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El Consistorio abre una oficina de atención a las víctimas del atentado de San Blas

Alrededor de 40 personas denuncian daños tanto en viviendas como en oficinas

Cerca de cuarenta personas se acercaron ayer a la oficina que el Ayuntamiento de Madrid -en colaboración con el Ministerio del Interior- ha instalado en San Blas tras el atentado de ETA que el pasado miércoles hirió de carácter leve a cinco personas. Los vecinos afectados reclaman ayudas por los daños en sus viviendas y oficinas. Mientras los operarios municipales limpiaban la zona, trabajadores y vecinos trataban de recuperar la normalidad. Luis de Santiago, empleado de una empresa afectada, recordaba la escena emocionado: "Es impresionante el silencio que se produce justo después de la explosión".

El habitual trasiego que registra esta zona de Madrid -industrial y con muchas empresas tcon oficinas- se transformó en un pequeño caos a las 9.30 del miércoles, cuando explotó el coche bomba, que estaba aparcado junto a la fachada lateral del edificio Aragón. Las plantas baja y primera quedaron reventadas. La estructura metálica que cubre el inmueble, fundida en parte.

Todavía ayer, pasadas más de 24 horas, había un importante olor a quemado y la acera estaba negra. Quemada, pero limpia, ya que numerosos operarios del Ayuntamiento limpiaban la zona con celeridad. Casi una decena de coches resultaron dañados.

También hubo desperfectos en, al menos, una treintena de viviendas próximas. Éstos son los datos que se recogieron ayer en la oficina de atención a las víctimas que instaló el Ayuntamiento para evaluar los desperfectos. Algunos de los pisos afectados están a dos manzanas de donde explotó el coche bomba.

El arquitecto Alfonso Bardaji es el responsable de la oficina. Lleva cerca de diez años acudiendo a atentados en Madrid "sin prisa, porque no dejan acercarse hasta pasadas unas cinco horas". Cuando la policía ha concluido, les toca a ellos. Reciben a los vecinos y les arreglan los desperfectos. "Muchos no saben que ahora se les pagan todos los gastos", relata. "En este caso son ventanas, marcos, carpintería, falsos techos...".

Mampara de separación

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Los empleados de los edificios que se desalojaron trataban de recobrar la normalidad. Ayer fue jornada de reflexión y evaluación de daños. En Bouncopy, la empresa que ocupaba las dos plantas más afectadas del edificio, trabajaron rápido. Por la mañana, una mampara de pladur separaba el lugar afectado del resto para que los empleados pudieran volver a sus puestos. Nadie de esta empresa resultó herido, según Ezequiel Navío, el director adjunto. Ni siquiera les dio tiempo de evacuar el edificio. "La policía avisó desde fuera haciendo señas de 'atrás, atrás', y la gente se retiró como pudo".

Ésta es una protesta extendida entre mucha gente. Uno de los policías municipales que trataban de agilizar el tráfico en la calle de Alcalá explicaba lo ocurrido: "Avisaron con 45 minutos de antelación, y el protocolo de actuación para esclarecer si el aviso es auténtico dejó en 7 a 10 minutos el tiempo para la evacuación".

Efectivamente, a muchos les pilló trabajando, con lo que la sorpresa fue mayor. "Estaba de pie, atendiendo el teléfono", cuenta Carmen Lázaro, recepcionista de MCI, una empresa de telecomunicaciones ubicada justo enfrente del lugar de la explosión. "Estalló la bomba y corrí hacia el fondo". El falso techo de la recepción se cayó. El portón del garaje, de cuatro metros de altura, quedó desencajado e inservible. Las cámaras de seguridad colocadas en el exterior de esta empresa grabaron a los terroristas dejando la Renault Express aparcada, según cuenta la vigilante de seguridad. "Han venido a llevarse las cintas, en las que se ve a un chico y una chica salir del coche y bajar por la calle", afirma.

Un poco más abajo, en la empresa Cornejo, tampoco fueron avisados. Luis de Santiago hablaba tranquilamente con su jefe cuando explotó la bomba. Recuerda la sensación extraña de la onda expansiva: "Es extraño, como si bajaras un escalón de golpe", dice. Después, dos segundos de estupor y silencio. "Sólo se oían las alarmas de los coches y las empresas y te preguntas: '¿Qué ha pasado?".

Muchos comentaban lo afortunado de que no hubiera víctimas. "Esta calle es muy transitada, por aquí baja un montón de gente por las mañanas hacia las oficinas", explicaba De Santiago.

Aunque no hay ninguna vivienda muy cerca del lugar de la explosión, los vecinos también la sintieron. A María José Marigómez, que vive al otro lado de la calle de Alcalá, se le ha roto algún cristal. Primero creyó que había ocurrido un accidente por los numerosos policías que había. "Nos había tocado esta vez, pensé. Después de la explosión me puse tan nerviosa que al llamar al seguro di el número de la tarjeta de crédito en vez de la póliza".

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