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Un centenar de vecinos del Carmel han regresado a sus casas

El retorno de los 600 afectados de la 'zona verde' se acelerará en los próximos días

Clara Blanchar

Después de cuatro meses, por fin ha comenzado el retorno a casa de los vecinos del Carmel de Barcelona que fueron desalojados tras el hundimiento en las obras del metro. En un proceso escalonado que sólo comprende la zona verde -la más alejada del socavón-, ayer eran más de un centenar las personas las que habían regresado y la vuelta se acelerará en los próximos días. También los vecinos que perdieron sus viviendas se están instalando en sus nuevos pisos. Mientras, continúan los trabajos de recimentación de los 12 edificios de la zona amarilla que resultaron gravemente dañados.

Pese al esperado retorno, las caras de los vecinos que han vuelto a casa reflejan cansancio y hastío. Muchos incluso son reacios a hablar con la prensa. "Después de lo que hemos pasado, queremos volver a la normalidad", era lo único que expresaba el pasado lunes un vecino de la calle de Sigüenza. Los números pares de esta calle por la parte que queda por encima del socavón, a partir del 52, son los que concentran mayor número de retornados. También han regresado algunos afectados de las calles de Llobregós, Bernat Bransi y Pantà de Tremp.

El proceso de regreso comienza con una reunión en el centro cívico Boca Nord, donde los responsables de la Administración entregan a los afectados de cada escalera los certificados de solidez del subsuelo, el edificio y sus viviendas. Fuentes de la Generalitat aseguran que ayer finalizó la entrega de certificados a los 625 afectados de la zona verde. Los aproximadamente 400 vecinos de la zona amarilla tardarán todavía meses en volver a sus casas. Un buen número de estos afectados ha optado por acogerse a la opción de alquilar pisos o trasladarse a aparthoteles mientras dure la espera.

De acuerdo con el procedimiento que se está siguiendo, en la reunión informativa de los que regresan, los afectados reciben un informe detallado de los daños de sus pisos, y se les da la opción de regresar antes de realizar las reparaciones o bien esperar a volver a que las obras hayan terminado. En general, los vecinos deciden en función de la afectación de sus viviendas. Todos los acuerdos quedan reflejados en un convenio que firman las partes.

Jordi, vecino de la calle de Sigüenza número 56-58, explica que en su piso hay "cuatro grietas" y que ha preferido regresar junto a su mujer y su hija antes de que se lleven a cabo las obras. "Teníamos ganas de volver, ya vendrán a hacer las reparaciones". Los convenios que los afectados firman con la Administración también prevén una revisión de los suministros y electrodomésticos que hayan podido resultar dañados, así como la limpieza de las fachadas, escaleras y pisos, que si sus habitantes lo desean correrá a cargo de la Generalitat.

Indemnizaciones sin pagar

La abogada Mari Carmen Pérez-Pozo, que representa a unos 200 afectados, explica que, en general, el trato que están recibiendo los vecinos es "bueno y personalizado" porque a cada escalera se le asigna un técnico que actúa como gestor del retorno. Sin embargo, alerta del descontento que origina que todavía no hayan cobrado la indemnización de 10.000 euros por daños morales que pactaron los letrados y la Asociación de Vecinos. Está previsto que la Generalitat debería pagarla antes del día 10 de este mes o bien la semana siguiente al regreso.

El impago de ayudas también está causando mucho malestar entre los 70 comerciantes afectados. El presidente de la Asociación de Comerciantes Carmel Centre, Josep Maria Mas, aseguraba ayer que sus compañeros están "desesperados" y que este mes todavía no han cobrado los 10 euros por metro cuadrado de los locales ni los 1.500 por trabajador. "El barrio sigue muerto, y hasta que no vuelvan todos los vecinos, los comerciantes también son recelosos", lamentaba.

En paralelo al retorno, la actividad es frenética en el entorno inmediato al socavón. Finalizada la inyección de cemento en el túnel de maniobras, ahora los trabajos se concentran en los bajos de los 12 edificios que se están recimentando. El procedimiento es espectacular y convierte pisos o locales en algo parecido a un campo de batalla. De entrada, se vacía la superficie completamente. Por ejemplo, si los bajos de una finca los ocupaba un bar, como en la calle de Sigüenza 36, se empieza por eliminar la barra y cualquier mueble. Igual ocurre con los pisos, en los que, además, en algunos casos es necesario derribar paredes para que la maquinaria pueda entrar.

A partir de ahí, y de acuerdo con un exhaustivo estudio sobre las cargas que soporta cada muro del edificio en función de sus características y su altura, se perfora el suelo en los puntos en los que se instalarán los micropilones: tubos de acero que llegan a una profundidad de unos 14 metros, hasta tocar piedra, que se rellenan de cemento, explica un técnico de la empresa Rodio, encargada de la obra.

El micropilotaje de cada edificio se prolongará unos dos meses, aunque se están realizando de forma simultánea en varios inmuebles. El total de las obras no estará terminado antes del mes de noviembre, según un portavoz del Departamento de Política Territorial.

Fuera de la zona del socavón, la actividad es intensa también estos días en los pisos de promoción pública de las calles de Llobregós y Garcilaso, donde han comenzado una nueva vida las 34 familias que se quedaron sin casa. El edificio de la calle de Garcilaso ya ha sido ocupado por los ex vecinos del número 6 de la calle de Conca de Tremp, y en el de Llobregós ya se han instalado dos familias del 10 del pasaje de Calafell, y otra decena pasa a diario por los pisos, para ir a comer si trabajan en el Carmel o para esperar la llegada de muebles. Dormitorios, mesas y sillas, sofás o muebles de baño ocupan estos días la vida de estas familias que han tenido que comprar de nuevo absolutamente todo, desde la ropa de verano hasta las sábanas pasando por la batería de cocina, la tabla de planchar o juguetes para los niños.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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