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Crítica:POP | Duran Duran
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ex Dorian Gray

Ante la disyuntiva de la total fidelidad a su sonido original -y al de los años ochenta en general, tan lleno de ampulosos sintetizadores y ritmos de baile- o bien tratar de ponerse al día en cuanto a sonidos o ideas musicales, los Duran Duran de 2005 -exactamente los cinco miembros fundadores del grupo de Birmingham- han optado de forma definitiva por lo primero. Lo dice su último disco, Astronaut, y lo corrobora el espectáculo que están ofreciendo este año y con el que regalaron hace dos noches la vista y el oído de sus seguidores madrileños. Todo ello obviando los inevitables -aunque en su caso no dramáticos- estragos del tiempo en los cuerpos y caras de estos ex Dorian Gray del pop que se dio en llamar nuevo-romántico y que no fue más que fascinación por el soul blanco y comercial con gotitas de sonido AOR -adult-oriented rock- de aquellos tiempos ingenuos, más las consabidas armonías vocales a lo Beatles que ha de exhibir cualquier grupo inglés que quiera ir a alguna parte.

Duran Duran

Simon Le Bon (voz), Nick Rodees (teclados y coros), Andy Taylor (guitarra), John Taylor (bajo) y Roger Taylor (batería). Sala La Riviera. Madrid, domingo 22 de mayo.

A la vuelta de la vida, a Simon Le Bon y sus compañeros aún les queda un puñado de canciones que en su tiempo fueron éxitos y que el grupo ejecuta en vivo con más o menos gracia: Planet Earth, A view to kill -que acompañó a James Bond en sus andanzas, compuesta con la inestimable colaboración del maestro de bandas sonoras John Barry-, Notorious, Wild boys, Girls on film o Rio. También sonaron los temas de su nuevo disco, pero éstos parecen más bien las caras B de las antiguas.

Sí, dio un poco de pena que Le Bon, Rhodes y los tres Taylor permitan que a lo largo de la actuación les vaya asomando todo el arsenal de plumeros, incluido el indisimulado intento de tratar de convertirse en chic a toda costa y hasta ciertos atisbos escénicos a lo Rolling Stones con vocalista femenina de color disputando las tablas al cantante. Los que fueron guapos ídolos de adolescentes hace dos décadas dan hoy en directo un digno espectáculo, profesionalmente intachable. Aunque, eso sí, se echa de menos algo de magia y sorpresas; y es que un poco de evolución nunca viene mal.

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