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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Frenando a los invasores

Más de cuarenta animales y vegetales exóticos amenazan los ecosistemas andaluces

A veces las invasiones, aunque supongan la destrucción de las señas de identidad y los recursos de un territorio, se desarrollan de forma discreta y silenciosa. Sin que la mayoría de los ciudadanos lo adviertan, en los ecosistemas andaluces, al igual que está ocurriendo en otros muchos países, se libran en este mismo momento cruentas batallas entre organismos llegados de lejanas tierras y aquellos otros que forman parte del patrimonio natural autóctono.

Esta guerra, aunque en sus orígenes se manifestara de forma menos intensa que en la actualidad, comenzó en el lejano Neolítico, con la aparición de la agricultura. Desde entonces, los desplazamientos de los grupos humanos y las profundas transformaciones sufridas en el medio natural han favorecido el traslado de especies, vegetales y animales, entre ecosistemas cada vez más alejados entre sí.

La llegada de especies exóticas a ecosistemas en donde son desconocidas puede originar serias alteraciones en el equilibrio de la vida, hasta tal punto que este fenómeno se ha convertido en uno de los principales factores que inciden en la pérdida de biodiversidad, además de causar perjuicios económicos y servir cómo vehículo de propagación de algunas enfermedades.

Labores de erradicación

El problema alcanza ya tal dimensión que la Administración andaluza, después de algunos requerimientos por parte de la comunidad científica, ha terminado por diseñar una estrategia global de actuación frente a este amenaza. A grandes rasgos se trata, en primer lugar, de prevenir la llegada de nuevas especies problemáticas, desarrollando campañas formativas e informativas y reforzando, si fuera necesario, la legislación que regula la entrada de estos organismos en el territorio regional.

Al mismo tiempo han comenzado a ejecutarse tareas de erradicación de algunas poblaciones incipientes de animales o vegetales exóticos, de manera que se evite su propagación antes de que el número de individuos se multiplique hasta extremos que sean ingobernables.

Por último, en aquellos casos en los que la invasión haya adquirido dimensiones que impidan los trabajos de erradicación, no habrá más remedio que poner en práctica mecanismos de control poblacional, que limiten el impacto del fenómeno, desarrollando, en paralelo, actuaciones que permitan una mejor defensa de los ecosistemas y las especies autóctonas.

Mientras se determina con exactitud la localización y efectivos de estos organismos en Andalucía, se ha elaborado un listado en el que figuran más de 40 especies problemáticas, cuya presencia ya se ha detectado o se teme que aparezcan.

Entre las especies marinas destaca la caulerpa o alga asesina, de origen tropical y efectos devastadores en las praderas de fanerógamas marinas que tapizan algunos de los fondos más valiosos del litoral andaluz. También se incluyen en este grupo pequeños invertebrados que, a pesar de su reducido tamaño, son capaces de alterar las delicadas condiciones de ecosistemas particularmente frágiles, como está ocurriendo en las marismas del Guadalquivir con la Artemia franciscana.

Entre los cangrejos exóticos son particularmente agresivos el chino, el señal y el chico americano, que ya se han hecho fuertes en algunos cauces y que, en determinadas circunstancias, son capaces de transmitir enfermedades letales para los cangrejos autóctonos y pueden llegar a ser portadores de agentes patógenos para el ser humano.

La hormiga argentina, que reúne importantes poblaciones en zonas próximas a las costas mediterránea y atlántica, termina por desplazar a las hormigas nativas, modificando los procesos de polinización y dispersión de semillas, y afectando a otros insectos y sus depredadores.

Entre los peces continentales llegados de lugares remotos hay especies cuya erradicación es prácticamente imposible, tanto por el tamaño que han alcanzado sus poblaciones como por su dispersión. Es el caso de la carpa común, la gambusia o el carpín, presentes en múltiples cauces y embalses. También entre los reptiles se anota la presencia de animales exóticos que están ganándole la partida a sus congéneres autóctonos, como ocurre con la rana toro, la tortuga china de caparazón blando o el galápago de Florida que es una de las mascotas más vendidas.

Hay aves, como la cotorra argentina o la cotorra de Kramer, cuya presencia es notoria en parques y jardines de numerosas ciudades andaluzas, e incluso se cita, cerrando esta lista, el caso de un mamífero como el arruí, que en los años 70, y procedente de las regiones desérticas y semi-desérticas norteafricanas, se introdujo como especie cinegética en Sierra Espuña (Murcia), y que hoy ha conseguido colonizar amplias zonas de Alicante, Almería y Granada.

Sin uñas ni lechugas

En el grupo de las plantas vasculares los especialistas citan nueve especies, entre ellas el alianto o árbol del cielo que, procedente de China y Japón, está presente en diferentes zonas montañosas, habiéndose documentado su impacto en formaciones vegetales de la Sierra Norte sevillana. En este mismo grupo aparecen la tradescantia, de origen sudamericano e instalada en el Parque Natural de Los Alcornocales (Cádiz), el jacinto de agua, característico de las zonas tropicales americanas y que lleva años reproduciéndose en la desembocadura del Guadalhorce (Málaga), la uña de león, propia de algunos ecosistemas surafricanos y que ha colonizado numerosas dunas costeras, o la lechuga de agua, de origen tropical y que ha aparecido en humedales gaditanos.

Precisamente estas dos últimas especies han protagonizado los primeros trabajos de erradicación de Medio Ambiente. La uña de león, que compite con especies autóctonas como el barrón o la azucena marina, ha comenzado a ser arrancada de algunos puntos del litoral, y la lechuga de agua, que consiguió reunir una importante población en el Caño Martín Ruiz (Sanlúcar de Barrameda), se ha eliminado de manera eficaz.La comunidad de lechugas localizada en este cauce, en la antesala del Parque Nacional de Doñana, llegó a ocupar alrededor de 3 kilómetros lineales, conformando una alfombra impenetrable que amenazaba con obstruir los sistemas de drenaje y que constituía, además, un excelente soporte para la puesta y cría de mosquitos. A mediados de febrero, y después de utilizar sistemas manuales de extracción, el tapiz invasor había desaparecido, aunque la zona se sigue vigilando para evitar rebrotes que habrían de tratarse con herbicidas de bajo impacto.

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