De Quique a 'sargento Mejuto'
El asturiano, tercer español que arbitra una final de la Copa de Europa
Cuando se conoció su ascenso a la Primera División, en el verano de 1995, a Manuel Enrique Mejuto González (La Felguera, 16 de abril de 1965) no le gustaba que le señalaran como el sucesor de su paisano Manuel Díaz Vega, entonces en la cima de su carrera arbitral. Él era Quique, un chaval de la cuenca minera asturiana que quería mantener su personalidad por muy bien que le fuera en el fútbol. Diez años después se va a convertir en el tercer árbitro español, tras el vasco José María Ortiz de Mendibil (Milan, 4; Ajax, 1 / Madrid, 1969) y el propio Díaz Vega (Juventus, campeón por penaltis, 1; Ajax, 1 / Roma, 1996) que dirige una final de la Copa de Europa. Un tiempo suficiente para saber lo difícil que es mantenerse ajeno a las presiones de una actividad que es ya más negocio que deporte.
Pronto se dio cuenta de que los jugadores veían como una debilidad su talante jovial y dialogante
Muy a su pesar, Mejuto González cada vez se parece más a Díaz Vega cuando pisa un campo. Se ha convertido en un juez tan estricto que en algunos círculos ya se le conoce como el sargento Mejuto. Él no quería, pero el fútbol le ha hecho así. Los vídeos de sus primeros partidos en la Liga de las Estrellas enseñaban un colegiado jovial, dialogante, flexible. Con talante. Nada que ver con el riguroso y estricto Díaz Vega. Hasta que se dio cuenta de que la mayoría de los jugadores lo interpretaban más como una muestra de debilidad que de normalidad.
En ese cambio también tuvo que ver el famoso episodio de La Romareda, cuando Mejuto se mostró tal como es al ser requerido por su auxiliar Rafael Guerrero para que sancionase una acción que se le había escapado. "¡Me cago en mi madre! ¡Rafa, no me jodas! ¿Penalti y expulsión... de quién?", acertó a reaccionar. Aquel micrófono indiscreto cerca de la banda le trajo más de una incomodidad personal, pero demostró su correa. En vez de evitar líos con el equipo de casa, hizo caso a su asistente y se ganó el reconocimiento de sus superiores. Durante semanas y meses, eso sí, se hartó de oír una frase que, en el ambiente en el que había crecido, era poco menos que una muletilla coloquial sin más trascendencia. Pero le dolía por la parte que le tocaba a su madre, Concha, a la que adora y siempre intentó proteger del circo mediático. Aquello le endureció y acabó con la inocencia que hasta ese momento había presidido su carrera deportiva. Se prometió que nunca más le pillarían en otra igual.
A medida que se agriaba su carácter, Mejuto progresaba nacional e internacionalmente. Ya no había cháchara con futbolistas y entrenadores, pero seguía mejorando técnica y físicamente. Claro que, cuando colgaba su traje arbitral y sólo enseñaba tarjetas de visita, volvía a salir a flote el Quique de siempre, una persona afable, dispuesta para la conversación animada o la fiesta y con un trabajo que le ayudaba a mantener los pies en el suelo durante la semana: funcionario de Correos en Lieres, un pequeño pueblo a unos 30 kilómetros de Oviedo, donde coincidía con su esposa, Floren.
Desde 1999, cuando consiguió la escarapela FIFA, su progresión deportiva y profesional ha sido impresionante. Pasó al departamento comercial de Correos, en la oficina central de Oviedo, lo que le proporcionó un margen de movimientos fundamental para atender sus crecientes obligaciones deportivas. Además de dirigir los partidos más comprometidos de la Liga española por esa rara habilidad del ordenador para elegir a los mejores, ha sido desde entonces el representante español en el Campeonato de Europa sub 18 en 2000; en el de Suramérica sub 20 y el Mundial sub 21 en 2001, y en la Eurocopa de Portugal y el partido conmemorativo del centenario de la FIFA, Francia-Brasil, en 2004. Hasta su nombramiento para hoy.
Con la final de la Champions, Mejuto saldará una cuenta pendiente, consecuencia en parte de los éxitos de los equipos españoles en los últimos cursos. Si todo va bien, en 2006 se sacará una espina clavada desde 2002, cuando se vio relegado del Mundial de Corea y Japón por Antonio Jesús López Nieto en lo que él consideró una elección más política que deportiva para premiar al andaluz en su jubilación. Según esa vara de medir, el de Alemania sería su Mundial, ya que el de 2010 le pillará con 45 años. A partir de ahí, seguramente, el sargento Mejuto dará paso definitivamente a Quique.
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