El hambre frente a la opulencia
Pese a su menor nómina de ilustres, el Liverpool intenta culminar su resurrección ante un Milan todopoderoso
El Bósforo ha citado hoy a dos viejos jerarcas del fútbol europeo para dirimir la gran corona. Uno, el Milan, con seis títulos en las vitrinas, es un asiduo del podio en los últimos años. Otro, el Liverpool, con cuatro en el zurrón, ha resucitado de forma inopinada y justamente cuando se cumplen 20 años de su última final, aquella trágica noche de Heysel.
Guiado por Rafa Benítez, el equipo inglés ha sabido gestionar sus escasos recursos. El técnico español ha creado una máquina de presionar al contrario. Un equipo que juega a provocar el error tan denodadamente que luego tiene tantas dificultades para manejar el balón como para sostener el ritmo los 90 minutos. Estos problemas se originan en la pobreza de la plantilla, que no cuenta con muchos jugadores de categoría. La deficiencia cualitativa da crédito al trabajo de Benítez, que ha llevado a su cuadro a una cota por encima de sus posibilidades naturales. Algo que no se puede afirmar del Milan del todopoderoso Silvio Berlusconi.
"Nosotros tenemos hambre", aseguraba ayer Benítez, "y el hambre puede contrarrestar al Milan". Es cierto. El Milan parece un equipo sobrado de todo menos de entusiasmo. Últimamente, ha mostrado un tono lánguido que se relaciona directamente con su fracaso en el scudetto. Si el Milan es la opulencia en todas las líneas, el Liverpool es el deseo proletario por un título que cree propio. Los reds no disponen de delanteros con el talento de Shevchenko, ni de volantes con la capacidad de Kaká, ni de defensas con la riqueza de Maldini y Nesta.
Es cierto que el Liverpool se siente pletórico. No le falta fe tras haber eliminado a equipos como el Juventus, campeón en Italia, y el Chelsea, campeón en Inglaterra. Pero tal vez no le alcance. Sus señas más distinguidas son Xabi Alonso, un mariscal de campo a la altura de los mejores, y una hinchada incomparable. Su afición no tiene igual ni en las Islas ni en el continente. The Red Army, un poder arrollador que ya invade las calles de la capital turca, supera a cualquier grupo de seguidores por su sentido del humor, su afamado romanticismo, su solidaridad inquebrantable y su capacidad lírica. La gente de la ribera del Mersey no parece provenir de una pequeña ciudad sacudida por decenios de penuria. La crisis económica, el desempleo generalizado, la caída de la natalidad durante 30 años -se frenó en 2004- y la marginación a la que fue sometida por el thatcherismo no han hecho mella en esta multitud indomable. Una legión que hoy de nuevo recordará a su equipo que nunca estará solo.
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