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Responsabilidad social... ¿de qué?

Hace ya más de tres décadas que Milton Friedman escribió que la única responsabilidad social de las empresas es maximizar sus beneficios, siempre que lo hagan cumpliendo la ley y la ética. Esa afirmación ha levantado interminables polémicas, y su autor ha sido calificado de neoliberal (que debe de ser un insulto horrible), de partidario del capitalismo salvaje, de inmoral y de otras muchas cosas.

Pero Friedman no es tonto, ni probablemente inmoral -al menos no creo que sea más inmoral que la mayoría de las personas-. Entonces, ¿por qué hace esa afirmación? Friedman está diciendo que de una organización de carácter económico se espera que sea eficiente, que obtenga el mejor resultado posible con los mínimos recursos necesarios. ¿Qué aporta a la sociedad un hospital? Dicho claro y rápido, la curación y prevención de enfermedades. ¿Qué aporta a la sociedad un hospital que sea una empresa privada? La curación y prevención de enfermedades, pero de manera eficiente.

La responsabilidad social de las empresas es ética y además exige actuar con eficiencia

A estas alturas, al lector se le habrán ocurrido ya dos docenas de objeciones a la tesis de Friedman. No quiero entrar en ese debate. Simplemente, quiero subrayar lo que ya he dicho antes: de una organización económica se espera que sea eficiente. Y, bajo ciertas condiciones, la prueba de que una empresa es eficiente es que maximiza la corriente de sus beneficios, presentes y futuros.

Todo lo anterior no es sino un preámbulo al tema de este artículo: ¿cuál es la responsabilidad social de una empresa? Según Friedman, la eficiencia. Y es verdad: ésa es una de sus responsabilidades sociales. Por mucha filantropía que haga y por muy bien que observe los derechos humanos, si la empresa no trabaja bien, no es eficiente, no obtiene lo mejor con los mínimos recursos necesarios, no cumple con su primera responsabilidad social.

La empresa es una organización económica. Primero es una organización. Y esto implica unos deberes para con sus miembros: en sentido estricto, sus propietarios, directivos y trabajadores, y, en sentido amplio, también al menos algunos de sus clientes y proveedores. Ésta es la primera responsabilidad social de toda organización, también de un hospital sin fines de lucro. Aquí se insertan los derechos humanos, el respeto a la dignidad de la persona, la continuidad del puesto de trabajo... Todas estas responsabilidades no son un añadido a la tarea de la organización: forman parte de su esencia. Y son responsabilidades éticas -precisamente de aquella ética que Friedman decía que debían cumplir las empresas eficientes.

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"Pero la maximización del beneficio no garantiza la máxima eficiencia", me contesta un lector que sabe economía. Es verdad. La empresa, por ejemplo, puede estar deteriorando el medio ambiente, es decir, reduciendo el bienestar de la sociedad. Claro que esto también se aplica al hospital público. En todo caso, Friedman contestaría que para eso está la ley.

¿Y si no hay ley, o si la ley no es operativa, o si llega con retraso, o está mal hecha? Para eso está la ética. La ley me dice que yo no debo ensuciar las aceras. Y si la ley no me lo dice, me lo dice mi conciencia, la regla moral. Luego tengo también responsabilidades sociales para con el medioambiente, para con la comunidad local, para con mis clientes y proveedores... Mis productos deben tener la calidad que los consumidores esperan y que yo prometo, deben ser seguros, deben ser producidos sin contaminar... Y esto es, ante todo, una obligación moral, y también una obligación económica, porque la empresa debe ser eficiente, y ser eficiente incluye todo eso. La responsabilidad social, de nuevo, no un añadido: es una exigencia económica... y ética.

Las empresas hoy son organizaciones complejas. Son equipos físicos y humanos en que muchas personas están aportando capacidades, conocimientos y valores variados, siempre sobre la base de la confianza. Dirigir una empresa es formar, potenciar y desarrollar esos equipos, de forma que todos aporten lo mejor de sí mismos para conseguir los resultados que la sociedad espera: productos y servicios que satisfagan las necesidades, que desarrollen a las personas que colaboran en la producción y que no perjudiquen a la sociedad. Y aquí aparecen de nuevo las responsabilidades sociales de la empresa. Pero no unas responsabilidades añadidas, sino las derivadas de su función, en sus tres dimensiones: como organización humana, como organización económica dirigida a la eficiencia y como parte de la sociedad.

O sea que la responsabilidad social es, ante todo, una responsabilidad ética: la responsabilidad que todos tenemos por nuestras acciones. Y, en el caso de las empresas, también la responsabilidad de actuar con eficiencia. Y me parece que no debemos incluir más responsabilidades en la tan discutida "responsabilidad social corporativa".

Antonio Argandoña es profesor de Economía, del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE).

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