El arte de lo preciso y lo accidental

Los archivos de Stanley Kubrick (1928-1999), editados en un libro del mismo título, representa una primera edición extraña, impregnada de una peculiar concepción alternativa propia de la que fue la forma de hacer de su autor. Más bien diríamos que es una publicación que hay que leer en clave bipolar. Es una equilibrada mezcla en una misma persona de un fotógrafo, un cineasta y un literato.

Los archivos de Stanley Kubrick se divide en dos apartados bien diferenciados. El primero está narrado en la clave de un constructor de imágenes que explica lo que quiere y lo que no quiere. Y lo hace básicamente con relación a las múltiples interpretaciones que se hicieron de la película 2001 Odisea del espacio. Reitera que "se trata de una experiencia que nada tiene que ver con la palabra; es una experiencia no verbal que pretende penetrar en el inconsciente". Él ha pretendido crear una introducción directa a lo impreciso, lo fronterizo, el lado oculto del mundo de la insinuación visual.

El segundo capítulo se centra con mayor énfasis en lo que él denomina "el proceso creativo". A Kubrick le gustaba afirmar continuamente que él era un fotógrafo porque, ante todo, esta forma de hacer era la mejor manera de articular el proceso cinematográfico. Cronológicamente, se deriva del anterior. Aquí aparecen toda suerte de materiales basados en lo gráfico de la más diversa naturaleza: desde fotografías -excelentes- hasta su peculiar concepción de cómo debe ser un cartel cinematográfico. A ello hay que añadir la transcripción de unos 800 artículos, en su mayoría inéditos, de él y sobre él.

Por otra parte, la edición in-

cluye un CD audio que contiene una entrevista de 70 minutos con el autor, realizada por Jeremy Bernstein. Adicionalmente incluye una entrevista que hizo al cineasta norteamericano de Vicente Molina Foix y un prefacio escrito por Alison Castle. Estamos ante un libro objeto, de culto, e independientemente de las excelencias de su contenido subrayamos un excelente tratamiento y manufactura tipográfica.

La aparición de este libro coincide con Drama & Shadows, que documenta las primeras fotografías del cineasta (las que tomó él mismo entre 1945 y 1950), muchas de las cuales permanecían inéditas.

En otro extremo podemos apreciar las cualidades de un libro como Anónimo. Imágenes enigmáticas de fotógrafos desconocidos. Sostiene Sandra S. Philips, conservadora de fotografía del Museo de Arte Moderno de San Francisco, que "las fotografías de este libro tienen, por su intensidad y su variedad, la misma capacidad de emocionarnos que las realizadas por artistas reconocidos. Acaso la fotografía sea el único campo en el que encontrar tan fascinantes sorpresas, y este libro contiene algunas de esas elocuentes maravillas". Por el contrario, aquí no se sabe quién las ha hecho. Esto es cierto, "la fotografía anónima se eleva por encima de lo banal, con una especial atención renovada" (W. Boyd). Sin embargo, nos encontramos aquí unas 220 magníficas ilustraciones que no sabemos quién las ha hecho y cuál fue el motivo que le indujo a apretar el disparador. Es una suerte de arte accidental que lo mismo puede tomar como argumento el patio de una prisión con los encarcelados en fila y su traje de rayas en tono sepia -porque el tiempo ha descolorido el original- que a unas niñas de la época victoriana tomándose recíprocamente fotos en un bosque, ambas vestidas de caperucitas. O la de un domador de perros posando ante una hilera de canes en plena formación. Así, hasta el hogar de Eisenhower, con un letrero donde aparece el horario de visitas... Ciento y pico copias y una colección de textos breves que reflexionan sobre ello y que no tienen desperdicio. Es un libro maravilloso que admite múltiples lecturas.