoy he abierto la puerta a un par de testigas que han llegado hasta mi piso subiendo las escaleras. Me refiero a un par de testigas de algo, tal vez de Jehová, según he creído entender. Me ofrecían una enciclopedia. Yo les he dicho que no, que en casa tenemos muchos libros y muchas enciclopedias. La que llevaba la voz ha insistido: "Pero esta es una enciclopedia basada en la Biblia". No me ha tentado siquiera la alternativa del creacionismo como dogma por aquello de estar en la onda, y lo que se lleva ahora en los círculos cultos, además, es la teoría extraterrestre.

Levantando la mano ligeramente, como quien indica un stop a la vez que se disculpa a la vez que realiza gestualmente el icono de la mano de Fátima, he dicho: "No, muchas gracias", y ellas, muy educadas, se han despedido con una breves palabras, entre las cuales he podido escuchar claramente, o, al menos, esa señal me han enviado mis oídos: "Pues será de madrugada".

Reconozco que es absurdo, que lo más probable es que me hayan dicho: "Pues no se preocupe, no pasa nada", o algo por el estilo, y reflexiono que haber oído: "Bueno, pues será de madrugada", sería lo mismo que oír: "Buenas noches tenga usted, Nabucodonosor", cuando te cruzas con un vecino por las escaleras, a primera hora de la mañana.

Durante unos instantes he calibrado la posibilidad de que fuesen a volver otro día, de madrugada. Luego he creído, en el colmo del delirio trágico judeocristiano, que las testigas me habían condenado a morir de madrugada por no haberles comprado la enciclopedia, porque ya se sabe que religión y magia han estado siempre muy relacionadas desde el comienzo de los tiempos, y portavoces de ambas han muerto por el fuego a lo largo de la historia.

Luego, con toda sencillez, una iluminación me ha revelado la existencia de un ser superior, así, por la cara, que organiza los encuentros como si de casualidades se tratase. Cuando vivía en Barcelona, unos testigos de Jehová tocaron al timbre del portero automático. Subieron los siete pisos sin ascensor, repito: siete pisos sin ascensor, y llamaron a mi puerta. Les dije que no quería nada y, tras cerrar la puerta, escuché cómo volvían resignadamente sobre sus peldaños. Este ejemplar episodio me hizo llegar a la conclusión de que los testig@s de Jehová han debido de desarrollar unos gemelos impresionantes de tanto subir y bajar escaleras, lo cual les honra desde un punto de vista atlético.

Tal vez una evocación con tantas escaleras no vaya a ninguna parte. Tal vez las testigas, cuyas pantorrillas no aprecié convenientemente, no vuelvan nunca. Tal vez tenga que revisar esta tribuna mañana, de madrugada.

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