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Reportaje:

Dos vecinos frente a frente

Las jornadas Ágora reavivan el debate sobre la 'rivalidad' en transformación urbanística de Bilbao y San Sebastián

Maribel Marín Yarza

Dice Pablo Otaola, antiguo director de Bilbao Ría 2000 y hoy responsable de la comisión que ejecutará la operación urbanística de Zorrozaurre en la capital vizcaína, que en los últimos años se ha dado la vuelta a la tortilla urbanística entre San Sebastián y Bilbao. "Cuando trabajé en la primera oficina del Plan General" donostiarra, abierta en 1988, "lo que se hacía en esta ciudad estaba muy por delante de lo que se estaba haciendo en Bilbao. Hoy es al revés".

Su afirmación, lanzada en el marco de Ágora, unas jornadas de reflexión sobre el futuro urbanístico de la capital guipuzcoana y su comarca, sonó rotunda ante el auditorio congregado en la antigua fábrica de Tabacalera para asistir a la mesa redonda en la que participaron el alcalde donostiarra, Odón Elorza (PSE-EE); el director de Arteleku, Santi Eraso; la responsable de la Escuela de Bellas Artes de Burdeos, Guadalupe Echevarría, y Antón López de Aberasturi, de la Escuela Técnica de Arquitectura. "Creo que San Sebastián tendría que aprovechar y aprender de Bilbao. Y no hablo sólo del Guggenheim, sino de la forma en que se ha gestionado la transformación, basada en el consenso, en la aceptación por parte de la ciudadanía y en el órgano de gestión Bilbao Ría 2000, que se ha convertido con el tiempo en una mesa de encuentro".

"Nos falta el consenso para evitar que los proyectos se frenen", dice Elorza

Lo que falta hoy por hoy en San Sebastián, como reconoció el propio Elorza, es precisamente el acuerdo entre las instituciones para sacar adelante proyectos en tiempos razonables. Ha ocurrido, por ejemplo, con la operación urbanística de vivienda protegida en Auditz Akular por diferencias en el seno del Ayuntamiento, o con la creación de nuevas estaciones ferroviarias del Topo por desencuentros con el Gobierno vasco. "En esta ciudad nos falta el consenso político entre instituciones para evitar que los proyectos se frenen" por "sectarismos", dijo el alcalde. Lo hizo durante una intervención en la que se quejó en más de una ocasión por la falta de implicación de los gobiernos vasco y foral en distintos proyectos considerados estratégicos para la ciudad. "Hasta el momento, el teatro Victoria Eugenia [financiado entre Ayuntamiento y Ejecutivo central] no ha visto ni un sólo euro de la Diputación ni del Gobierno vasco. Sería como para sentir un poco de vergüenza".

Otaola había abierto minutos antes la caja de los truenos al hablar así de financiación: "Soy consciente de la sensación de agravio que existe aquí con respecto al dinero que se invierte en Bilbao [por el Gobierno vasco].Pero no estoy de acuerdo", sentenció el antiguo director de Bilbao Ría 2000. El Palacio Euskalduna, recordó, se realizó con fondos de la Diputación de Vizcaya y el Ministerio de Cultura, y tanto el Puerto de Bilbao como los proyectos urbanísticos de Bilbao Ría 2000 en Abandoibarra y Zamakola se han autofinanciado.

Otaola, partidario de que para regenerar Pasaia se cree una gestora de ese tipo, explicó en profundidad la transformación de Bilbao; desde el proceso de liberación de suelos que ha permitido regenerar el centro, hasta la apuesta de la ciudad por una arquitectura de calidad y firmada por arquitectos estrella. E hizo hincapié en que un desarrollo urbanístico requiere saber aprovechar las oportunidades y arriesgarse. "Los políticos a veces tienen que jugársela", dijo. "De otra forma, no habrían prosperado ni el metro ni el Guggenheim", que "ha devuelto la autoestima a Bilbao".

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El debate se celebró bajo el título Impacto de los proyectos culturales en el desarrollo de la ciudad, pero trascendió con mucho esa vertiente. Es verdad que López de Aberasturi habló de la necesidad de aprovechar "artefactos urbanos", como museos, festivales u otros acontecimientos, para transformar los espacios. Pero también habló de urbanismo -"La diferencia radical entre San Sebastián y Bilbao es que San Sebastián ya es una ciudad terminada"- y que algunos de sus compañeros de mesa realizaron discursos mucho más centrados en lo cultural.

Para Guadalupe Echevarría, el fin último de todo proyecto artístico y cultural pasa por fomentar "el espíritu crítico entre los ciudadanos", aunque choquen intereses contrapuestos. En este sentido citó la bienal de arte Manifesta, muy criticada por su falta de conexión con el público y alabada por el sector artístico internacional. Santi Eraso, crítico con "la espectacularización de la cultura", llamó a las instituciones a arriesgar, a fomentar la investigación artística y a liderar proyectos basados en las nuevas tecnologías y redes de comunicación.

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