_
_
_
_
Crítica:MEMORIA DEL GULAG
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran fisura del mundo moderno

Josep Ramoneda

Hace treinta años (16 de abril de 1975) Bernard Pívot recibió en su famoso programa cultural televisivo Apostrophe a Alexandr Solzhenitsin. Le acompañaban Pierre Daix, Jean D'Ormesson y Jean Daniel. Después seguiría una larga polémica, en el curso de la cual Raymond Aron escribió: "Si Solzhenitsin molesta, si indigna, es porque ataca el punto sensible de los intelectuales occidentales: el punto del engaño. Si reconocéis el gran Gulag, ¿por qué vuestra virtuosa indignación sólo tiene en cuenta a los pequeños gulagui? Los campos son campos, sean pardos o rojos".

Alexandr Solzhenitsin había ganado el Premio Nobel en 1970, ante la irritación del poder brezneviano. En el año 1973 empezó a publicar en Occidente El archipiélago Gulag, una inmensa obra en tres partes sobre los campos de concentración en la Unión Soviética, que había estado escribiendo clandestinamente desde 1958. En 1974,

ARCHIPIÉLAGO GULAG II

Alexandr Solzhenitsin

Traducción de José María Güell

Tusquets. Barcelona, 2005

793 páginas. 25 euros

Solzhenitsin fue expulsado de la Unión Soviética. En Francia, Seuil publicó el libro en un momento oportuno: en la resaca de mayo del 68, el clima de crítica a la Unión Soviética que esta revolución propugnó, había propiciado que los disidentes del Este fueran protagonistas en los medios franceses. Siniavski, Daniel, Plioutcsh o Sakharov eran nombres conocidos en el mundo cultural. Pero eran también los años del programa común de las izquierdas y Mitterrand y su gente, aliados con el PCF no tenían ningún interés en inquietar a Moscú. Es más, en el espíritu de distensión, propio de esta fase de la guerra fría, tampoco en Washington había especial interés en molestar al Kremlin. Cuenta Aron en sus memorias que Kissinger desaconsejó al presidente Gerald Ford que recibiera a Solzhenitsin por razones de buena relación con la URSS. En la España del tardofranquismo, la polémica llegó mediatizada por el contexto del franquismo y la resistencia. Plaza& Janés edito dos volúmenes del libro en 1974. Después, en 1998, Tusquets inició la publicación de la versión de El archipiélago Gulag que el propio

Solzhenitsin revisó en los años ochenta.

El debate dio en Francia dos libros importantes: La cuisinière et le mangeur d'hommes, de André Glucksmann, y Un homme en trop, de Claude Lefort. El libro de Glucksmann marca un punto de inflexión decisivo: la ruptura de la extrema izquierda intelectual con el marxismo-leninismo y la asunción de la crítica del totalitarismo. Claude Lefort había mantenido siempre la mirada crítica sobre lo que ocurrió en la URSS. Por eso escribe que Archipiélago Gulag era un libro que "unos pocos esperábamos desde hace mucho tiempo". Un libro que obliga a preguntarse por qué "el miedo a la verdad ha sido cultivado tan obstinadamente".

Solzhenitsin narraba algo que ya se conocía aunque la inmensa mayoría de la intelectualidad de izquierdas mirara a otra parte, los ojos fijos en el imperialismo americano: la realidad del sistema concentracionario soviético. Pero lo hacía con el talento de un gran escritor, que aporta un testimonio basado en la experiencia privada, con un lenguaje preciso y conmovedor no exento de ironía. El carácter conservador y huraño de Solzhenitsin, su amor por la vieja Rusia y su religiosidad, y el anacronismo utópico de sus propuestas han oscurecido su figura. Pero su obra fue decisiva para rasgar el velo que impedía a buena parte de la izquierda europea ver y reconocer lo que estaba ocurriendo en la gran patria socialista.

Tusquets publica ahora Archipiélago Gulag II, el segundo volumen de la monumental obra. Y anuncia la publicación del tercero. La construcción del archipiélago, la vida en su interior y las condiciones morales de la existencia del deportado son los temas de Campos de trabajo y exterminio y El alma y el alambre de espino, las dos partes del libro. Los habitantes de la nación sek -como se llamaba a los deportados a trabajos forzosos- "mueren como todo el mundo", escribe, "sólo que en mucha mayor cantidad y antes de tiempo. Y el rito de su entierro es sombrío, pobre y cruel".

Sin ánimo de sintetizar ochocientas páginas, me permito señalar algunas ideas básicas de

Solzhenitsin: el Gulag no es un invento de Stalin, desde el aura de la revolución se imponen los trabajos forzados. Los campos de concentración tienen un papel central en el sistema: no son una forma de represión excepcional, son la norma y están ligados a la lógica del comunismo soviético. La modernidad de los campos viene derivada de su legitimación mediante la ideología. El sentido central de la existencia de la esclavitud y del archipiélago Gulag es el mismo: una organización social de explotación forzosa e implacable del trabajo gratuito de millones de esclavos sin beneficio alguno para ellos.

Dice Pierre Hassner que la gran verdad reencontrada en Solzhenitsin, después de Simone Weil y de Hannah Arendt, es "la solidaridad íntima de violencia y engaño". De ahí la idea del Gulag como máquina de degradación moral que no salvaba ni siquiera a los propios deportados. Archipiélago Gulag no es un relato de historias ejemplares, es la minuciosa descripción de las zonas prohibidas de un sistema que dominó medio mundo. Termino con Lefort: la importancia de este libro es que sin pretender hacer teoría "interpela el Siglo y remueve todo el edificio de sus representaciones, abriéndonos los ojos sobre la gran fisura del mundo moderno".

Alexandr Solzhenitsin sonríe, con un ramo de flores en la mano, tras un estreno teatral en Moscú en 1995.
Alexandr Solzhenitsin sonríe, con un ramo de flores en la mano, tras un estreno teatral en Moscú en 1995.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_