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Reportaje:

Una escuela en el mar

Más de 2.000 estudiantes de Cádiz aprenden a navegar en Puerto Sherry

En el mar, no se trabaja con cuerdas. Se utilizan cabos. Es la primera lección que aprenden los escolares que participan en Jugueteando, una iniciativa de la Diputación de Cádiz y la Federación Andaluza de Vela que ha permitido a 2.450 niños de colegios gaditanos acceder a las nociones básicas de este deporte náutico. Han podido ampliar su vocabulario y llevar el timón de sus embarcaciones. Una forma de garantizar una aprovechable cantera de regatistas.

La Diputación, a través del Instituto de Fomento para el Deporte, y la Federación también quieren acercar el mar a escolares de municipios del interior. Es el caso de Olvera, a más de 100 kilómetros de la costa gaditana. Desde este municipio, se trasladaron hasta el puerto deportivo de Puerto Sherry, en El Puerto de Santa María, 38 alumnos y dos profesores del colegio San José de Calasanz. Para la gran mayoría, era su primera oportunidad de viajar en un velero.

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Al principio, durante una media hora, varios monitores inculcan a los niños las cuestiones técnicas que no deben olvidar nunca cuando naveguen. El primer objetivo es saber montar el barco, un velero tipo raquero. Se habilitan cuatro embarcaciones, en las que los aprendices se dividen en grupos de diez. Es el momento de conocer las primeras palabras específicamente marinas: los cabos, la botavara (el palo horizontal al que deben prestar atención para evitar golpes en la cabeza) o el foque (la vela pequeña de la embarcación), entre otros muchos términos. "Es sólo una preparación escueta porque queremos que se lleven la mayor parte del tiempo navegando", explica el coordinador de la actividad, Juan Manuel Bolaños.

Tamara Marqués, de 11 años, y Sara Bocanegra, de 12, estudiantes de 6º de Primaria en San José de Calasanz, están a punto de salir a navegar enfundadas en sus chalecos salvavidas. Será su bautismo de mar porque ninguna ha viajado nunca en velero. "Una vez fui en el Vaporcito", comenta Sara recordando el barco que une desde hace años Cádiz con El Puerto. Pero jamás ha cruzado el mar empujada por el viento y nunca ha tenido la oportunidad de ser ella la que lleve el timón. En su primera vez, no está nerviosa ni tiene miedo. Al igual, que su amiga, sabe nadar y, si se cansa, se agarra a la confianza que le da el chaleco flotante.

Durante tres horas, navegan a toda vela. Mientras aprenden, los niños se remojan y saludan al resto de compañeros que viajan cerca de ellos. "¡Nosotros navegamos en este barco no en el de los demás!", les reprende uno de los monitores. En tierra, prosiguen las lecciones. Queda la recogida del barco, la importancia de doblar las velas, el cuidado del material.

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Tamara y Sara han sabido esquivar los embistes de la botavara y han superado con éxito su primer viaje en un pequeño velero. Tamara se atreve a repasar todo lo aprendido. "Hemos montado el barco, hemos cogido las cuerdas...". En ese momento, todos sus compañeros la corrigen. "¡Cabos!". Son ya parte de una posible cantera de futuros regatistas.

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