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Columna
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Políticos y periodistas

Ha asegurado el vicepresidente del Consell, Víctor Campos, que el PP ha cumplido ya el 95% de su programa electoral. La noticia, que a mí me parece asombrosa, apenas ha suscitado, sin embargo, alguna reacción en los periódicos. En el mejor de los casos, la prensa se ha limitado a recogerla como cualquier otro suceso común. Si sorprende que un partido cumpla sus promesas electorales, que lo haga en un 95% se convierte, de inmediato, en un suceso extraordinario. Máxime, si tenemos en cuenta que acaba de alcanzarse la mitad de la legislatura. Tal vez, se haya pensado que la afirmación de Campos resultaba tan exagerada que no merecía la pena discutirla. Pero, entonces, deberíamos admitir que una exageración tan evidente entraba de lleno en el terreno de la propaganda y, en tal caso, no se entiende por qué los periódicos la han considerado una noticia y no la han publicado bajo la advertencia de "remitido", como se hace con la publicidad para evitar confusiones.

Entre nosotros, la prensa ha aceptado que todo cuanto diga un político sea considerado noticia. Esta situación tan peculiar se produjo, al principio, por necesidad. Recién salidos de una dictadura, los medios de comunicación fueron los encargados de llevar la política a los ciudadanos de una forma masiva. En este aspecto, su trabajo fue impecable y prestaron un gran servicio al país. Con el tiempo, los medios descubrieron que la situación les resultaba cómoda ya que les permitía llenar sus páginas con un esfuerzo mínimo. El periodista pasó de travesear la calle en busca de la noticia, a permanecer en la redacción pendiente del teléfono, administrando los comunicados de prensa que se recibían.

Por su parte, los partidos políticos también obtuvieron beneficio de la nueva situación. Les bastaba convocar a los diarios por cualquier asunto para asegurarse un espacio en los periódicos del día siguiente. Además de resultarles gratuito, este espacio gozaba de mayor credibilidad que cualquier anuncio. El problema es que, con el tiempo, la iniciativa acabó en manos de los políticos que resultaron ser más astutos. El "ahora no toca hablar de eso" que popularizó Jordi Pujol, señala el punto dOnde llegó la cuestión.

Detrás de todo ello se encuentra, creo yo, la falta de tradición democrática que padece el país. Somos una democracia joven donde aún se considera al político una encarnación de la autoridad y no un representante público, que se debe a los ciudadanos. Guardo, desde hace algún tiempo, un artículo de Soledad Gallego Díaz en el que comentaba la figura de sir Robin Day, uno de los periodistas más reputados de la BBC. Lo he conservado porque, en mi opinión, resume de manera perfecta el único papel plausible del periodista ante el político y de, tanto en tanto, me gusta releerlo.

El artículo se titula Cómo entrevistar a un político y sir Robin Day dice así en uno de sus párrafos: "Creo que lo único que debe hacer un periodista ante un político, cuando le entrevista, es recordarle lo que dijo y lo que hizo. Los programas electorales, los discursos ante el Parlamento no son palabras o documentos para que se los lleve el viento, sino compromisos, promesas hechas a los ciudadanos. Los periodistas no debemos hacer a los políticos juicios de intenciones, pero sí aclarar a nuestros lectores o espectadores si han cumplido lo que prometieron. Y si no es así, exigirles en público, una y otra vez, explicaciones detalladas y creíbles de por qué no lo han hecho".

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